Oposición: disputa conservadora

Luego de dos años de gobierno, Ollanta Humala ha comenzado a sufrir el mal de nuestros últimos presidentes: la baja aprobación. Cuestión que es aprovechada por los dos principales grupos políticos opositores. El APRA y el fujimorismo han buscado hacer sentir su fuerza en estos momentos, justo cuando el gobierno convoca a un diálogo con las demás fuerzas políticas, no solo como revancha frente a cuestiones que han sentido como afrentas desde Palacio de Gobierno – la investigación sobre los narcoindultos y la negativa del indulto humanitario al reo más célebre del país -, sino también, porque son conscientes que van a disputar el mismo espacio político. Y por ello, resulta importante ver cuáles son las estrategias de ambas agrupaciones.
Apristas: ataque y defensa
A inicios de año, la estrategia aprista era clara. El verano revocador limeño serviría como globo de ensayo para sus cuadros y bases en la capital, a fin de establecer con quienes podían contar y a quienes debían reemplazar. Confiaban que el mayoritario rechazo a la alcaldesa de Lima tendría como correlato un triunfo amplio y cantado, donde podrían cosechar algún tipo de rédito.
Todos sabemos cómo terminó dicha historia. Sin embargo, se ha analizado poco las razones por las cuales el APRA apoyó un proceso controvertido. Más allá de la clásica disputa con la izquierda, había un elemento más, acertadamente descrito por Alberto Vergara: era necesario comenzar a disputarle al fujimorismo los votos en el sector urbano popular.
La lectura de Alan García y su comisión política era parcialmente acertada. Luego del segundo gobierno aprista, cualquier intento de ser un partido socialdemócrata o retomar “las banderas aurorales” del movimiento formado por Haya de la Torre hace 90 años resultaba lejano o inverosímil. Apelar al voto que Vergara llama “republicano”, por su preocupación por las instituciones, era complicado, pues allí se ha incubado un fuerte antiaprismo. Convertirse, abiertamente, en un partido de los empresarios, sería mal visto por el electorado, a pesar que García sabe que dejó un buen recuerdo sobre su segundo gobierno en la sede de la CONFIEP. Así las cosas, era hora de entrar a un sector que no se siente representado por ninguna corriente en particular.
Pero en el APRA no tuvieron tiempo de extraer las lecciones de esta derrota, ni saber, a ciencia cierta, si su presencia per se le quitó peso a los afanes revocadores o si estar “a media caña” en una campaña fue su ruina. Y es que comenzaron las revelaciones sobre los narcoindultos, que involucraban a varios miembros del partido. Si la conversión de una gracia presidencial en una fórmula de salida rápida de presos por el delito que más complica la seguridad en el país ya era, por decir lo menos, una perversión de esta institución, conocer que habían pagos de por medio complicó la situación del añejo partido y su líder principal.
Luego de intentar la defensa de una situación realmente complicada, García vio por conveniente pasar al ataque, con recursos escasos pero efectivos. Carteles en la Vía Expresa, tuits y conferencias de prensa permitieron posicionar tanto el mote de “reelección conyugal” que tanto le costó a Nadine Heredia, como una comparación casi cotidiana entre la segunda gestión del líder aprista y el actual gobierno. A ello sumemos a dos parlamentarios con experiencia, como Javier Velásquez Quesquén y Mauricio Mulder, que hacen el trabajo político que no puede ejecutar, en el extremo opuesto, ningún integrante del partido de gobierno.
Hasta ahora, la estrategia le viene saliendo bien a García. Los errores del gobierno le han permitido mantener la iniciativa en los últimos meses. Y, más allá de las explicaciones que deba dar por los errores de sus dos gestiones como presidente de la República – y las necesarias investigaciones sobre casos de corrupción -, Alan se ha logrado posicionar como líder opositor. De allí que la pregunta sea porque el fujimorismo, con más congresistas, menos antivoto y una mejor posición en las encuestas no ha conseguido hacer lo mismo.

Fujimorismo sin rumbo
Luego que, como en la previa de Fútbol en América, les dijeron a los fujimoristas que su líder no va a salir, se podría pensar que en Fuerza Popular harían una reflexión sobre su actuación en los dos últimos años, concentrada en una agenda de punto único. Sin embargo, todo indica que las limitaciones siguen a la orden del día en la agrupación liderada por Keiko Fujimori.
Para empezar, porque la agenda de punto único sigue por voluntad expresa del preso de Barbadillo. Luego del rechazo del indulto, cuyo manejo mediático fue solo comparable por su torpeza con lo hecho por Solidaridad Nacional durante la revocatoria, Alberto Fujimori ha querido hacer sentir su presencia política. Mensajes desde su encierro y, ahora, la contratación de un controvertido abogado para colocar en la agenda la posibilidad del arresto domiciliario ha marcado la agenda de la agrupación. Y no solo porque la principal noticia que viene desde predios naranjas se concentra en la DIROES, sino porque la decisión del nuevo letrado fue tomada a espaldas de su propia defensa legal, la bancada e incluso, sus hijos.
Es allí donde viene el segundo problema: las divisiones internas. En una agrupación política casi dinástica, que Alberto ande distanciado de Keiko y Kenji es señal de terremotos futuros a mediano plazo.
Una tercera dificultad: el fujimorismo ha perdido posicionamiento en dos temas que, otrora, estuvieron como parte del legado que intentan revindicar. Las soluciones sobre seguridad ciudadana no van más allá de lo genérico o de la gritería por “mano dura” de su lideresa y su bancada. Y medios que no son precisamente de izquierda, como El Comercio y Semana Económica, han criticado sólidamente varios proyectos económicos presentados por Fuerza Popular, grupo parlamentario que siempre se jactó de ser el garante del crecimiento económico. De hecho, muchos votaron por ellos en segunda vuelta por esta única razón.
Finalmente, para complicar más las cosas, Keiko Fujimori ha quedado pasmada. Entre la tendencia al inmovilismo que recomienda Jaime Yoshiyama, las encuestas que la favorecen y los puntos anteriores, existe la seria posibilidad de perder a un electorado que no necesariamente va a quedarse fiel al martirológico fujimorista. García sabe de esta situación y, por ello, ha adelantado la campaña electoral, no sólo como huida hacia adelante frente a las acusaciones de estos meses.
Colofón
Por ahora, en las encuestas, los fujimoristas tienen la ventaja, así como el recuerdo del gobierno de su líder en prisión. Sin embargo, junto a sus cuentas pendientes sobre corrupción y violaciones a los derechos humanos, que les impiden un crecimiento mayor, enfrentan un problema. El APRA puede venderse como un partido conservador que garantiza en mejor forma la inversión que ellos, con menos reparos frente a los empresarios en torno a sus credenciales democráticas. Y es cada vez más notorio que los apristas buscan robar el voto popular de los fujimoristas. Ya el añejo partido consiguió posicionarse como el principal opositor. Queda por ver cómo se resuelve esa disputa en las urnas. Pero antes, será necesario dilucidar si las acusaciones que rodean al gobierno anterior pueden afectar los planes de Alan García o si el recuerdo seguirá siendo el motor y la cruz de Keiko Fujimori.