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¿Qué se nos viene después del 5 de junio?

(Foto: Andina)

Evidentemente ello dependerá mucho de quien sea quien gane las elecciones en la segunda vuelta. Las preocupaciones centrales en el caso de que sea Keiko Fujimori vendrán, sin duda, por el lado de un gobierno con demasiados poderes y concentrados en manos de gente que ha demostrado en el pasado que los puede usar de malas maneras.

En el caso de PPK la principal preocupación vendrá de hasta qué punto podrá gobernar eficientemente quien sólo tiene 19 congresistas y que, ni siquiera con todas las otras fuerzas políticas unidas, alcanzaría los votos que tendrá la oposición fujimorista. Es que sea ésta muy dura o no tanto, no me queda duda de que el fujimorismo se definirá también como oposición, en la medida en que ellos aspiran a ser gobierno en el 2021.

Creo que ninguno de los dos está condenado genéticamente a cometer errores o delitos. La historia se escribe cada vez -diría Marx-aun cuando en circunstancias determinadas. Y esa esas circunstancias determinadas, a las que quiero referirme, pensando en las dificultades que deberá hacer frente el siguiente gobierno.

En primer lugar, gane quien gane, no hay que olvidar que la institucionalidad política está en ruinas, que la confianza de los electores en sus representantes es bajísima y que, incluso, en el supuesto esperado de que haya una reforma política razonablemente importante al inicio el próximo gobierno, ello per se no solucionará este problema.

En segundo lugar, si bien la economía peruana se encuentra entre las más sólidas de América Latina (sólo Bolivia parece que crecerá más en el 2016), ya no tiene la capacidad de generar mejoras significativas a la población, como las tuvo en el pasado. Ya no hay la posibilidad de reducir la pobreza y crear empleo con el ritmo anterior. Ya no habrá los niveles de canon que tuvieron los gobiernos regionales,

provinciales y distritales en que los años del boom de las materias primas. De que se gobierne bien para producir mejores resultados dentro de esas circunstancias, dependerá mucho de lo que suceda. El cómo atender, más eficientemente, más demandas de la población, con menos recursos para hacerlo, resume el problema.

En tercer lugar, gane quien gane, la calle viene movida. La capacidad del Estado de resolver y manejar la conflictividad general de la sociedad en el marco institucional es cada vez más débil. Específicamente los conflictos sociales en relación a las industrias extractivas continuarán. No veo posibilidades para esperar que Tía María o Conga sean viables en el corto plazo, quizás ni siquiera en el mediano. Salvo Quellaveco, en Moquegua, no hay ningún proyecto importante nuevo a la vista. El motor minero para el crecimiento (y mucho más todavía el de hidrocarburos) estará casi detenido cuando más se le necesita.

Finalmente, y no menos importante, el país enfrenta un desborde de la criminalidad común y organizada que lo está llevando, poco a poco, a parecerse a países en donde ésta ya está desbordada. La preocupación de la población es inmensa frente a estos temas y no estoy seguro que Keiko o PPK (al menos, no ellos como personas), tengan la claridad suficiente sobre lo que hay que hacer y la extrema urgencia de empezar hacerlo bien.

Hoy PPK y Keiko pelean por gobernar un país mucho más difícil que el que tuvieron Alan García y Ollanta Humala.

Entrevista