Apreciados amigos:
Enviado por ELOY ZEVALLOS SOLANO (no verificado) el
Al inicio del nuevo Gobierno (julio del 2011) había una percepción general de que el modelo económico vigente iba, al menos, a ser ajustado. Luego de un año, se ha avanzado en el cumplimiento de algunas de las promesas electorales, como el ajuste del salario mínimo —en dos tramos, con mucha presión social—, el inicio de nuevos programas sociales, un nuevo sistema de regalías mineras, entre otros; pero el modelo sigue incólume.
Nadie puede discutir los resultados positivos del modelo económico vigente en materia de crecimiento económico y de todo un conjunto de variables económicas que lo acompañan. Por ejemplo, la inversión privada y pública, el consumo privado y las exportaciones, han crecido. El saldo de la balanza de pagos es positivo, las finanzas públicas son superavitarias —hasta excesivamente—, el manejo monetario no genera inflación alta y crece la intermediación financiera en moneda nacional. Hay más empleo (aunque este crecimiento es pequeño, por la reducida elasticidad empleo-producto) y la pobreza monetaria es menor, aunque considerando umbrales polémicos. Las reservas internacionales son elevadas y hay un reducido nivel de endeudamiento público externo.
Sin embargo, es también reconocido que este modelo basado en el dinamismo del sector exportador, junto con el adecuado desempeño de la construcción y de los servicios, es extremadamente volátil y dependiente de la economía internacional. El desempeño económico del país está estrechamente vinculado a la evolución de los términos de intercambio externos, las tasas de interés internacionales, los flujos de capitales, los precios de los hidrocarburos y de los productos agrícolas. La actual situación económica europea y el débil crecimiento de la economía estadounidense, con sus impactos negativos probables en Asia, son un elemento que agrava ahora esa vulnerabilidad.
Más allá de los probables impactos de la crisis internacional, a los que todas las economías pueden estar sometidas, hay un conjunto de factores internos que podrían generar que la trayectoria del crecimiento se desvíe hacia una ruta no deseada. Estos factores aluden tanto a la inexistencia de mecanismos automáticos o semiautomáticos de política monetaria y fiscal anticíclicas y de regulación directa a la entrada de capitales de corto plazo que podrían mitigar los shocks externos, como a la operación de un conjunto de variables económicas y sociales internas que lo podrían colocar bajo cuestión.
Fuerzas centrífugas del modelo económico
Las fuerzas capaces de desviar la trayectoria de crecimiento económico corresponden a elementos económicos y sociales que pueden generarse en el corto, mediano y largo plazo. En el horizonte más cercano, destaca la incapacidad del Estado para gestionar conflictos sociales, siendo evidente que con las reglas e instrumentos actuales no es posible resolver los problemas crecientes entre la sociedad y el sector extractivo, en particular del minero. Los problemas subyacentes son la degradación ambiental, efectos negativos sobre la economía local y una mayor desigualdad en la distribución de ingresos y activos que pueden poner en peligro la convivencia social alrededor de esta actividad.
Los fenómenos ambientales (cambio climático, problemas hídricos, destrucción de biodiversidad, mayor contaminación por emisión de gases de lluvia ácida, entre otros) y demográficos (reducción de la tasa de natalidad y de la tasa de dependencia y envejecimiento poblacional) son importantes, pues generan amenazas en el ámbito económico. Por ejemplo, el crecimiento o mantenimiento de los niveles de emisión global de CO2 produciría más desastres naturales, los cuales impactarían negativamente en el desempeño económico de numerosos países.
En el mediano plazo confluye también un conjunto de elementos que podrían afectar la trayectoria económica del país. El modelo primario exportador aprovecha extensivamente los recursos naturales, pero la incorporación de nuevas reservas no necesariamente sigue al ritmo de dicha extracción. De acuerdo con información del US Geological Survey, las reservas probadas y probables de oro, a los actuales ritmos de explotación, solo alcanzarían para 15,2 años; las del estaño, para 9,1 años, y las del zinc, para 13,2 años; en tanto otras más abundantes, como las del cobre, lo harían para 58,4 años, y las del hierro, para más de 100 años.
La marcada heterogeneidad estructural de la economía peruana es un tema relevante. Aquí coexisten pocos sectores altamente intensivos en capital, como la minería y los hidrocarburos a gran escala, con otros más numerosos que son intensivos en mano de obra. La alta (baja) intensidad de capital se asocia a mayores (menores) niveles de productividad. De esta forma, el modelo de crecimiento económico genera pocos empleos de calidad con altas remuneraciones y bajas remuneraciones reales para la mayor parte de la población. En los sectores intensivos en capital se generan grandes excedentes, pero más de la mitad de éstos sale del país. Por los menores encadenamientos productivos, hay pocos efectos de arrastre del resto de actividades económicas. El modelo económico tiene resultados diferenciados que afectan la distribución funcional y personal del ingreso.
La preocupación por la desigualdad no es exclusiva de los economistas. Benedicto XVI (2009) señaló que el aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales tiende a erosionar la cohesión social y pone en peligro la democracia. También impacta negativamente en el plano económico, por el progresivo desgaste del capital social, es decir, del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en la convivencia civil. Figueroa (2010) señaló también que existe un grado limitado de tolerancia social a la desigualdad. Cuando el grado de desigualdad supera los umbrales de tolerancia, esta desigualdad es considerada excesiva o injusta y desembocaría en desorden social: inestabilidad política, corrupción, violencia y otras formas de riesgo individual y colectivo. Asimismo, la mayor desigualdad promueve crisis por insuficiencia de demanda efectiva. En síntesis, a mayor desigualdad, menor estabilidad económica, social y política.
Por otra parte, a partir del mercado de divisas se podría afectar la trayectoria del crecimiento económico. El problema se suscita por el lado de la oferta, ya que la mayor parte de las exportaciones tradicionales mineras y de hidrocarburos (69,3% del total) se realiza por actividades intensivas en capital y altamente productivas, que contrastan con el resto de las exportaciones. El mayor ingreso de divisas, en especial de las exportaciones tradicionales, genera un flujo que tiende a apreciar la moneda nacional, o que se suma a otros factores externos como la depreciación del dólar de los Estados Unidos y los mayores desequilibrios de las economías desarrolladas.
A este fenómeno de ingreso masivo de divisas se le denomina enfermedad holandesa. Se trata de una patología que tiene efectos negativos sobre la producción y el empleo. Es una degeneración económica progresiva que elimina poco a poco las exportaciones no tradicionales (textiles y confecciones, pesquería y sector agropecuario en primera instancia) y la producción local (agropecuaria y manufacturera) que compite con las importaciones por la mayor apertura externa. También incrementa los precios, comenzando con los no transables. El resultado final es la reprimarización económica y menores niveles de empleo, ya que las exportaciones no tradicionales y las que compiten con las importaciones son más intensivas en trabajo. El síndrome se agrava cuando hay entradas de capitales de corto plazo.
Otros fenómenos intrínsecos al modelo económico y que generan problemas de sostenibilidad en el mediano y largo plazo son la presencia de altas tasas de interés activas y de elevados márgenes de intermediación financiera que impactan negativamente sobre el sector productivo. Las elevadas tasas de rentabilidad del aparato productivo (que explican parte relevante de la inflación moderada pero persistente del 4% anual) son positivas para atraer inversión, pero afectan el mercado interno a través de mayores precios en los bienes y servicios.
El modelo de crecimiento económico genera pocos empleos de calidad con altas remuneraciones y bajas remuneraciones reales para la mayor parte de la población. En los sectores intensivos en capital se generan grandes excedentes, pero más de la mitad de éstos sale del país.
Insostenibilidad en el largo plazo
Una característica del modelo y la actual coyuntura es la apreciación continua de la moneda nacional. Ésta tiene la virtud de elevar el poder de compra y los ingresos de las personas en relación con la moneda extranjera. Por esta vía se aproximan los ingresos de los peruanos a los de otras economías más desarrolladas, pero ella se acompaña con precios internos más elevados que nos hacen menos competitivos. Por suerte, la vieja opción de exportar con base en mano de obra barata también se elimina, pero al hacerlo reduce los márgenes de maniobra e impone la necesidad de ser más productivos y competitivos. La apreciación cambiaria, sin cambios profundos, es generalmente una ficción temporal, que luego de un tiempo conduce a crisis. La paridad cambiaria uno a uno del peso argentino con el dólar estadounidense, o la entrada al euro de Grecia, son ejemplos de esta realidad. Si no hay modificación en los niveles de capitalización y productividad, el camino de la apreciación cambiaria al desarrollo es una frivolidad.
Una economía basada en un solo sector productivo no es una buena opción para países con población y tamaño intermedios. Nadie puede discutir la aportación positiva de la minería a la economía nacional. Ésta contribuyó con casi el 12% de la producción bruta y el 15,7% del valor agregado, de acuerdo con la última tabla insumo-producto con base 2007, el 59,1% de las exportaciones totales y el 23,6% de los impuestos internos. En el 2011, explicó el 20% de la inversión privada. Sin embargo, solo generó el 1,3% del empleo nacional, ocupando directamente a 204.377 personas sobre un total nacional de 15,3 millones de trabajadores. Asimismo, al igual que la reducida contribución al empleo, hay problemas con relación a las reducidas articulaciones de la actividad minera con el resto de actividades productivas. Esto genera que una expansión de la actividad tenga menores impactos sobre el conjunto de la economía (Alarco 2010). El modelo minero exclusivo solo sería viable para una economía de poca población.
Variantes y opciones posibles
Todos los sectores productivos, incluyendo la minería, son importantes por las aportaciones diferenciadas que realizan al conjunto del país. Hay consenso en que la palabra clave es diversificación productiva. Cada sector tiene que mejorar. La minería en particular debe crear más valor compartido y utilizar más las consultas ciudadanas. Es imposible establecer aquí las políticas, contenidos detallados y procesos necesarios para lograr esa mutación del aparato productivo. Las variantes y subclasificaciones de modelos de economías capitalistas son numerosas. Basta recordar las vertientes relativas al capitalismo de Estado, el oligárquico, de emprendedores y el gerencial basado en grandes empresas, entre otros, que obtienen mejores o peores resultados con relación a las variables que se deseen analizar. No existe un ideal, ya que las reglas, instituciones, mercados y variables cambian para cada sociedad en concreto.
Es poco probable que se pueda dar un gran salto hacia delante y en cambio se requiera varios saltos más pequeños. Resulta imprescindible implementar la iniciativa de una agencia nacional de competitividad que se impulsó desde PRODUCE o la Iniciativa Nacional para el Desarrollo de Conglomerados Productivos Regionales desde CEPLAN-PCM. Las propuestas del Consejo Nacional de Competitividad del MEF son genéricas y no aterrizan en el trabajo directo con las empresas. Hay que multiplicar por muchas veces los recursos asignados a seis palabras clave: encadenamientos productivos, clusters, desarrollo rural, innovación tecnológica, infraestructura y asociatividad. Obviamente, también se requieren más ingresos públicos.
En el 2011 se tenía una ligera esperanza en que los ajustes al modelo económico pudieran ocurrir en paz y en democracia por los avatares y el azar de la política (Alarco 2010), pero, al parecer, eso no es posible. El mejor entorno para definir e implementar estos ajustes se da luego de un proceso formal de planeamiento. Sin embargo, desde 1992 es claro que este proceso es poco importante, a pesar de la creación del CEPLAN en el 2008 y de los esfuerzos para fortalecerlo desde finales del 2011 e inicios del 2012. El Perú, como otros países de desarrollo más reciente (Corea del Sur y otros países asiáticos, por ejemplo) requiere del planeamiento, a diferencia de otras economías que discutieron, establecieron sus visiones y estrategias básicas explícitas o implícitas desde la época del renacimiento.
Lamentablemente, el país se ha acostumbrado a que los hechos se antepongan, lo que ha generado respuestas desordenadas a los acontecimientos, tradicionalmente críticos. Ahora es el momento de cambiar esa forma de ser. La próxima crisis podría detonarse por un shock externo, como antes, aunque con efectos amplificados vinculados a una crisis financiera derivada de la expansión del crédito al consumo e hipotecario de la etapa expansiva. Es posible tanto la explosión de una burbuja inmobiliaria como la ruta de la desaceleración progresiva del sector de construcción de viviendas asociada a las crecientes desproporciones entre el valor de las viviendas, los montos de los créditos y los menores aumentos en los ingresos de las personas.
Otra posibilidad de crisis es la implosión activada por el agravamiento de la enfermedad holandesa que amplía la heterogeneidad estructural y la desigualdad, donde conviven sectores y grupos de muchos activos y altos ingresos con amplias mayorías excluidas. En este camino, convergen elementos económicos y sociales que nos llevan hacia la ruptura. No hay que olvidar, ya que el pasado brinda enseñanzas para el futuro, que a mediados del siglo pasado el Perú pasó tardíamente del modelo primario exportador al de “sustitución de importaciones”. El primero colapsó por la menor demanda y menores precios internacionales. A estas circunstancias se sumaron las fuerzas internas de la migración y urbanización, nuevas exigencias sociales y los mayores patrones de consumo que se expandieron con la internacionalización del transporte y las comunicaciones. El modelo económico no fue capaz de amparar a la nueva estructura social. Los ajustes al modelo económico actual son imprescindibles y hay que estar preparados para conducirlos de la mejor manera posible.
Enviado por ELOY ZEVALLOS SOLANO (no verificado) el
Enviado por Raúl Hernando S... (no verificado) el
Un análisis suficientemente profundo y claro para entender que el camino por el que estamos siguiendo desde hace varios años es más frágil de los que muchos piensan. Felicitaciones.
Apreciados amigos:
Mientras no desarrollemos educación de calidad, en sus diferentes niveles, no saldremos nunca de la pobreza, puesto que la riqueza o pobreza de una nación se mida por la calidad de su educación superior, la cual dará valor agregado a nuestros recursos naturales y no simples exportadores de materia prima. Tenemos que transformar la curva de la sonrisa privilegio de las grandes transnacionales, en carcajada nacional, pero para ello tenemos que desarrollar educación de calidad, ciencia y tecnología, combatiendo frontalmente la corrupción. Retos del siglo XXI.