2015 desacelerado; ¿lección aprendida?

2015 desacelerado; ¿lección aprendida?

Armando Mendoza Economista de Oxfam
Ideele Revista Nº 249

Escasamente hemos pasado el primer trimestre del 2015, pero los signos son más que evidentes: este será un mal año en lo económico y lo social. El crecimiento del producto interno se ha reducido, las exportaciones caen, la inversión privada no despega, y la inversión pública tampoco da para mucho. En suma, un escenario poco alentador en el que se multiplican las noticias negativas. Más allá del predecible optimismo que el Ministro de Economía pasea por los foros nacionales e internacionales, podremos considerarnos afortunados si cerramos el año con un crecimiento del PBI que se acerque al menos al 3%; lo que además no bastara para generar empleo suficiente para los jóvenes que entran este año al mercado laboral o para una reducción sustancial de la pobreza en el país.

Lo interesante es que este contexto negativo para el 2015 no es inesperado o fortuito. Quien se tome el trabajo de revisar diarios y páginas web, constatará que desde buen tiempo atrás muchas voces ya señalaban que el auge de las materias primas que nos benefició durante la pasada décadas llegaba a su fin, que nuestra economía mostraba ya los primeros indicios de estarse frenando, que el famoso “piloto automático”no daba para más y urgía adoptar medidas alternativas para sostener el ritmo del crecimiento.

En efecto, tras el pico histórico logrado en el 2012, el valor de nuestras exportaciones ha decaído gradualmente, reflejando una diversidad de factores que vienen afectando la economía global y por ende la demanda por las materias primas que producimos: la desaceleración del crecimiento en China, la lenta recuperación de la economía estadounidense, la incertidumbre respecto a la crisis financiera en la Unión Europea, entre otros. Ninguno de estos fenómenos fue imprevisible o repentino, como tampoco ha sido inesperado su impacto negativo sobre nuestra economía; pero las autoridades peruanas tarde y mal han reaccionado y las perspectivas ahora son que tras un 2014 complicado, este 2015 no nos ira mejor.

 Más allá del predecible optimismo que el Ministro de Economía, podremos considerarnos afortunados si cerramos el año con un crecimiento del PBI que se acerque al menos al 3%

Lo más preocupante quizás es que la respuesta desde el gobierno frente a la desaceleración, además de tardía sólo puede calificarse como atolondrada y cuestionable. Desde mediados del año pasado una retahíla de “paquetazos reactivadores” se han sucedido: en realidad más una lista de lavandería de favores pactados con diversos sectores empresariales que una propuesta coherente para relanzar y transformar estructuralmente nuestra economía. Frente a la tormenta que se avecina, nuestra respuesta es meternos más en el agua y redoblar la apuesta por un modelo basado en la gran inversión, especialmente en las industrias extractivas, cuyas limitaciones son harto conocidas.

Pero entonces, si este 2015 tiene el sabor de crónica de una crisis anunciada, ¿Por qué no se actuó en su momento para prevenirla o aminorarla? ¿Por qué no se tomaron con tiempo medidas razonables y razonadas? ¿Por qué, como tantas veces en el pasado, se actúa tarde mal y nunca?. La respuesta es tan simple como desalentadora: porque como otras veces en el pasado, ganó la complacencia y displicencia de nuestras autoridades, carentes de la visión y la voluntad para imaginar y construir un país diferente. Como el guano, el caucho o la anchoveta, el auge de los metales repite el patrón de un estado carente de la visión y la voluntad para; más allá de la bonanza pasajera y superficial; sacarle realmente el jugo a sus recursos naturales.

El Perú es un país casado con el modelo primario exportador y, así, nuestra abundancia de recursos naturales; particularmente minerales; ha condicionado, condiciona y condicionara nuestra estructura económica. Hasta cierto punto resulta lógico, así como también es lógico que estas riquezas sean explotadas de manera racional y equilibrada, maximizando los beneficios y minimizando los perjuicios, particularmente en sus aspectos más conflicticos, como el medioambiental.

Lo que no es ni lógico ni aceptable es que un país se encajone de buen grado en el rol de proveedor de materias primas baratas, postergando los esfuerzos por diversificar y desarrollar su aparato productivo. Y eso es lo que ha pasado con el Perú en estos años de auge de las materias primas. Este encajonamiento no ha sido un hecho casual. En las últimas décadas las políticas públicas; o la ausencia de las mismas; nos han llevado gradual e inexorablemente a atarnos alas materias primas, adictos y sujetos a sus ciclos de auge y depresión que son bien conocidos, pero que parece que en el Perú las autoridades y los tecnócratasrecién están descubriendo.

Comparando la estructura productiva del Perú en los años 60 con la presente se podrá comprobar con sorpresa y amargura lo similares que son: dejemos de lado por un momento nuestros smartphones y laptops y veremos que hoy somos prácticamente lo mismo que éramos décadas atrás: una economía poco desarrollada, con un sector manufacturero incipiente, y fuertemente dependiente de las actividades extractivas. 50 años no son nada, parece, o al menos no bastantes como para transformarnos en esa promesa tanta veces hecha de país desarrollado.

 Frente a la tormenta que se avecina, nuestra respuesta es meternos más en el agua y redoblar la apuesta por un modelo basado en la gran inversión, especialmente en las industrias extractivas

Este fenómeno de encasillamiento de nuestra estructura productiva refleja una realidad: la incapacidad de nuestra clase política para establecer políticas de estado en el Perú que efectivamente generen y alimenten cambios estructurales. Temas críticos para el país como la diversificación productiva, el desarrollo industrial, o la generación de mercados internos, han ocupado un lugar secundario en la agenda del estado. Seguimos siendo una economía altamente dependiente y vulnerable, poco competitiva y que genera poco valor agregado, y que una vez pasado el periodo de auge encara un panorama incierto. Que sea sies responsabilidad que recae directamente en los gobiernos,  actual y anteriores, que desaprovecharon la bonanzay descuidaron las bases para un desarrollo sostenible.

¿Que tenemos entonces? Más allá de los “paquetazosreactivadores” que no han reactivado mucho, lo que tenemos es la fuga a un futuro que en realidad es más del pasado: aguantar y esperar hasta que el próximo auge de las materias primas llegue y nos levante. Lamentablemente, seguimos siendo un país sin estrategia ni visión, y que hasta que no aprenda su lección continuara repitiendo los mismos errores del pasado.

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