2016, el Congreso como primer poder del estado
2016, el Congreso como primer poder del estado
Es muy posible que en los próximos cinco años el Congreso peruano tenga un papel decisivo, sea que gane PPK o que KF complete su faena y obtenga el ejecutivo y legislativo.
En el primero de los escenarios, la situación es crudamente simple: el ejecutivo presidido por PPK no podrá hacer casi nada sin el visto bueno de la mayoría absoluta de los fujimoristas en el Congreso. Hay varias opciones en este escenario: la primera, improbable, que PPK pretenda polarizar. Y es improbable porque difícilmente PPK decida gobernar en crisis permanente y quizás al filo de una crisis de gobierno. La segunda opción es una especie de cogobierno PPK-FP en el congreso e incluso, parcialmente, en el ejecutivo. Esto parece bastante racional, pero, vistas las cosas desde el punto de vista del fujimorismo, este perdería demasiado con miras a las siguientes presidenciales. Se lo vincularía con la derecha tradicional, a la que el primer fujimorismo (1990-2000) trató con desdén y de la que no perdió la oportunidad de distanciarse, algo que es parte de su éxito para engancharse con amplios sectores populares.
Es probable, entonces, que se configure una relación de colaboración entre el ejecutivo y el congreso, sin pacto expreso y con ciertas confrontaciones puntuales. Un proceso fácil de formular pero difícil de administrar, entre otras razones porque habrá una oposición minoritaria pero activa que buscará poner en evidencia el juego de fintas —sin disputa efectiva— entre el oficialismo y el fujimorismo formalmente opositor.
En caso de obtener la victoria KF, gobernar solos será una fuerte tentación, sin que les importe mucho lo que piense el resto del Perú político. No obstante, el fujimorismo correría el riesgo de un rápido desgaste porque soportaría presiones políticas de derecha e izquierda, y esto le exigiría gestos de inclusión política para ganar legitimidad. En rigor, a KF le conviene plantear una alianza con la fuerza derrotada de la segunda vuelta: PPK, quizá incluso “sacrificando” algunos ministerios o comisiones protagónicas en el congreso: una especie de pacto nacional bajo su control y hegemonía. No hay que olvidar que una nueva derrota de PPK sacaría a su líder de manera definitiva de cualquier proceso electoral posterior; más aun, es probable que en caso de derrota, transcurridos unos meses el pepekausismo se disgregue. Un gesto como el mencionado no equivaldría, entonces, a fortalecerlo con miras a las siguientes elecciones. El movimiento de César Acuña, con alrededor de diez congresistas, podría formar parte de esta alianza. No pueden descartarse tampoco acuerdos Apra-Fujimori —han tenido acercamientos en los últimos diez años—, pero es difícil imaginar un pacto de gobierno.
En síntesis, sea quien sea el triunfador de la segunda vuelta y sea cual fuere el escenario que se concrete, el congreso será un espacio central de la política peruana en los próximos años. Desgraciadamente, no quiere decir esto que mejorará su calidad deliberativa ni que su representación será más eficaz, pero sin duda será el ámbito privilegiado para el acuerdo y la confrontación del Perú oficial.