Alabaré
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Durante cinco siglos el reinado estuvo asegurado. No se produjeron cambios religiosos que hicieran temblar las estructuras de la Iglesia católica, ni masivas migraciones a otros cultos. Pero en la década de 1970 empieza la explosión evangélica, sobre todo de los pentecostales en los sectores populares de toda América Latina. La Iglesia católica decidió ponerse unas anteojeras más grandes que el Museo del Vaticano por treinta años, hasta que la realidad le explotó en la cara. Esas miniiglesias que funcionaban en los garajes de los barrios marginales de capitales y provincias la estaban depredando y dejando sin un buen número de sus feligreses.
A fines de los años 80 José Luis Pérez Guadalupe acababa de terminar la carrera de Teología – faltaban muchos años para que obtuviera un master en criminología, se convirtiera en presidente del Instituto Nacional Penitenciario y luego en Ministro del Interior– y percibía que un fenómeno de masas estaba tomando cuerpo, que había que enfrentarlo, no negarlo y tomar cartas en el asunto. Pero, para su sorpresa, no se produjo una reacción rápida.
Muchos años después, el diagnóstico es grave: En América Latina la Iglesia católica ha perdido un tercio de su histórica feligresía. Y el crecimiento evangélico es casi proporcional al decrecimiento católico.
“Comencé a interesarme por el movimiento evangélico, por su metodología de evangelización y por su innegable crecimiento numérico, a costa del decrecimiento católico. En ese momento, a nivel social las iglesias evangélicas pasaban casi inadvertidas, y a nivel religioso la Iglesia católica trataba a todos los que no pertenecieran a ella como ‘sectas’, con un evidente tufillo de superioridad y arrogancia”, sostiene.
Allá por 1915 ocurre un hecho legal importante en el Perú: es el antecedente que permite entender la posterior avalancha. Ese año se eliminó el artículo 4 de la Constitución que impedía cualquier otro culto que no fuera el católico. Ello permitió la entrada de las iglesias evangélicas, aunque hay que señalar que su crecimiento fue de largo aliento y se dio a cuentagotas.
Al año siguiente se instalaron siete iglesias evangélicas en el país. Hasta 1940 la población evangélica no pasaba de 25 mil personas, aunque hubo un aumento considerable de misioneros y pastores. Según el censo de ese año, solo el 0,36% de la población peruana profesaba ese culto. En 1972 pasaron a ser el 2,5; en 1993 pasaron a ser el 4,7%; el 2007 pasaron a ser el 12,5%.
En la actualidad se calcula que son entre el 15% y el 18% de la población, mientras que el número de católicos ha disminuido y son ahora el 81,3%. Se puede afirmar que el despegue evangélico comienza en los años 70 y fue consecuencia de las grandes campañas y del crecimiento del movimiento pentecostal.
Pérez Guadalupe cree que existe una gran diferencia entre la evangelización católica y la evangélica. “El catolicismo se implantó de arriba hacia abajo, con apoyo del Estado y exclusión de competidores. Las religiones evangélicas crecen de abajo hacia arriba como parte de la apertura al pluralismo religioso. La confesionalidad católica fue impuesta por los conquistadores, mientras que la evangélica es voluntaria, personal y militante”.
Los católicos menospreciaron a los que se alejaron de su rebaño. Dijeron “son pobres, se van por un plato de lentejas”. Negaron la realidad y trataron de distorsionarla. También se justificaron con la teoría de la conspiración (“tenemos muchos enemigos”).
Cuando en 1991 Pérez Guadalupe publicó su primer libro Las sectas en el Perú. Estudio sobre los principales movimientos religiosos en nuestro país fue ninguneado, y cuando insistió un año después con su libro ¿Por qué se van los católicos? fue mirado de medio lado. La Conferencia Episcopal Peruana prohibió su difusión porque los resultados de esa investigación dejaban mal parada a la Iglesia. El joven investigador realizó miles de encuestas a católicos en las que les preguntó sobre su nivel de compromiso como practicantes católicos, las debilidades de la Iglesia, los problemas en su metodología de evangelización y la llegada a sus feligreses. Como era de esperar, los resultados no fueron favorables a la institución.
Con los años esta negación se fue transformando en desconcierto, miedo y aceptación, pero para eso Pérez Guadalupe ya había escrito otros cuatro libros sobre el tema. ¿Y los evangélicos? Imparables, ganando presencia y territorio. Se puede decir que en este momento tienen una identidad latinoamericana, ministros locales y financiamiento propio, algo que no han podido lograr muchas congregaciones católicas. Incluso se empezó a hablar de un cisma católico.
Hace 20 años que los católicos están tratando de buscar explicaciones. El año 2007 se realizó la Quinta Conferencia General del Episcopado de América Latina de Aparecida, Brasil, y el entonces cardenal Jorge Bergoglio fue jefe del equipo de redacción del documento final.
“El enfoque fue distinto, había más conciencia. Ya no se hablaba de sectas y de lavado de cerebros. Se impusieron el reto de hacer una misión continental en América Latina. Es decir, hubo un reconocimiento de que algo pasaba entre sus feligreses, que caminaban en sentido equivocado”, afirma Pérez Guadalupe, que habla con conocimiento de causa en tanto fue el encargado de la redacción del documento en cuestión, por encargo del ahora Papa.
¿Depende del cristal con el que se mire?
La socióloga y militante católica Catalina Romero sostiene que no está de acuerdo con el diagnóstico de su colega. Si bien reconoce que censal y estadísticamente hay una reducción del número de católicos, relativiza ese tipo de medición porque la cifra actual se está comparando con la del censo de 1940, una época y un país completamente distinto al actual, con una población bastante menor.
Argumenta: “Ahora somos casi 30 millones de peruanos, y 70% de éstos se definen como católicos. Vivimos en un país integrado en el que la Iglesia católica ha crecido mucho. Lo que se tendría que hacer es buscar el número de bautizados actualmente y compararlo con el número de bautizados en 1940. Lo que yo veo es que las iglesias están llenas los domingos y que la gente se vuelca masivamente a las calles cuando viene el Papa”.
Hace hincapié en que a partir de 1980 hay una separación iglesia-Estado y que hay más tolerancia y reconocimiento de otras religiones, lo que permite que su presencia pública aumente. Tienen la libertad para hacer proselitismo de manera abierta.
Romero no se hace problemas con el crecimiento de los evangélicos en la medida que también están dentro del paraguas cristiano. Comparten su veneración a la Santísima Trinidad y creen que el libro sagrado es la Biblia. “Es la misma religión, solo que practicada por comunidades distintas”, remarca. Le parece que, por el contrario, este pluralismo refleja que somos un país moderno, abierto y que la Iglesia católica ha aceptado la diversidad religiosa desde el Concilio Vaticano II. “¿Por qué la meta tiene que ser que todos sean católicos?", se pregunta.
Para la socióloga la penetración de estas nuevas iglesias en el país ha sido reciente y lenta, y no necesariamente se ha dado a costa de robarle fieles al catolicismo, a diferencia de lo que ha ocurrido en Chile donde los pentecostales llegan casi a principios del del siglo XX y donde definitivamente la Iglesia católica ha sufrido una merma. Agrega: “Acá han crecido mucho en la Amazonía que fue adonde llegaron primero”. También reconoce que la Iglesia católica se ha concentrado en las grandes ciudades, y que perdió el impulso expansivo que produjo una oleada misionera en el interior del país allá por los años 60.
Esta es una diferencia importante para Romero, quien recalca que las nuevas iglesias priorizan la evangelización y tienen un fuerte impulso misionero que se mantiene gracias a sus redes de apoyo internacional y la posibilidad de formar nuevas iglesias en cualquier sitio. Su estrategia de comunicaciones es bastante costosa y efectiva y utilizan los medios masivos para difundir su prédica. Lo otro que destaca es que no dependen de un clero formal con una sólida formación teológica y sin la posibilidad de hacer una vida laica. Como podremos apreciar si sintonizamos alguno de sus canales de televisión, a sus pastores no se les exige mayores requisitos para ejercer el sacerdocio, salvo tener un floro apabullante.
Sin embargo, cuando le preguntamos sobre la crisis vocacional católica, nos aseguró que no existe. “Si vamos a las estadísticas hay 1000 sacerdotes más, una cifra que supera a todas las que se habían dado en el Perú. Incluso estamos exportando curas”, añade.
Las ramas evangélicas
La historia de las iglesias evangélicas en el país es más o menos reciente en comparación con la católica. Tiene apenas poco más de un siglo y su crecimiento ha sido ascensional en las últimas décadas.
En 1895, cuando en el Perú se instalaba el gobierno de Piérola, empezaron a asentarse las primeras. Eran extranjeras, principalmente de la vertiente calvinista y anglicana. Pero no podían predicar de manera libre, porque estaba prohibido por la Constitución, y debían hacerlo a puerta cerrada. Esas iglesias no solo colisionaban con la fe católica, sino con el poder político que ostentaba el clero católico.
Pero en medio de esa persecución, los cazadores de herejes cometieron un error. Se metieron con el hombre equivocado: Francesco Pensotti. Se trataba de un ítaloperuano metodista con mucha influencia. El tiro les salió por la culata. En breve tiempo excarcelaron a Penzotti y se generaron las condiciones para que hiciera proselitismo de una manera menos clandestina. El movimiento a favor de la libertad de Penzotti generó una ola de simpatía hacia el protestantismo.
"El boato ya no es mal visto, sino más bien alentado; el bienestar económico individual está en los planes de Dios, y mientras más derroche, mejor visto desde el cielo".
Era progre Las iglesias evangélicas, que ahora son lo más conservador de la cristiandad, no siempre lo han sido. De hecho, el movimiento de las iglesias históricas (luteranismo, calvinismo y anglicanismo) fue contestatario del poder católico y romano. En el siglo XVI, Martín Lutero y Juan Calvino denunciaron la corrupción del Vaticano y sostuvieron que la práctica católica se alejaba del sentido de las escrituras. Eran tiempos en los que el perdón se podía comprar. La mejor forma de expiar los pecados era mediante las indulgencias, una especie de indulto en la vida eterna. Salía a cuenta para las arcas del Vaticano, pero causaron la indignación de Martín, Juan y sus seguidores, quienes protestaron contra esa forma de administrar justicia divina. De ahí nacen las primeras iglesias protestantes. El anglicanismo siguió otro proceso. Empezó con la ruptura del rey de Inglaterra, Enrique VIII con el Vaticano por un impase personal: le prohibieron divorciarse de su esposa Catalina de Aragón y casarse con Ana Bolena. Pero el problema era político y no religioso. De esta corriente se derivó el metodismo, que en su origen fue crítico, no solo de la curia católica y anglicana, sino del mismo sistema económico y social: los metodistas se oponían a la esclavitud. El progresismo dentro de la Iglesia evangélica también tuvo su hora en el país. La vocación por evangelizar en los sectores más pobres puso en contacto a sus miembros con una realidad de la que no se hablaba en sus misas. Muchos pusieron en debate la manera en que asumían la fe en un contexto en que el Perú se desangraba y donde las principales víctimas eran los pobres. Así como en la Iglesia católica se gestó la Teología de la Liberación, en lasiglesias evangélicas hubo un movimiento ecuménico que compartió espacios con estos católicos. Actualmente esta iniciativa se ha dispersado. Amat y León cuenta que algunos de quienes lo acompañaron en la apuesta por este evangelismo comprometido, ahora están como asesores de los neopentecostales políticos. Otra idea generalizada es que los evangélicos son más tradicionales y restrictivos en la vida personal. Es cierto que en la mayoría de iglesias se prohíbe tomar licor y otras expresiones “del mundo”, pero los neopentecostales son menos rigurosos: la recomendación es que lo sepan hacer sin escándalo, que es lo que Dios no perdona. El pecado es manejable. En cuanto al sexo, en algunas iglesias evangélicas hay más amplitud. La mayoría de pastores son casados y tienen familia. Además, el sexo no lo conciben solo con fines reproductivos y admiten los métodos anticonceptivos modernos. El rol de la mujer es otro aspecto en el que llevan ventaja a los católicos esas iglesias. Si bien existe un predominio masculino entre los pastores que restringe la participación de la mujer, hay muchas otras en las que las mujeres pueden realizar una misa. |
En 1910 se llevó a cabo la Conferencia Misionera Mundial (World Missionary Conference), en Edimburgo, Escocia, considerada la primera reunión ecuménica de alcance internacional. En este encuentro se llegó a la conclusión de que América Latina ya estaba evangelizada por el catolicismo, y que no había nada más que hacer en esos lares.
Pero no todos estuvieron de acuerdo con esa conclusión. Hubo quienes consideraron que el catolicismo no iba a darse abasto y que, más bien, se trataba de un terreno si no virgen, sí fértil. No se equivocaron: un siglo después la realidad les dio la razón. Los que llegaron a esta región fueron, entonces, los disidentes de Edimburgo, en su mayoría provenientes de Estados Unidos.
Hasta antes de 1950 el movimiento protestante fue básicamente misionero. Luego las iglesias que se establecieron se caracterizaron por una lectura cerrada de la Biblia, y por ser conservadoras y proselitistas.
Las vertientes de la iglesia cristiana no católica son cuatro: la protestante, la evangélica, la pentecostal, y aquellas que son consideradas como sectas (mormones y testigos de Jehová, quienes tienen otros libros fundamentales, además de la Biblia). A veces se confunden, pero tienen marcadas diferencias.La corriente mayoritaria en el Perú y en el mundo es de lejos la Pentecostal, una mezcla del Movimiento de Santidad y la Iglesia metodista, que a su vez es una derivación de la Iglesia anglicana.
El Movimiento de Santidad reivindica a John Wesley, fundador del metodismo, y sus enseñanzas respecto a la purificación del cuerpo y del alma. Para esta corriente la santificación no está destinada a los seres excepcionales, sino que es un camino que puede ser alcanzado por todos los creyentes que logren una profunda experiencia espiritual de renuncia al pecado que los acerque a la perfección.
Los pentecostales llevan al extremo los postulados de este movimiento. Radicalizan la experiencia de santidad vinculándola a la venida del espíritu santo en Pentecostés, la fiesta de la cosecha judaica que aparece en el Libro de los Hechos. Cuentan que ese día hubo señales del cielo y los hombres empezaron a hablar en lenguas distintas.
Los pentecostales tomaron esto literalmente. Por eso afirman que quien verdaderamente ha recibido al Espíritu Santo habla lenguas distintas, y reproducen sonidos que ellos llaman la lengua de los ángeles. Además, se caracterizan por llevar una vida austera y predicar entre los sectores más humildes. Si uno recorre los cerros que bordean Lima, o camina por las zonas ruralesmás alejadas, siempre encontrará una iglesia pentecostal.
A mediados del siglo pasado aparecen en escena los neopentecostales, también conocidos como el Movimiento Carismático: una corriente de renovación evangélica que empezó a expandirse. Según los estudiosos, si bien toma como base al pentecostalismo, niega sus fundamentos. Para ellos hablar en lenguas es una de las muchas señales del espíritu santo, no la única e indispensable. La austeridad no es una de sus características, sino todo lo contrario: son los creadores de la “teología de la prosperidad”, y, por supuesto, no predican a los pobres sino a la clase media y a aquellos que están en tránsito a ella.
La “teología de la prosperidad” se aleja radicalmente del evangelismo clásico. El boato ya no es mal visto, sino más bien alentado; el bienestar económico individual está en los planes de Dios, y mientras más derroche, mejor visto desde el cielo.
Los pastores carismáticos han entendido que deben de predicar con el ejemplo; por ello no se esfuerzan por ocultar lo bien que les va. No han sido pocas las iglesias que han sido denunciadas e investigadas por lavado de dinero. En el Perú, hace poco se reveló la investigación sobre Agua Viva. El llamativo incremento de su capital y la última adquisición del Coliseo Amauta han despertado sospechas en la Dirección de Lavado de Activos de la Policía Nacional.
La pasión según Óscar
Toda esta historia la conoce al dedillo y nos la ha relatado el pastor y sociólogo Óscar Amat y León, que ha transitado por diversas identidades cristianas. De católico, apostólico y romano pasó a evangélico, para finalmente anclar, hace cinco años, en el luteranismo.
Su viaje hacia adentro se inició en la adolescencia. De niño había sido muy católico, iba a la misa todos los domingos, comulgaba y se confesaba de manera habitual. Hasta que en quinto de media su inquebrantable fe católica comenzó a flaquear cuando descubrió que otras opciones eran posibles: uno de sus compañeros de clase- el último del salón- regresó diferente de las vacaciones. Óscar, quien siempre había disputado los primeros puestos, se encontró de pronto escuchando con atención a alguien que tenía graves problemas para expresarse, pero que hablaba con convicción inquebrantable de una iglesia diferente a la suya. Solo la Biblia los hermanaba.
La primera persona a la que recurrió fue a su profesora de religión. Ella le dio algunas pautas que no le sirvieron de mucho: el bichito ya estaba instalado. Al no obtener respuestas que lo tranquilizaran recurrió a las escrituras. Ese fue el inicio de todo. Al culminar el año escolar había iniciado un viaje de no retorno, pero aún no lo sabía.
En 1984 ingresó a la Pontificia Universidad Católica del Perú y descubrió que en su propio salón de clase había un pastor evangélico, quien lo contactó con un colectivo de estudiantes provenientes de distintas iglesias que se reunían para estudiar la Biblia. Ellos le recomendaron que elija una iglesia que quedara cerca a su casa. Luego de buscar un poco, Óscar optó por la Alianza Cristiana y Misionera de Lince.
Luego de unos años empezó a notar algunos aspectos que no le convencían del todo. La Alianza Cristiana y Misionera estaba dirigida a las clases medias y el proceso interno por el que atravesaba lo llevó a buscar una iglesia asentada en sectores más pobres.Fue así como recaló en la Iglesia Evangélica Peruana, la primera organización evangélica sin tutela extranjera en el país.
“Ese camino también tenía sus contradicciones. A pesar de ser gente de extracción humilde, sus aspiraciones eran semejantes a los de la Alianza Cristiana y Misionera. Yo buscaba una comunidad eclesial de base equivalente a las que promovían los católicos de la Teología de la Liberación. Estuve unos ocho años en una iglesia de un barrio de obreros en Mirones Bajo y fui elegido pastor”, recuerda.
Pero poco a poco le fueron cerrando los espacios. Añade: “Tuve algunas intervenciones en la búsqueda de la justicia social en los años 90. Nos llegaron a decir que éramos comunistas infiltrados. Dentro de mi propia iglesia se formó un bloque conservador y otro liberal en el que estábamos los que habíamos estudiado en las universidades y estábamos contagiados por la Teología de la Liberación.”
Óscar siguió estudios de teología en un seminario metodista y continuó activando en el grupo universitario de la PUCP. En la universidad podía explorar temas que no eran bien vistos dentro de su comunidad religiosa. Los tiempos ya no eran los mismos y existían otras inquietudes sociales. El país ya no se desangraba en un espiral de violencia, pero otros temas se hacían visibles: los derechos de la mujer y la comunidad LGTG, que eran tabú tanto para los católicos como para los evangélicos.
La profundización en estos tópicos, además de las contradicciones que ya se habían expresado durante el periodo de violencia política, fue determinante para que Óscar se aleje de la Iglesia Evangélica Peruana. Era hora de buscar una nueva y definitiva morada para su fe.
Para Amat y León el proselitismo de los evangélicos tiene un aspecto positivo y otro negativo: “Por un lado están ahí, dispuestos siempre que una persona está en una búsqueda espiritual, pero a la vez aprovechan muchas debilidades personales, fracturas internas y no respetan tiendas ni fronteras”, precisa.
Después de un largo trajinar, este estudioso y practicante parece haber encontrado su morada de fe: la Iglesia luterana. Óscar Amat y León es uno de los pastores de Cristo Rey, una de las más concurridas iglesias luteranas que existen en Lima. Según refiere, se trata de una iglesia inclusiva: pueden asistir sin distinción heterosexuales y homosexuales. El luteranismo al que pertenece –porque los hay de muchos tipos y colores- permite que las mujeres se ordenen. También toman alcohol y hacen el amor sin restricciones ni remordimientos de conciencia.
Al señalarle que aquellas características son muy progresistas, responde con picardía: “pero si siempre lo hemos sido”. Lo dice pensando en el fundador de su iglesia, aquel rebelde y provocador llamado Martín Lutero.
Región tropical
El caso de América Central (Honduras, Guatemala, Nicaragua, El Salvador) es por demás elocuente. En esos países hay, en promedio, 40% de evangelistas. Estamos a las puertas de un empate Iglesia católica – Iglesias evangélicas. En Honduras y Guatemala, por ejemplo, el 41% de la población es evangélica y 47% es católica. Se ha tratado de entender el fenómeno por la cercanía a los Estados Unidos y el poder expansionista de los evangélicos de ese país, pero el argumento pierde fuerza cuando se introduce el caso mexicano en el que el crecimiento evangélico es solo del 10%.
La teoría de que los países con instituciones débiles y desgobierno son caldo de cultivo para el crecimiento evangélico se tambalea cuando vemos que el diputado y cantante evangélico Fabricio Alvarado acaba de ganar la primera vuelta de las elecciones en Costa Rica, un país pequeño pero con las instituciones más consolidadas de esa región.
"La agenda que comparten los grupos políticos conservadores (de mayoría católica) y los evangelistas gira alrededor de la moral provida y familia".
Por el momento, lo único que se puede decir con certeza es que la evidencia está ahí, y que los desinstitucionalizados y hasta hoy marginados evangélicos encajan muy bien en esas tierras calurosas. Empiezan siendo pequeños grupos en iglesias de cochera de zonas populares y algo empata, hace click.
Según las cifras que muestra el libro Entre dios y el César. El impacto político de los evangélicos en Perú y América Latina que acaba de publicar Pérez Guadalupe, Brasil, el país con más católicos en el continente, en 18 años (1995 – 2013) ha bajado 15 puntos su porcentaje de catolicidad, mientras que los evangélicos aumentaron 13 puntos en el mismo periodo. Ecuador y Paraguay son los únicos países de América Latina que superan el 80% de catolicidad, mientras que en otros países crece más la no afiliación religiosa que los propios evangélicos. Por ejemplo, Uruguay cuenta con un 38% de población sin afiliación religiosa, 13% de evangélicos y 41% de católicos.
Hasta hace 10 años las sociedades se estaban recristianizando, pero en los últimos tiempos un sector de jóvenes se ha apartado de las religiones y una región conocida por ser profundamente religiosa, como América Latina, ha dejado de serlo. “No hay una razón para la deserción. Las razones son diferentes, es algo individual principalmente. Si no hay una experiencia personal, no hay experiencia de conversión religiosa”, afirma Pérez Guadalupe, quien ha establecido tres etapas en el proceso de los que migran del catolicismo a otras religiones y que empieza con el encuentro personal con Jesucristo, ése que les cambia la vida. En este proceso el papel de los chirriantes pastores es fundamental para lograr que experimenten esta conexión de alto voltaje. De manera paralela se les integra a la vida comunitaria donde se sienten acogidos y valorados. La última etapa consiste en incorporarlos a los grupos de estudio de la Biblia, que probablemente lean por primera vez.
Le preguntamos a Pérez Guadalupe si ha existido una estrategia consciente para quitarle la hegemonía a los católicos. Responde: “Sí, en cuanto a la evangelización. ‘Lima al encuentro con Dios’ es una estrategia muy bien pensada. Además, al crecimiento numérico de los grupos evangélicos se ha sumado el crecimiento en el impacto y en la repercusión que tienen hoy día en la sociedad; ya no solo en la vida pública en general, sino concretamente en el ámbito de la política partidaria. Es evidente que los evangélicos ya no solo buscan acabar con el monopolio religioso católico en el continente, sino con su hegemonía religiosa y política”.
En Entre Dios y el César se refiere a otra etapa del movimiento evangélico, que se inicia hace unos 30 años.La participación en política es un nuevo interés de estas iglesias, otro paso en su expansión. Pero para llegar a este momento necesitaron de décadas de trabajo de hormiga que han dado sus frutos .
“Estos nietos de protestantes europeos, hijos de los conservadores ‘evangelicals’ y de los pentecostales norteamericanos; estos exmarginados sociales y religiosos, invisibles en las encuestas sociales llegan a la mayoría de edad y se alzan con banderas políticas en todo el continente, partiendo de sus convicciones religiosas empoderados por la fuerza de sus votos, debido al número creciente de sus miembros”, puntualiza.
Existen centros en Estados Unidos en los que se promociona esta incursión, sin tener un plan estratégico en blanco y negro,debido al estilo medio anárquico que adoptan estas iglesias. Pero no ha sido casual que en toda América Latina, los evangélicos entrasen en política en la década de los 80, a la misma vez. Al respecto hay que resaltar que ninguno de los partidos que fundaron ha ganado elecciones. “Todos han fracasado por su ADN atomizador. Afirmo que no existe voto evangélico. Son advenedizos en política, son pastores políticos. Ellos creen que Dios les ha dado esa misión”, afirma Pérez Guadalupe.
Amat y León coincide: “Los evangélicos terminan votando por quien mejor les parece. El voto no es dirigido”. Y añade que este interés en la política está relacionado a la idiosincrasia neopentecostal. “Ellos tienen el imperativo de ser los primeros en todo, la humildad como rasgo característico del cristianismo también se ha dejado de lado. Mientras que el evangélico clásico debe ser muy reservado, el neopentecostal está llamado a deslumbrar en un mundo al cual ya no niegan, y buscan imponerse en aspectos tan diversos como el cuidado personal, el éxito económico y la política”.
Si el discurso del cristiano convencional versa sobre la promesa de vida eterna en otro mundo, la corriente neopentecostal hace una oferta más atractiva: un 2 x 1. El éxito está en el más allá, pero también en el aquí y ahora. Y las consecuencias en el ámbito social no se hacen esperar: algunos líderes evangélicos pretender extender su militancia religiosa al fuero público y convertir ese capital religioso en un rentable capital político. Conquistar el mundo, conquistar la política es parte de los cambios introducidos.
De esta manera han surgido partidos confesionales que sirvan como brazos seculares de sus iglesias, con la intención de equipararse o simplemente reemplazar a la Iglesia católica que, dicho sea de paso, hasta ahora no han ganado una sola elección, por lo que la tendencia del neoconservadurismo evangélico neopentecostal es aliarse a las fuerzas políticas más conservadoras. Esto se deriva de la influencia norteamericana donde el voto evangélico es básicamente republicano.
En el Perú, de los cinco evangélicos en el Congreso, tres son de Fuerza Popular y los otros dos han sido fujimoristas. La agenda que comparten los grupos políticos conservadores (de mayoría católica) y los evangelistas gira alrededor de la moral provida y familia. Es una alianza interesada y oportunista para mantener ese tipo de valores cristianos retrógrados. Con mis hijos no te metas y todo el alboroto en torno a la igualdad de género son algunas de sus recientes expresiones.
En los últimos años la intervención de los evangélicos en política se ha incrementado de manera notoria. En el anterior Congreso estuvo Michael Urtecho, miembro de la neopentecostal Agua Viva de la que ha sido expulsado, además de haber sido desaforado del Congreso por habérsele detectado delitos de corrupción.
Hoy en día, en el Parlamento, el movimiento cuenta con algunos congresistas: el más célebre es Julio Rosas, aquel que desertó del fujimorismo cuando Keiko Fujimori se puso en modo Harvard con miras a las elecciones y le introdujo toques liberales a su discurso. Antes estuvo Humberto Lay, actual postulante a la alcaldía de Lima, quien antes fue pastor de la Alianza Cristiana y Misionera,a la que dividió para irse con los carismáticos. Así pudo realizar su sueño de la iglesia propia y fundó la Iglesia Emanuel, y el sueño del partido propio con Restauración Nacional. En las últimas elecciones renunció a la plancha presidencial de Cesar Acuña, tras las denuncias contra éste.
Esta estrecha relación con la peor parte del estamento político solo confirma que el reino de los neopentecostales sí es de este mundo.