Antonio Gálvez Ronceros: ”En provincias se ejerce el poder por el color de la piel”

Antonio Gálvez Ronceros: ”En provincias se ejerce el poder por el color de la piel”

Patricia Wiesse Directora de la Revista Ideele
Gerardo Saravia Editor de la Revista Ideele
Ideele Revista Nº 270

Foto: Andina.

Meticuloso, parsimonioso y muy correcto al hablar. Buscador del término exacto siempre. Si fuera por él, se pasaría la vida contando historias. No sabemos cuántas ha contado en 84 años. Escucharlo se convierte siempre en una clase en la que introduce, expone, explica y pone ejemplos. Casi un monólogo, pero bien alejado de las tinieblas.

¿Ha mantenido el vínculo con Chincha?

En los últimos años no ha sido frecuente, pero yo he nacido y me he criado en Chincha alta. He vivido ahí hasta los 28 años.

¿Cómo hizo para estudiar en La Cantuta?

En esa época me mudé a Chosica para poder llevar a cabo mis estudios de educación. Yo estudiaba interno. Terminaban las clases en diciembre y me iba los tres meses de verano a Chincha donde tenía mis amigos. Ellos eran de mi edad y nunca estudiaron en la universidad, pero eran los amigos que venían desde el fondo de mi vida. En provincias no había un local en el que uno se reunía. Las reuniones que realizábamos en Chincha alta eran en la esquina del barrio. Le llamábamos barrio a cada calle, a diferencia de otros lugares del país en los que la palabra barrio significa un conjunto de viviendas que ocupan más de una calle. Yo soy del barrio de San Carlos donde tenía mi domicilio y mis amigos.

¿Considera que ese era su círculo más íntimo? ¿Más que el de los amigos que hizo en la universidad?

Es que los universitarios de La Cantuta procedían de diferentes lugares del Perú y regresaban a sus provincias en vacaciones. Di un examen en el colegio en el que había estudiado y me gané una beca que daba la Escuela Normal en cada departamento del país para la especialidad de primaria, secundaria común y secundaria técnica.

En Chincha hubo durante muchos años un solo colegio de secundaria de varones y otro de mujeres. Tirios y troyanos estudiábamos en el colegio Pardo. Había gente de clase baja, media y gente de mucho dinero.

¿También había afrodescendientes?

No. En todos los años de secundaria solo conocí a un afrodescendiente que estudiaba ahí, que era un buen atleta por lo demás. Como la ciudad era relativamente pequeña, la gente afrodescendiente había llegado de la zona del latifundio a vivir en unas casas de la periferia de la ciudad. Yo recuerdo haberle escuchado contar a mi madre, que fue maestra de una escuela de primaria, que el director había dicho que no se iba a recibir a ningún negro. Así ha sido siempre el Perú. Sospecho que a ese director le daba vergüenza que la gente se entere de que en el colegio que dirigía había alumnos negros.

¿La mayoría de ellos se quedaba analfabeto?

Así es.

¿Cuántos años ha sido profesor? ¿Dónde y qué enseñaba? 

Veintitrés años en el colegio Mariano Melgar de Breña. He sido profesor de secundaria y enseñé lenguaje. He escrito en el libro Cuaderno de agravios y lamentaciones once cuentos sobre lo que ocurre en los colegios. He tenido un problema con el fondo editorial de San Marcos que lo publicó. Todos los libros de esa editorial van a Internet, y a mí no me conviene.

Después estudió literatura en San Marcos.

 Sí, y también codirigí el taller de narrativa de la facultad de Literatura durante más de 20 años.

¿Cuándo le nació el deseo por escribir?

Empecé a escribir en La Cantuta. Primero me nació el apego hacia la literatura. Fui degustador de ella y después fui un aventurero que se lanzó a escribir. He reflexionado sobre ello: ese deseo me nació como consecuencia del modo como se enseñaba el curso de castellano. Insólitamente nos dictaban seis cursos semestrales de castellano. Se nos dijo que el instrumento básico del que iba a ser profesor era el lenguaje, y que tenían que  asegurar que el manejo de la lengua fuera lo más eficaz posible. En el colegio nos enseñaron el castellano en base a la gramática que siempre se siente muy rígida, muy dura. En La Cantuta nos lo enseñaron en base a las tres actividades del lenguaje: lectura, expresión oral y redacción. Cualquier conocimiento gramatical era mínimo y si había que explicarlo era porque estaba en función de los errores que el profesor había encontrado en los trabajos de redacción.

Y de esa manera descubre su facilidad por contar historias.

Así es. Resolví el problema a base de narración. Recurría a mi experiencia personal, rebuscaba algún hecho que pudiera ser el objeto de la redacción y lo encontraba. Yo echaba mano a hechos en los que había participado y los contaba imaginando algunas cosas más para mejorar la realidad. Y eso llegó a gustarme. Incrementé mis lecturas con la guía de los profesores. Teníamos una biblioteca y podíamos llevar los libros al dormitorio. Era una cosa formidable.

Sabemos que usted empezó a leer en la biblioteca municipal de Chincha alta.

Para mí fue una ventaja que mi madre fuera maestra. Ello es una garantía de que los hijos van a transitar por la actividad de la lectura probablemente como no se hace en otros hogares. Yo no recuerdo por qué fui a la biblioteca municipal que funcionaba en las noches, pero en esa época no había problema en que yo me desplazara de un lugar al otro en la noche. Algo que dijo el maestro o la maestra debe haberme animado. Quedaba en la plaza de armas de la ciudad y era muy grande.

¿Cuántos años tenía?

Tendría siete años porque mi padre ya había muerto. La sala de lectura era la primera y en ella había una mesa enorme, a una de cuyas cabezas estaba una señora de cierta edad avanzada. Yo le dije que había ido a leer un libro. Creo que no me creyó y me hizo leer dos titulares de los dos únicos periódicos que salían en Chincha. Después de convencerse envió a un trabajador a traer un libro pesado: era un tomo de El Tesoro de la Juventud que ella sabía que era un libro adecuado a mi edad. Cuando le conté a un amigo que la señora había dudado, él me dijo: “Lo que pasa es que esa señora te vio con la cara sucia”. Mi amigo estaba utilizando una metáfora. No era que tuviera la cara sucia sino que no era blanco, porque no lo soy. Ese es el punto. En provincias se ejerce el poder por el color de la piel.

Su padre era de Huancavelica.

Pero tengo tres hermanos blancos por ascendencia, aunque mi padre no ha sido un blanco blanco.

¿Cómo se conocieron sus padres?

Mi abuelo materno fue un chacarero que tenía un terreno de cultivo en una zona de la campiña cercana a Chincha alta. No sé por qué motivo mi padre fue compadre de mi abuelo cuando mi madre era muy joven. Ella nació en 1894 y mi padre en 1880 y tantos. Mi madre se casó con mi padre cuando ella tenía 17 años. Después de que nacieran algunos de sus hijos – eso tengo que preguntárselo a la mayor de mis hermanas que tiene 101 años – se mudaron a El Carmen donde yo nací. Yo era el menor. Pero al poco tiempo toda la familia regresó a Chincha alta.

"Tendría siete años porque mi padre ya había muerto. La sala de lectura era la primera y en ella había una mesa enorme, a una de cuyas cabezas estaba una señora de cierta edad avanzada. Yo le dije que había ido a leer un libro".

¿Qué sacó del contacto con la población afrodescendiente?

Me permitió conocerlos. Tenía amigos. Desde los 10 años llegué a ser muy amigo de un afrodescendiente de mi propia edad. Él es Víctor Martínez La Rosa, más conocido por el apelativo de Candela. Recuerdo que durante la vendimia, en un momento del verano en Chincha alta, su padre reaparecía arriando una piara de burros para cargar la uva que se cortaba para conducirla a una de las bodegas. En Monólogo de las Tinieblas lo he dibujado en tinta negra.

¿Y la forma de hablar se le quedó grabada?

Lo que más me ha servido han sido las referencias de uno de mis hermanos mayores que sí vivió en El Carmen hasta su adolescencia. Él conocía perfectamente el modo de hablar de los campesinos afrodescendientes. Me contaba historias, chistes, y así aprendí cómo hablaban. Ahora yo considero que poseo la llave para entrar a esa forma de lenguaje: ya es mío. Lo degusto y puedo beberlo como un gran catador de un vino maravilloso.

¿Ha visto en literatura ejemplos de una manera impostada o forzada de utilizar el lenguaje?

No hay literatura sobre afrodescendientes en el Perú. La imagen del negro de Matalaché es la de un semental. La imagen que yo doy en Monólogos de las Tinieblas es la del afrodescendiente en su vida cotidiana, sin tragedias, sin hechos sangrientos. Los negros la han pasado terriblemente mal como esclavos, y claro, hay un atisbo de eso en el libro porque es el peón negro que trabaja en el latifundio. El último cuento –Monólogo para Jutito– es una visión desde su niñez hasta su vejez y su muerte, con la sabiduría que llega a tener sobre hechos cotidianos. Termina prácticamente desamparado cuando se retira de ese trabajo. Como se dice en ese cuento: “Lo que tiabrán ido entregando día a día por tu tabajo se luabrán llevá fácilmente los años,comu el viento se lleva las cosas que naa pesan”, que es una imagen para indicar que no hay una vejez asegurada cuando no ha habido una remuneración justa.

¿Qué caracteriza a esta forma de hablar?

Algo muy resaltante es que probablemente su vocabulario sea muy escaso, pero la imaginación les ha otorgado una capacidad formidable de usar las comparaciones y lo hacen de manera brillante.

¿Usted ha realizado investigaciones o conocía las actividades que se realizaban en la zona rural, a los animales, la vida de las haciendas de esa época, las labores agrícolas propias de la zona?

Las conozco, no he necesitado investigar sobre ellas. Pero lo que he imaginado es el lenguaje para referirme a todo ello. “Ditingues lo pájaro por su canto y sabes qui árbol e anidan. Descubres por su güella opo su guito lo animale venenosos que se econden entre la yerba. Sabes cómo traete abajo a gavilán, de qué modo acallá perro embravecío…” Una serie de objetos, animales, formas de actuar que constituyen el objeto de aprendizaje de Jutito. Hay dos tipos de investigaciones: la antropológica y la lingüística. Ambas se realizan con una grabadora, con informantes, con cuestionarios. No he tenido que realizar una investigación lingüística ni reproducir exactamente lo que ellos han dicho porque eso se le va quedando a uno, de tal manera que puede inventar formas de lenguaje que tienen todas las características de su real modo de hablar. Lo que me interesa es la sensación de autenticidad.

Además pone las palabras en boca de personajes secundarios que son muchas veces los narradores.

Eso pasa en el cuento La yegua parada en dos patas en el que una de las cocineras que está en el corral es la que cuenta la historia. Ña Palmerinda, una mujer soltera que cumple años, va al corral porque hay un grupo de invitados que se ha puesto a trompear ahí. La narradora dice: “De repente entre los hombres de corral el vino atizó muy jodido una discusión como entre mulas, que se despancó en puñetes y pataas que caían en la busarda, las canías y las jetas”. Busarda es un término marino que se refiere a las panzas de los barcos y por asociación se refiere a la barriga. Se la he escuchado a los afrodescendientes del puerto de Tambo de Mora que tienen un modo de hablar un poco diferente, sin el candor de la ingenuidad que tienen los del campo. Y sigue: “Pronto hubo ahí una gran bola moveíza que hacía retumbá el suelo como siel mundo se hubiera salío e su sitio pavenise a roda en este corral”. Esto tiene el propósito de magnificar el ruido que están haciendo los trompeadores.

La forma de razonar, la creatividad del pensamiento afrodescendiente también está reflejado en su obra.

Aquí en uno de los relatos se muestra eso. En él lo peculiar ya no es el lenguaje sino la ideosincracia. “Un negro iba contando a otro negro un percance que había tenido. Decía: “Y te juro que me dio una cólera, ay pero una cólera que no se me pasaba”. – “Y cómo es la cólera” dijo el otro. “La cólera es como mascá piera, como mascá arena”. A qué persona de otro ambiente se le puede ocurrir este tipo de comparación.El humor está presente y aflora deliberadamente cuando el afrodescendiente se propone divertir al resto, pero no me interesa recoger eso en mis libros. Lo que me interesa es que el personaje no se dé cuenta de que está provocando el humor.“En eta vida hay tre clase de só. Só de prata, só de cielo y só de borica.” El personaje provoca el humor pero no es consciente porque esa es su forma de hablar.

Monólogo de las Tinieblas es el libro que motiva su reconocimiento como uno de los cuentistasmás importantes de literatura peruana.

Cuando yo empecé a escribir es porque ya estaba pensando en el libro. Sentí cierta capacidad de no meter la pata y fui andando lentamente. Como dicen es reconocido, y no solo en el Perú. Este libro se ha traducido al sueco. Ustedes dirán ¿pero cómo es esto? Un amigo que estudiaba sociología en San Marcos en la década del 70 se casó con una ciudadana sueca que vino a dirigir un proyecto con mujeres en el norte de Lima. Después se fueron a vivir a Suecia, y hace como cinco años estuvieron de visita acá en la casa y ella trajo el libro traducido al sueco. Recuerdo que me consultó algo sobre ese cuento Tres clases de só. Como se trata de la palabra sol ella quería utilizar la pronunciación “só”, y le dije que debía incluir en el pie de página la explicación de cada uno de los significados de sol en el Perú. Algo curioso es que ella me dijo que “só” también se usa para detener a las bestias en Suecia. Desgraciadamente, al poco tiempo de la visita, mi amigo me escribió diciéndome que a la señora le había dado cáncer y que el proyecto se había quedado trunco.

En ese cuento se utiliza la palabra negro. Antes nadie hablaba de los afrodescendientes.

Depende de cómo se use. A ellos les va a parecer muy raro que se les llame afrodescendientes. Fuera de ese ambiente me parece un término respetuoso. Cuando uno les dice negros a un conjunto de personas desconocidas, con los cuales no se tiene confianza, pueden pensar que se está utilizando el término con desprecio.

Hay un personaje que aparece en muchos de sus cuentos. Es el malísimo caporal. ¿Realmente eran así de perversos esos personajes en las haciendas de la costa sur?

Claro que sí. Por el tipo de trabajo que realizaba el peón agrícola, cualquier restricción podía sentirse como tremendamente dura. Por ejemplo, el trabajo empezaba a las siete de la mañana y a las once de la mañana tenían tanta sed que más de uno de la cuadrilla de lamperos que trabajaba los surcos necesitaba tomar agua de la botella que había traído, o refrescarse la cara con el agua de la acequia que corría al lado de terreno de cultivo. Entonces le solicitaban permiso al caporal que estaba sentado sobre el caballo o la mula, y éste les decía: “No pueden distraerse”. Eso tiene que haber sido terrible.

El caporal no aparece en Monólogo de las Tinieblas, pero en el cuento Joche es uno de los protagonistas.

No, por eso Monólogo es un libro que gusta a tirios y troyanos. No hay nada que pueda ser rechazado. Sin embargo, debo revelarlos a ustedes –digo ‘revelarles’ porque esto solo lo sabe la gente de mi casa– que he escrito un cuento que no puedo poner en este libro porque podría ser objeto de rechazo por parte de muchas personas. Se titula Ardulete de los brancos Adulete de los blancos. Ser blanco era negativo en ese ámbito. Y cuando lo publique no creo que se me vaya a tildar de racista inverso porque está referido a un tipo de blancos que son los propietarios de los latifundios. Esta es la historia: Una negra de edad avanzada se encontraba en una sastrería de la capital de provincia. Había ido por una prenda de vestir de uno de sus hijos que él mismo no podía recoger porque tenía que trabajar en una de las haciendas. Mientras el sastre estaba envolviendo la prenda escucho que la mujer decía: “¿Y ese qué hace ahí? El sastre dirigió la mirada hacia la casa de enfrente y vio a un anciano. Le dice a la mujer: “Usted debe conocerlo, señora. Durante muchos años ha trabajado en la hacienda donde usted tiene su domicilio. La negra contesta: “Claro que lo conozco. Fue caporal. Era un hombre malo. Desde su caballo solo tenía ojos para mirarnos y boca para mandarnos. Lo digo por mí misma porque mi marido murió muy joven y tuve que ir a trabajar con la lampa como cualquier otro hombre para poder alimentar a mis hijos. No quería que fuésemos a refrescarnos en la acequia, no quería que tomáramos agua. Y todo lo hacía porque era un ardulete de los dueños de la hacienda, un ardulete de los brancos. El sastre dice: “Debe estar enfermo”. La negra responde: “Debe estar enfermo porque era malo, porque era un ardulete de los blancos, no por otra cosa. Es el diablo quien hace ardulete de los brancos, no Dios. Por eso al caporal y a esos brancos que han amontonado mucha prata con el cansancio y con la desesperación de nosotros los veré pasar uno por uno al cementerio y el diablo irá adelante bailando”.

Usted se caracteriza por publicar con grandes intermedios entre uno y otro libro. ¿Se considera perfeccionista?

Antes no tenía tiempo, pero desde que me he jubilado tengo más tiempo para leer y escribir. Tengo lectura retrasada. Además, me gusta ofrecer un corpus de cierta calidad y eso tiene algo que ver con esa demora. Cuanto más repose es mejor porque el tiempo le va permitiendo a uno ver algunas cosas que no ha visto de buenas a primeras.

El año 1974 tenía 17 cuentos con sus correspondientes dibujos. Primero pensé en poner fotografías, pero el editor Milla Batres no quiso pagar lo que el fotógrafo pedía. El fotógrafo era el “Chino” Domínguez. Entonces la edición no salió. El año 1999 en la edición de Peisa agregué seis cuentos más.

Por lo que parece, ha tenido más de un problema con los editores.

Miren, les voy a contar lo que me ocurrió con Peisa: ellos pusieron una cláusula en el contrato que decía que ellos editaban y comercializaban la novela. Hubo un sobretiro casi al término del contrato que estaba señalado y no hubo problemas; pero parece que la editorial no quiso darse cuenta de que después de los cinco años no podía seguir comercializándola porque el artículo cuarto del contrato lo establece así. Hasta ahora Peisa sigue comercializándola en las ferias del libro.

"La visión política nos unía, independientemente de que alguno de ellos militara en algún partido político. No avalábamos la mala distribución de la riqueza. Estábamos a favor de un cambio social. Eso era lo básico".

Monólogo de las tinieblas debe haber sido muy pirateado.

Es un problema. Me he enterado de que me han pirateado la edición de Munilibros, que tiene solamente los siete cuentos de la primera edición que reproduce la municipalidad.

¿Es cierto que escribe a mano?

No uso computadora. Escribo más rápido a mano y mi letra se entiende.

Recuadro: Sobre literatura y otros cuentos

Usted perteneció al grupo Narración junto con otros escritores de La Cantuta como Miguel Gutiérrez y Oswaldo Reynoso. ¿Qué lo lleva a integrarlo?

Yo estuve en el grupo por ciertas afinidades con otros miembros. Hacíamos tertulia casi todas las noches en El Palermo, que ya había sido lugar de tertulia de otras generaciones. La visión política nos unía, independientemente de que alguno de ellos militara en algún partido político. No avalábamos la mala distribución de la riqueza. Estábamos a favor de un cambio social. Eso era lo básico. También sacamos la revista Narración. Fueron tres números, pero yo estuve hasta el primero.

¿Cómo ha abordado la literatura peruana la guerra interna?

He decidido no leer ninguna obra escrita sobre la guerra interna. Solo una vez un estudiante del taller de San Marcos me dio a leer su cuento que era sobre el esfuerzo de un hermano menor y su madre por encontrar a su hermano mayor, capturado por los soldados en un pueblo de la sierra. Un tema común el de las desapariciones. Me conmovió el sufrimiento de la familia. Le sugerí que el título fuera el nombre del desaparecido. Mi hermano Ramón; creo que así se llamaba el desparecido. Este joven escritor ganó el cuento de las mil palabras alguna vez, pero no lo vi más y después me enteré que se murió.

¿Por qué no quiso leer más?

Porque considero que puedo leerlo posteriormente. No quiero leer sobre eso. Estoy leyendo otras cosas.

¿Este debate que hubo hace ya varios años sobre escritores provincianos y limeños tiene una base real?

Parece que se ha sentido, según he podido leer, que determinadas personas afincadas en cierto lugar de Lima han proporcionado los pilares sobre los cuales se ha dado esta suerte de discriminación. Hay un distrito en Lima de donde han salido algunas personas señaladas como las que se han posesionado de las páginas especializadas de literatura de ciertos medios de comunicación. Personalmente no me ha importado nada de eso porque a mí nadie me va a direccionar. No he sentido jamás que se me haya postergado.

Su obra está consolidada. ¿Cuál fue el camino que siguió para llegar a este punto?

Es un proceso que empieza con la lectura. No se lee para imitar sino para ir incorporando elementos de otros autores que están dentro de la tradición literaria. La lectura sirve para profundizar el análisis de lo que se lee, hasta que se va adquiriendo madurez y ya uno se muestra de cuerpo entero, con algo esencial y características propias que lo diferencian de otros escritores.

¿Qué escritores le gustan?

A mí me interesa el cuento y, tratándose de éste, hay diversos recursos como el del lenguaje, la estrategia y el estructurar una historia. En cuanto a técnicas narrativas y estructuras están los clásicos como Poe, Maupassant, Chéjov. Contemporáneos como Borges y Rulfo. Y tratándose del lenguaje, que a mí me interesa muchísimo, el mismo Borges insólitamente trabaja el lenguaje de algunos personajes no ilustrados en un cuento formidable que se llama Hombre de esquina rosada, que trata sobre el encuentro de dos jefes un tanto lúmpenes que se buscan para dirimir valentía, para fajarse a cuchilladas. Son individuos que viven en los suburbios, como diría Borges: “no en las afueras sino en la orilla”, del verbo orillar. Uno de los capos rehúye la pelea y su prestigio cae, lo ven como un cobarde, mientras que el otro se eleva. Lo curioso es que la historia está contada por uno de los hombres que maneja este lenguaje pueblerino y se la cuenta a un tal Borges.

Siempre vuelve al lenguaje. Es su obsesión.

Por eso me impresionó leer El llano en llamas de Rulfo. Muchos de los términos que aparecen se usan en ciertas regiones de México, pero es interesante porque hay muchas imágenes. En un cuento de El escarabajo y el hombre, Reynoso emplea una imagen: “la tragedia griega en cuatro tomos”, dice. Lo que está diciendo es “el acabose”. Me parece una frase formidable. Ese es el lenguaje particular de un grupo humano no ilustrado que utiliza la imaginación. Hay palabras impenetrables, pero eso suele ocurrir. Por ejemplo, Reynoso en Los inocentes tuvo que colocar un glosario de términos. Eso no me interesa tanto.

¿Arguedas tuvo alguna influencia en su obra?

No. Pero Arguedas utiliza un lenguaje que se denomina el castellano andino, influido por la estructura de la lengua quechua. Para mí las partes más memorables de la obra de Arguedas son aquellas en las que sus personajes cuentan algo y lo hacen en el castellano andino, lamentablemente despreciado en este país. Me provoca una adhesión espiritual con estos personajes, y para mí ese es el poder de Arguedas.

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