Chambi: Mirada de indio

Chambi: Mirada de indio

Patricia Wiesse Directora de la Revista Ideele
Ideele Revista Nº 256

(Boda de Julio Gadea)

Un indiecito corre por la ladera de un cerro. Coaza, un minúsculo pueblo de Carabaya. Ojotas. Poncho raído. El esfuerzo ha encendido sus chapas. Inquieto. Mira a su alrededor. Busca piedritas para jugar en la plaza. Cinco nevados se divisan desde el lugar.

No es una meseta. El paisaje clásico del altiplano ha mutado. Es zona quechua. El Titicaca está lejos. Frontera con Cusco. Un río corta el pueblo en dos tajadas. Dos lagunas cercanas son espejos que reflejan la luz. La luz rebota y su luminosidad ciega. Luz silenciosa de Puno. Intensifica los colores del paisaje.Ocres, celestes, cadmios. Iguales a los de Lampa. Lampa multicolor. De Lampa sale Humareda. De Coaza sale Chambi. No existen las coincidencias.

La muestra más completa de este artista está en el MALI.Fotos clásicas y otras inéditas.

Nace a fines del siglo XIX. Escorpio. Tiene 10 años. Ha acabado tercero de primaria. Decide seguir a su padre. Parten por el camino de herradura. Llegan a la Santo Domingo Mining Company. Están en las alturas de Carabaya. Su padre vende alcohol en la mina. Un día se queda obnubilado. Ha visto una cámara de fotos. Ensamblada en madera y bronce. Con fuelle largo.

Un ingeniero inglés aprieta el obturador. Magia. Aparecen las imágenes en el papel. La documentación gráfica de los yacimientos de oro. El niño está hechizado. El ingeniero mira su abundante pelo lacio. Años después lo domesticará con gomina. El ingeniero- fotógrafo lo nombra su ayudante. El niño ha descubierto su vocación. También ha descubierto la modernidad.

Su padre lo lleva a Arequipa. Es audaz. Se las juega. Toca la puerta del estudio fotográfico. Lo acoge Maximiliano Telesforo Vargas. El pionero de la fotografía en la ciudad. El joven se convierte en su asistente. El estudio más chic de Arequipa. Husmea en el mundo blanco a los diecisiete años.

Se compra su primer terno hecho a medida. Impecable cuello almidonado. Pule su castellano. No habla quechua en la ciudad. La fotografía es para la clase media y alta. Debe reflejar importancia y glamour. El joven capta la idea. Le gustan las puestas en escena. Juega con las poses. Crea escenografías. Sus fondos pintados semejan cortinas de terciopelo. Adornos florales. Jarrones con plantas exóticas. Columnas de mármol.Teatraliza la iluminación. Resalta las texturas. Se especializa en el retrato formal. Estudia la luz y las sombras. Logra tonalidades que van del negro retinto al blanco inmaculado. Imprime en gelatina de plata sobre papel. Densidad y nitidez que ha perdido la fotografía digital. Analiza la pintura de Rembrandt. Domina la estética occidental. Es sagaz. Comprende que la sociedad arequipeña se encierra en sí misma. Y migra.

Hace escala en Sicuani. Se instala para siempre en el Cusco. Aprende a conseguir virados. Las fotos cambian de color por reacciones químicas. Logra tonos azules y sepias. Es el as de los retratos comerciales. Los retoques son el truco para ocultar imperfecciones. Equivalentes al photoshop actual. Contraluces. Expresionismo. Posan para su lente el monseñor, el prefecto, la señorita Montes, la señorita Orihuela, la señorita Iberico.

Su asistente es Víctor Mendívil. Capaz de hacer de todo por el maestro. Lo retrata en primer plano. Víctor con el rostro perfectamente iluminado y el torso desnudo. Víctor con frac y pajarita. Lo hace posar al lado del gigante de Llusco. Su nombre es Juan de La Cruz Sihuana, nacido en Llusco, Chumbivilcas. (Ex gigante de Paruro.) La foto recorre el mundo.

Compone las primeras tarjetas postales del Perú. Las vende a 20 centavos en Sicuani. Berwick Universal Pictures las comercializa en Inglaterra. Admirador del pasado inca. De sus territorios sagrados. Machu Picchu de exportación. La inmortaliza desde el ángulo perfecto. La fotografía se vuelve parte del imaginario nacional. Paisajes panorámicos, palacios, fortalezas a las que nadie les daba bola. Los andenes de WiñayWayna tienen un prendedor incrustado. Un adorno de rayas que la foto realza.

Es un ekeko que viaja con sus bultos. Una mula paga pato. En los albores tecnológicos: cámara de 34 por 32 centímetros. Cambia de modelos. Se aligeran con los años. 9 por 14. 6 por 6. La cámara portátil y pequeña le permite otro acercamiento. Otra mirada.

Fotografiar es un lento proceso. Planea el encuadre. Ubica el trípode de madera. Introduce la cabeza en el agujero oscuro. Coloca el chasis. Elige el tiempo de obturación. Algunos modelos no tienen paciencia. Se mueven. Salen borrosos. Hay misterio en esos personajes fantasmales. También en la penumbra que envuelve la sala de la mansión Montes. En el cortejo que acompaña al prefecto Gadea y a su novia. En el dormitorio infantil que solo ocupan las muñecas. En los sirvientes que fisgonean detrás de un muro. En los medio escondidos que quisieran ingresar al encuadre.

Instala su estudio en la calle Marqués. Camina. Se vuelve un cronista del Cusco.Una ciudad pobretona. Descuidada. De calles sin empedrar. De tiendas de abarrotes misias en los arcos de la plaza de armas. Se manifiesta el corresponsal gráfico que lleva adentro. Olfatea los cambios. La primera moto. Un aeroplano que surca el cielo. La destrucción de la ciudad por el terremoto de 1950. Publica en Variedades, La Crónica y La Nación (Argentina). Ojo de reportero. Espíritu de periodista. Destaca la foto de Magda Portal. Está en medio de la plaza. Habla en un mitin de hombres.

Por primera vez los campesinos son protagonistas. Antes los indios no se fotografiaban. Eran parte del paisaje. Igual que las llamas o las ruinas. Dice que su gente habla a través de él. El feudalismo ahoga al Cusco. Simpatiza con Haya de la Torre. Se identifica con el indigenismo. Revalorización de la raza cobriza. Su raza. Se define como mestizo cultural. No es crítico. Ni opositor. No le interesa la denuncia. Pragmático. Amoldable. Muestra “tipos” sociales. El gamonal, el pongo, el funcionario, el aguatero, el cargador. Blas Aguilar en pose Hitchcock parece menos abusivo. Un mundo sin buenos ni malos. A pesar de Romanville y compañía.

Admira la elegancia natural. La que nace de la pose y de la dignidad. Los campesinos aparecen solemnes, altivos. Satisfechos de realizar sus labores. Dignos los dos indios q’eros. El grupo de tinteños. La familia de Venancio Arce sentada sobre su cosecha de papas. Orgullosa. Hay cierto “empoderamiento” en la actitud de los retratados. Los ciudadanos de quinta. Una revolución en el arte. Solo en el arte.

No se hace rico. Sí famoso. No realiza el sueño de la casa propia. Regala copias de sus fotos a los campesinos que posan para él. No escatima en los costos del papel. Menos en los del revelado. Surge un batallón de imitadores. Aparecen los estudiosos de su obra.

De Coaza al MoMA (como el título del libro de Fernando Castro.)Toda una proeza. Expone primero en Nueva York. Después de siete años en Lima. Ve distante su primera exposición en el Centro Artístico Arequipa. Y la del Consejo Provincial del Cusco. Sus muestran llegan a París, Zürich, Madrid, Cádiz. Le dicen el Guamán Poma del siglo XX. Le han llamado el poeta de la luz. El primer fotógrafo indígena. El artista neoindígena. Corazón de bandolero con pies de chasqui. El primero que mira a su gente conojos no colonizados. El que observa a su pueblo desde adentro. Un milagro anunciado en la fotografía peruana. El que crea un lenguaje propio a partir de dibujos. El equivalente visual de Arguedas en la literatura.

La única herencia que deja es su archivo. Treinta mil placas y sus negativos.

Ni en pintura se imaginó que sería considerado uno de los grandesfotógrafos del planeta.Click.

Machu Picchu de exportación. La inmortaliza desde el ángulo perfecto. La fotografía se vuelve parte del imaginario nacional. Paisajes panorámicos, palacios, fortalezas a los que nadie les daba bola. Los andenes de Wiñay Wayna tienen un prendedor incrustado.

El gringo que lo descubre
Sin él, Martín Chambi no hubiera cruzado nuestras fronteras. Y hoy día no se escribirían libros, artículos y ensayos si no fuera por un gringo llamado Edward Ranney,que llegó al Perú en 1961 cuando era estudiante universitario. Se quedó tan impresionado que gestionó una beca para estudiar literatura indigenista. Llegó al Cusco y estuvo varios meses en Pisac, apoyando un proyecto de investigación. Es ahí que se interesa por la fotografía documental. En una de sus incursiones por la ciudad del Cusco descubre las postales de Chambi y llega al estudio de la calle Marqués. Se vuelve un asiduo visitante del lugar en el que es atendido por Víctor Chambi, hijo de Martín y heredero del oficio familiar. Así fue como se acercó al personaje y su obra. Escribió el artículo “Martín Chambi (1891 – 1973)”, que hasido publicado en muchas revistas internacionales y ha dado la vuelta al mundo.

Paralelamente, este simpático “gringo” se dedicó a tomar sus propias fotos y lo hizo tan bien que publicó un libro que se convirtió en un clásico en su rubro: “Monuments of the Incas”, que hace poco ha sido reeditado. Se especializó en los paisajes y en la arquitectura precolombina.

Nunca le interesó ser un fotógrafo de galería. Si bien su público objetivo es amplio, le interesa el componente educativo de la fotografía, y que ésta les sirva a los especialistas, sobre todo a los arqueólogos.

Ranney regresó al Perú en los años 70, y es en ese momento la amistad ente él y Víctor Chambi se volvió más estrecha. Viajaron juntos por el campo cusqueño tomando fotos. Un día Víctor le muestra unos negativos de vidrio. En ese momento se dio cuenta del valor de ese archivo y del peligro que corría si no se restauraban los negativos.

La confianza que se establece es tan grande que Víctor le permite llevarse treinta copias de las fotos de su padre a Estados Unidos. Con ellas se acerca a la Fundación Earthwatch que inmediatamente se interesa por el proyecto. Forma una expedición de “rescate” que viajó al Cusco a trabajar en el archivo durante dos meses. Junto a Víctor y a un grupo de diez especialistas, Ranney catalogó y reacondicionó más de 14 mil placas del archivo.

El siguiente paso fue difundir la obra. Consiguió otro financiamiento para hacer la primera retrospectiva de la obra de Chambi en el Museo de Arte de Nuevo México. Le mandó un pasaje a Víctor, quien fue su compinche en esa primera aventura.Ranney se encargó de colocar las muestras en diferentes salas del mundo, empezando por el Modern Museum Art de Nueva York, el sagrado MoMA. Después las exhibiciones fueron imparables. Las copias restauradas se han mostrado en gran parte del mundo. La última es esta exposición en el MALI, la más completa hasta el momento. El lujo es que Natalia Majluf comparte la curaduría nada menos que con el propio Edward Ranney.

Su paisano cineasta
Tiene apellido quechua igual que él. Ambos son artistas visuales. “Le debo no solo el conocimiento de todo un mundo pasado o que estaba en trance de desvanecerse, sino también el aprendizaje de ciertas formas de captar las cosas y de mirar a la gente”, ha dicho José Carlos Huayhuaca, cineasta cusqueño, crítico cinematográfico, escritor de ensayos sobre estética y cultura, con seis libros de cine en su haber.

Los cinéfilos deben recordar su participación como director de episodios en las películas peruanas “Cuentos inmorales” y “Aventuras prohibidas”, que son entrañables porque se trata de los primeros intentos por crear una industria y un estilo en el cine peruano de esa época.

Ya hace muchos años que Huayhuaca se dedica a la docencia, tanto en la Universidad de Lima como en la Pontificia Universidad Católica del Perú. En esta última es muy apreciado su curso de análisis cinematográfico en el que desmenuza las mejores películas de todos los tiempos.

Un artista cusqueño escudriñando a otro. De esa identificación surgen los aportes de Huayhuaca que permiten valorar y entender la obra de Chambi. El análisis es valioso y acertado. En 1976 dirige el cortometraje “El arte fotográfico de Martín Chambi”, en el que la cámara va mostrando detalles o planos abiertos de las imágenes chambianas que ha seleccionado con sumo cuidado para mostrar sus descubrimientos.

En su hermoso libro “Martín Chambi: fotógrafo”(IFEA- Banco de Lima, 1991) desarrolla una serie de tesis sobre su obra. El autor asegura que no existe una oposición entre trabajo creativo y trabajo por encargo en la obra de Chambi, que ambos se complementaban y formaban parte de un mismo proyecto estético y que, en conjunto, se trata de una sola obra de arte. Otro aporte de su análisis es concluir que la opción estética de Chambi es clásica más que documental. El clasicismo se traduce en sus composiciones, en la simetría de los elementos al interior del encuadre, entre otras características.

Huayhuaca también entra en la polémica sobre si la obra del fotógrafo es expresión del indigenismo, la corriente que se impuso en esos años. Él sostiene que Martín Chambi era indígena y no indigenista; que la reivindicación de lo andino era espontánea y no programática. La visión de Chambi sobre el mundo que lo rodea no es externa; viene de adentro.Así lo entiende el cineasta.

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