(Des) armar la palabra

(Des) armar la palabra

Ideele Revista Nº 253

(Foto: Diario16)

Intervención a propósito de la presentación del libro “Con la Palabra Desarmada, ensayos sobre el post conflicto”1

Luego de 27 años de encierro, interrumpidos sólo por la corta fuga del túnel de Canto Grande, Alberto Gálvez Olaechea, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR-VR) en los 70 y después miembro de la Dirección Nacional del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) pisa las calles nuevamente. Una larga carcelería que sin embargo no lo privó de la voluntad de hacer parte de las discusiones sobre nuestro pasado político reciente, ese donde él y sus compañeros fueron protagonistas. Vuelve así de la mano de su último libro “La palabra desarmada”; un libro necesario no sólo por las explicaciones de parte que otorga sobre la izquierda insurreccional del s. XX y particularmente del MRTA, sino también porque nos enfrenta al tenso desenlace del conflicto -lleno de nociones propias más bien de una posguerra como “terroristas”, “vencedores” o “rendidos”- demandando un lugar para voces, como la suya, muy poco escuchadas.

Ensayando explicaciones
Los dos primeros ensayos “La Palabra del mudo” y “Ensayando explicaciones”, son escritos que dialogan con el trabajo de la Comisión de la Verdad (CVR). Desde una posición de parte, Gálvez expone las razones que llevaron al MRTA a tomar las armas, explica el desarrollo del conflicto armado y analiza su cruento desenlace. Son textos signados por el afán explicativo, y por momentos hasta justificatorio, empeñados en remarcar las razones estructurales de la insurgencia en un país cruzado por enormes injusticias. La ebullición social en las décadas de los 60 y 70 configuraron así un “espíritu de época” revolucionario que afirmó en muchos la opción por enfrentarse al poder, apostando por una transformación total y, necesariamente, violenta.

Más allá del marco estructural, el autor reconoce que el MRTA fue un acto de voluntad política y por lo tanto amerita un balance partidario. Explica así el itinerario de esta organización armada, resaltando su apuesta guerrillera latinoamericanista pero reconociendo su precariedad interna, tensionada por la falta de cohesión entre los grupos que le dieron vida y el enfrentamiento con aparatos mucho mejor armados como fueron Sendero Luminoso, el ejército y la policía. Aborda incluso los temas más controversiales, como los secuestros a empresarios, ubicándolos en el contexto histórico y asumiendo las críticas. No cae en el facilismo de explicar la derrota sólo como producto de la arremetida militar neoliberal fujimorista, por el contrario la reconoce como parte de un repliegue más amplio, que afecta a todas las izquierdas y las desconecta de los sectores populares, agravando una crisis que persiste hasta nuestros días.

Gálvez sólo tiene un reclamo, demanda que la experiencia del MRTA sea mirada guardando las “justas proporciones”, algo que incluso la CVR por momentos pierde de vista. Pese a las diferencias cualitativas y cuantitativas entre el proyecto y el accionar de Sendero y el MRTA, interesadamente o no ambos han terminado siendo parte del mismo paquete de “terroristas”. Pero no hay tono de lamento en este pedido, es más bien una constatación crítica, que se afirma en la voluntad de dialogar, reconociendo los cambios en el mundo y la necesidad de transitar nuevos caminos.

Reconciliación e Impunidad; una tensión de posguerra
El tercer ensayo “Puntos sobre las ies; el informe final de la Comisión de la Verdad (Balance de parte)” es el más claramente escrito por un “preso por terrorismo”. Desde esta condición, Gálvez problematiza el Informe final…y en un ambiente polarizado donde por un lado los sectores conservadores atacan a la CVR y de otro lado se opta por cerrar filas, es saludable oír una voz crítica.
Un tema central es el de la “reconciliación”; eufemísticamente la CVR propone que “el país se debe reconciliar consigo mismo” eludiendo así dos temas de fondo uno ¿cómo reconciliar aquello que nunca estuvo conciliado? y dos ¿quiénes deberían reconciliarse? La propuesta de reconciliación dominante en el Perú no incluye a una de las partes enfrentadas, y a diferencia de lo sucedido en otros países como Uruguay o Colombia, aquí los ex insurgentes son excluidos de cualquier diálogo.

Cuando algún político ávido de popularidad aviva el fantasma del terrorismo, los ex presos ven afectada su cotidianidad y sus procesos de reinserción social: se les anula beneficios penitenciarios, se embargan sus bienes, se les prohíbe ejercer la docencia

Y esta posición, como bien señala el autor, va de la mano con la construcción del “terrorista” como un sujeto casi psicópata. Desde su propia vivencia y la de sus familiares, Gálvez llama la atención sobre los más de 15 mil presos por causas relacionadas al conflicto armado (terrorismo) que abandonaron la cárcel los últimos veinte años. Estas personas, que por lo general enfrentaron detenciones violentas, sesiones de torturas, violaciones sexuales perpetradas por agentes estatales, jueces sin rostro y largas condenas, salieron y salen a enfrentar un ambiente que constantemente los re demoniza. Asimismo, pese a que la reincidencia es cero, cada cierto tiempo, cuando algún político ávido de popularidad aviva el fantasma del terrorismo, los ex presos ven afectada su cotidianidad y sus procesos de reinserción social: se les anula beneficios penitenciarios, se embargan sus bienes, se les prohíbe ejercer la docencia, o al tratarse de extranjeros, se les expulsa y prohíbe el ingreso sin tomar en cuenta que tengan aquí una familia (y sí, es mi caso).

No hay en Gálvez un afán victimizante, pero sí un llamado de atención a reconocer que todas las victimas cuentan y que cualquier esfuerzo de reconciliación debe ir de la mano de la verdad y de la reconstrucción de confianzas destruidas. Un Estado que no cuenta con un plan para sus desaparecidos, que sigue pagando abogados para defender policías violadores de prisioneras, que no exhuma las fosas clandestinas, donde la cúpula militar se niega sistemáticamente a pedir disculpas, deberá transitar todavía un largo camino hacia el mutuo reconocimiento. La reflexión queda abierta pero el relato cumple largamente su objetivo, interpelarnos sobre los largos estertores de nuestro post conflicto, o quizás aún debiéramos decir nuestra post guerra.

Una oportunidad a la palabra
El libro cierra con el ensayo “Final de una historia inconclusa, acerca de la verdad y los extravíos de la memoria”. Es el texto más contemporáneo, y aunque de forma breve, el que tiende puentes con la reciente emergencia de voces que abordan la memoria del conflicto.

Al inicio, el autor vuelve a analizar la etapa de violencia profundizando sobre el “factor Sendero” y analizando otra vez al MRTA insistiendo en su accionar distinto al senderista y reconstruyendo algunas semblanzas de líderes y militantes; todas figuras masculinas, pues como para la mayoría de su generación, las mujeres no son protagonistas. La insistencia en el tema se torna por momentos repetitiva, y hasta redundante, pero es reflejo de la urgencia del autor por contar su verdad.

Finalmente toca uno de los puntos más potentes del libro; el tema de la memoria. Retomando el contrapunto con la CVR, Gálvez señala que al Informe Final le falta “la memoria de los actores, pues sin sus testimonios, confesiones y reflexiones el proceso de evaluación de la violencia política es incompleto”. Ante esta ausencia, es más bien desde la literatura, el ensayo o la “auto ficción, que irrumpen las voces vinculadas a los actores armados. Ahí está el testimonio de Lurgio Gavilan, o “Los rendidos” de José Carlos Agüero, y aunque el autor no desarrolla esta línea de discusión, es relevante anotar cómo se hilvanan estas voces en el debate público sobre la memoria del conflicto. En el caso de Gavilán es la voz de un niño ayacuchano, que crece en medio de una vorágine de violencia de la que logra alejarse, reflexionando y marcando distancia con ello. En el caso de Agüero, hijo de senderistas, profundiza sobre la acción de sus padres, y lo que significó el desenlace del conflicto para miles de familias como la suya, pero su posición de hijo no es algo que eligió y puede tomar distancia crítica.

Ambas voces, enriquecen, profundizan, ensanchan los márgenes de una discusión que por décadas no traspaso los consensos pacificadores fujimoristas. Pero, con sus matices y diferencias, ambas voces también resultan funcionales al discurso oficial, pues finalmente se trata de adolescentes senderistas o familiares de terroristas que lamentablemente tuvieron que asumir los costos de la pacificación. Se entabla así un dialogo asimétrico donde el poder ordena y marca la pauta del debate y las fisuras abiertas a la memoria hegemónica son muy tenues…En este marco, cómo queda la voz de Alberto Gálvez Olaechea? Que debe hacer él con su palabra desarmada? Puede enunciarla desde la acción política, algo a lo que finalmente dedicó su vida? Cómo debe recibir la sociedad a él y otros y otras ex presos que vuelven a la vida pública?. ¿Hay lugar para un dialogo con ellos?, ¿Puede el país darle una oportunidad a su palabra? Estas son algunas de las preguntas que resuenan tras concluir el libro, y cuyas respuestas no deben dejar de ensayarse de cara a construir un futuro con mayores oportunidades para el diálogo y la afirmación de la democracia.

Agregar comentario

Entrevista

Urbanismo