Futurama a la peruana
Futurama a la peruana
Lima, 13 de mayo del 2030. En el Perú, todo puede suceder. Y mucho más que lo que viene ocurriendo en las recién inauguradas colonias selenitas, en este país de más de cincuenta millones de habitantes es imposible prever lo que va a pasar. Lo hemos visto durante los últimos veinte años, a través de los gobiernos que nos han regido: Toledo en su segundo mandato, Alan Tercero, Castañeda (quien ni siquiera detentando el poder puso en marcha el Metropolitano), y actualmente con el sexagenario mandatario Jaime Bayly, quien, dicho sea de paso, hasta ahora viene cumpliendo con su promesa de gobernar (y con su plata) desde las instalaciones del Hotel Country Club, en San Isidro, luego del terremoto del 2027 que se trajo abajo el palacio presidencial y, de paso, todo el centro de Lima.
Todo puede suceder en la política peruana, les decía. Lo dicen todas las encuestas, por lo demás. Kenji Fujimori, un cincuentón sudado y sin sintaxis, está a las puertas del remozado Palacio de Gobierno, que, además de lucir nueva fachada, está estrenando unos robots japoneses rojiazules que han jubilado a los legendarios Húsares de Junín y son capaces de repetir, si se les pregunta, las tres leyes de la robótica acuñadas por Asimov.
Como sea. Los peruanos, amnésicos como somos, ya olvidamos desde hace rato que su desaparecido padre, Alberto Fujimori, condujo al país, cuarenta años atrás, al despeñadero de la corrupción y de la autocracia
Como sea. Los peruanos, amnésicos como somos, ya olvidamos desde hace rato que su desaparecido padre, Alberto Fujimori, condujo al país, cuarenta años atrás, al despeñadero de la corrupción y de la autocracia. Es cierto que los políticos cambian y que los hijos no son responsables de los delitos de sus progenitores. Todo eso es verdad. Pero ya ha sido demostrado —apenas el año pasado, por el sueco Olaff Larsson, Premio Nobel de Biología— que el 80% de las características y capacidades humanas son congénitas y apenas el 20% se aprende del entorno. Que es algo así como decir que el apellido Fujimori imprime autoritarismo. O algo así.
Sin embargo, todo indica que la eterna candidata y casi octogenaria Lourdes Flores Nano pasará con Kenji a la segunda vuelta (éste sería, a saber, su duodécimo intento, luego de postular a la Presidencia en siete oportunidades; una vez a la Alcaldía de Lima; un par de veces a la Presidencia de la Región Lima; un intento al Parlamento a través del movimiento Cambio Radical, luego de la desaparición de su partido, el PPC, en las postrimerías del 2019, año en que falleció su centenario líder, Luis Bedoya Reyes; y una última tentativa como regidora a la Municipalidad de San Borja, que también perdió).
Para algunos, tener que elegir entre Kenji y Lourdes va a ser una pesadilla, debido a que la salud de la candidata de Cambio Radical, como saben todos, es sumamente precaria, a consecuencia de los tres infartos sufridos en los últimos dos años. Médicos consultados opinan que, de ganar la elección, ello podría precipitarle un ataque cardíaco definitivo, lo que haría que sean en realidad sus vicepresidentes en la plancha, José Barba Caballero y Rafael Rey, los que gobernarían el país.
¿Qué ocurrirá en esta segunda vuelta? Pues, la verdad, no lo sé. Es algo que no podrían predecir ni los hijos videntes de Stephen Hawking, ni la descendencia del pulpo Paul, que han demostrado, increíblemente, una precisión de relojes suizos en materia de adivinar quiénes serán los finalistas de los mundiales
El país avanza, pues, hacia la tradicional disyuntiva peruana, hacia el clásico dilema entre lo malo conocido y lo bueno sin conocer. Hacia la encrucijada de escoger, como siempre, el mal menor.
Solamente con el presidente Bayly se sintió por un momento que salíamos de la inercia, pero la oposición férrea e irracional de los nacionalistas, los militares y los católicos ha echado por la borda toda posibilidad de fortalecer nuestras instituciones y nuestra incipiente democracia, por lo que, para todos los efectos, hemos vuelto al drama de la eterna medianía y retornado a la saga de nuestras desgracias, pues estas fuerzas retrógradas de la sociedad se han dedicado a maniatar y torpedear todas las iniciativas de la administración baylista para frenar la corrupción y modernizar al Perú, al punto que hay quienes se preguntan si Jaime Bayly terminará su Gobierno.
En fin. Con estos comicios, que es a lo que iba, volvemos a la sensación de que este país no tiene remedio. Que este Perú desnortado, anárquico y fracturado, casi a mediados del siglo XXI, está enfermo de un padecimiento incurable y condenado a repetirse a sí mismo, una y otra vez, hasta el infinito y más allá, por culpa de sus politicastros, de sus ratas y de sus ronsocos que depredan a su aire. Me refiero, claro, a nuestra clase política, “esa gentuza acrítica, ignorante, mezquina, que ha hecho de la política su forma de vida y de nosotros su negocio, que desvalija al país por la mera angurria de tener dinero y poder, y que le importa una mierda destrozarnos el futuro”, a la que alude el venerable periodista César Hildebrandt en su último libro El Perú es una pedorrera (Lima: Editorial Planeta, 2021).
¿Qué ocurrirá en esta segunda vuelta? Pues, la verdad, no lo sé. Es algo que no podrían predecir ni los hijos videntes de Stephen Hawking, ni la descendencia del pulpo Paul, que han demostrado, increíblemente, una precisión de relojes suizos en materia de adivinar quiénes serán los finalistas de los mundiales, pero han sido incapaces de acertar en las elecciones de los Estados Unidos, donde triunfó la convertida al partido demócrata Jenna Bush, la hija alcohólica del inefable George W. Bush.
Si hubiera racionalidad y sentido común, y tal, debería ganar la respetabilísima y encantadora dama Lourdes Flores, a pesar de sus achaques y dolencias. Su trayectoria democrática e impecables credenciales deberían llevarla, por fin, a lo que ha sido su sueño hasta ahora inalcanzable; aunque no se explica, es cierto, la tozudez de volver con sus aliados del pasado.
Pero, les decía, eso es lo que dice la lógica, el sentido común, lo racional. Lamentablemente, como alguna vez dijo nuestro Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, “las elecciones en el Perú han estado a menudo más cerca de la magia que de la razón”. Pues eso.