La incómoda herencia de la CIA

La incómoda herencia de la CIA

Ideele Revista Nº 259

(Foto: Reuters)

La Agencia Central de Inteligencia estadounidensese ha ganado una infame reputación que ningún otro servicio secreto podría igualar. La CIA, cuya progenitora fue la no menos oscura Oficina de Servicios Estratégicos (OSS, por sus siglas en inglés) no es solo la coartada de la izquierda internacional. La CIA es la cruda realidad, un arma política mundial. Se puede afirmar, sin exagerar, que la historia contemporáneafuemoldeada al ritmo de las misiones, logros y derrotasde la Agencia.

El prolífico reportero del New York Times, Tim Weiner, galardonado con del Premio Pulitzer en 1988 por su impecable labor como periodista de investigación sobre programas secretos de la seguridad nacional estadounidense, estudió más de cincuenta mil documentos clasificados y desclasificados de la CIA, el Pentágono y la Casa Blanca, recopiló más de dos mil declaraciones orales y realizó unas trescientas entrevistas a soldados, funcionarios, espías y directores de la CIA, desde 1987 hasta el 2007, para armar el esqueleto más objetivo de una historia siempre esquiva y controvertida: la historia oficial de la CIA. Veinte años como agudo detective detrás de uno de los monstruos más temidos desde la II guerra mundial dieron como fruto un libro de más de setecientas páginas llenas de datos y revelaciones, “Legado de Cenizas”.

En su voluminoso ensayo Weiner expone una certeza: la CIA no es la máquina de efectividad que nos pinta Hollywood o la CNN. La CIA es una de las instituciones más ineficientes del mundo, cuya incapacidad es cubierta con falsos informes sobre armas de destrucción masiva, bombas no muy inteligentes e inminentes daños colaterales; y dinero, mucho dinero invertido en inocular el miedo en el inconsciente colectivo y analizar el mundo con los anteojos equivocados. Desde la Guerra Fría hasta el 11 de Septiembre, pasando por Cuba, Vietnam y Medio Oriente, todo ha sido una peligrosa locomotora sujetada apenas con clips. La realidad fue muy distinta: espías rusos muy listos delataban a agentes de la CIA por toda Europa, informes de guerra sobre invasiones soviéticas se equivocaban de cabo a rabo y terminaban en muertes y dictaduras, los análisis sobre armamento y tecnología llevaban años de atraso o se subestimaba el poder que iban adquiriendo los grupos islámicos, por tomar algunos ejemplos.

Todo tiene un inicio…
Entre 1944 y 1945, el papel de la OSS estaba en entredicho debido a rumores de violaciones de los principios civiles en el extranjero, incluyendo un informe secreto del coronel Richard Park Jr., en el que comunicaba al presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt que no existía ni un solo caso importante en el que la labor de la OSS hubiera sido determinante para lograr una victoria bélica. El general William J. Donovan le proponía entonces a Roosevelt que EE.UU. creara un servicio de inteligencia general “para los tiempos de paz”, con la capacidad de adelantarse a las intenciones y actividades de los enemigos. Los fallos de inteligencia tenían una fresca y dolorosa recordación: Pearl Harbor.

Pero el informe sobre la OSS fue tan demoledor que el presidente Roosevelt denegó la petición del general Donovan. Tras la repentina muerte del presidente por hemorragia cerebral, Donovan vio una nueva oportunidad, esta vez con el presidente Harry Truman. Pero Truman, quien se hiciera tristemente célebre por ordenar el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Japón, también desestimó el plan de un servicio secreto mundial porque le sonaba a una nueva Gestapo. Donovan fue destituido y se ordenó la disolución de la OSS.

Lo que vino luego fue un bombardeo de temor a Truman. Lobistas militares y políticos con informes falsificados y alterados le hacían ver al presidente que había dejado a EE.UU. sin protección y que el comunismo soviético estaba creciendo de forma incontrolable en el planeta. Temeroso de haber metido la pata, Truman dio luz verde a la creación de la CIA en 1946. Hecho que se concretó un año después en una reunión secreta de una comisión parlamentaria estadounidense. El mundo ya no sería el mismo.

Durante el mandato del presidente Eisenhower (1953 – 1961), La CIA llevaba ya unos años complotando contra el presidente de Guatemala, Jacobo Árbenz. Pero sin espías ni conocimiento de campo le resultaba imposible el derrocamiento, solo daba palos de ciego. En un golpe de suerte, la CIA dio con un coronel cesado, Castillo Armas, animado a traicionar a su país a cambio de dinero y poder. El agente de la CIA Tracy Barnes se reunió con Armas y acordaron romper las fuerzas armadas desde dentro, corrompiendo militares y funcionarios, para lo cual contaban con una caja chica de cientos de miles de dólares. Pero la información se filtró y el complot fue descubierto por la prensa. La Agencia recompuso su gente para desarrollar una efectiva campaña de terror a nivel nacional en contra del “comunismo de Árbenz”. Se compraron radios e incluso se volanteó desde aviones. “Castillo Armas y la CIA acordaron que los asesinatos se producirían durante o inmediatamente después de su llegada triunfal a la ciudad de Guatemala”.

EE.UU. dictaminó un embargo sobre el comercio de armas en Guatemala. Árbenz perdió el control de muchas facciones de su gobierno y entró en sospecha permanente, empezó a parecerse al dictador que la CIA tanto necesitaba para “combatir”. El 18 de junio de 1954, Castillo Armas lanzó un ataque para terminar con el presidente guatemalteco, pero Árbenz resistió y revirtió la situación. La CIA entró en pánico. Sería otra ofensiva perdida por la falta de inteligencia de campo, y no le quedó más que volver a bombardear a su rival. Armas logró hacerse de la presidencia y pronto sería recibido como un héroe anticomunista por la Casa Blanca.

Al final de su mandato, Eisenhower fue consciente del problema de fondo. Sabía que los fracasos de la CIA representaban una derrota para el gobierno estadounidense, y aseguró que estaba dejando “un legado de cenizas” a sus sucesores.

La CIA tuvo duros reveses en los gobiernos de John F. Kennedy (1961 – 1963) y Lyndon B. Johnson (1963 – 1968). Quizá las principales derrotas de su historia fueron Cuba y Vietnam. Durante la Crisis de los misiles (octubre de 1962), la CIA se había planteado solucionar el problema de tajo asesinando a Fidel Castro a cualquier precio. No lo logró a pesar de innumerables intentos. Incluso tenía agentes asesinos en el mismo régimen cubano, agentes que pedían dinero y armas con potentes miras telescópicas como Rolando Cubela. La CIA, por entonces, no podía dar la cara a sus presidentes: había fracasado en la invasión de Bahía de Cochinos, también en asesinar a Castro; pero se cobraría al menos una revancha. Ordenó el asesinato del Che Guevara en Bolivia. Mientras tanto Vietnam empezaba a arder. El presidente Kennedy era asesinado y del otro lado del mundo seguían llegando informes falsos de inteligencia sobre la derrota inminente del Viet Cong y del ejército de Vietnam del Norte, razón por la que EE.UU. seguía enviando a miles de jóvenes soldados a morir como carne de cañón en una guerra que perderían inminentemente.

En las décadas de los sesenta y setenta, durante los mandatos de los presidentes Richard Nixon (1968-1974) y Gerald Ford (1974– 1977), el servicio secreto tuvo una de sus acciones más fuertes en Latinoamérica, en Chile. La CIA apoyaba al candidato democratacristiano y pro estadounidense Eduardo Frei, inyectando más de tres millones de dólares a su campaña en desmedro de la campaña de Salvador Allende. La CIA se felicitó por el triunfo de Frei, quien gobernó por seis años. Pero Allende volvió a postular y la ofensiva regresó. Fue una de las campañas más duras de la historia chilena, y aun así Allende salió victorioso en 1970. La Casa Blanca montó en cólera y en coordinación con la CIA, y algunos empresarios que hicieron millonarios aportes de dinero, planeó el sangriento golpe de Estado que se haría realidad el 11de septiembre de 1973, con el bombardeo del Palacio de la Moneda y la muerte de Allende.

En su voluminoso ensayo Weiner exponeuna certeza: la CIA no es la máquina de efectividad que nos pinta Hollywood o la CNN. La CIA es una de las instituciones más ineficientes del mundo, cuya incapacidad es cubierta con falsos informes sobre armas de destrucción masiva, bombas no muy inteligentes e inminentes daños colaterales

El corrupto presidente Nixon dimitiría en 1974 por el escándalo de Watergate. El 29 de abril de 1975, durante el mandato de Ford, a las 11:38 de la mañana se ordenó a la misión estadounidense en Saigón que cerrara sus puertas y se fuese de la ciudad. Muchos ciudadanos eran agentes de la CIA que procedieron a quemar archivos, cables y libros de la Agencia. El ejército norvietnamita ponía así la estocada final a la presencia norteamericana en Vietnam. Todo estaba consumado.

La CIA, durante los mandatos de Jimmy Carter (1977-1981), Ronald Reagan (1981-1989) y George Bush padre (1989-1993), siguió con su irregular labor. Aunque el presidente Carter era un férreo defensor de los derechos humanos en público a la CIA le daba carta abierta en sus controvertidas misiones. La CIA hizo su trabajo y concluyó mediante informes especializados que no había riesgo de una invasión soviética en Afganistán. Días después, dicha invasión se llevó a cabo sin resistencia norteamericana. Otro fracaso.

En 1981, el Congreso empezaba a tener cierto poder para supervisar lo que realizaba la CIA con sus multimillonariosrecursos y también empezó hablarse de recortes presupuestarios. La Agencia trabajaba en la reconstrucción de Beirut, en el Líbano, y no fue capaz de ver que un nuevo grupo armado se alzaba ante sus narices, era Hezbolá, o el Partido de Dios, que actuaba en coordinación con Teherán, capital de Irán.

Con Bush padre las cosas no fueron muy diferentes. Y aunque “el Congreso forzó a la CIA a asumir un papel de sumisión en sus relaciones con el ejército estadounidense”, el frente seguía caliente y confuso. El éxito de la Operación Tormenta en el Desierto no trajo paz al vecindario. La distancia entre mandatario y el servicio secreto nunca fue más grande y fría. Bush padre hizo un llamado al pueblo iraquí a alzarse y derrocar a Saddam Hussein. “Los chiíes en el sur y los kurdos en el norte se creyeron lo que decía Bush” y la CIA empleó todas sus armas de propaganda para levantar al pueblo y propiciar una revuelta. La gente respondió, pero en las semanas siguientes, Hussein combatió y asesinó a miles de chiíes y kurdos envalentonados por los etéreos ánimos de EE.UU.

Durante los gobiernos de Bill Clinton (1993-2001), y George W. Bush (2001-2009), la CIA no pudo combatir a su antiguo aliado iraquí, el dictador Saddam Hussein, y terminó bombardeando mercados y hospitales civiles en Irak. Previamente la CIA había acusado con un dudoso informe a Hussein de conspirar para asesinar a George Bush padre durante una visita a Kuwait.

En la época de George Bush hijo, y luego del ataque del 11 de Septiembre que la CIA no pudo prever, todo empezó a derrumbarse para la Agencia. Los estadounidenses se preguntaban a dónde iban a parar las miles de millones del presupuesto estadounidense que los ciudadanos sostenían con sus impuestos. Los informes del Congreso y de comisiones especiales, como la Comisión del Juez Silberman (de 600 páginas), eran lapidarios. La CIA no contaba con agentes suficientemente preparados para el espionaje, no manejaban a la perfección los idiomas de países del Medio Oriente, la mayoría de facciones rebeldes apoyadas económicamente y con armas terminaban revelándose contra EE.UU., nadie previó cómo sería una guerra de baja intensidad en el desierto y a largo tiempo, los informes sobre la existencia de armas de destrucción masiva eran falsos o se sostenían en la declaración de algún enemigo torturado, los “analistas” solo recopilaban noticias que cualquier presidente podía leer en los diarios todas las mañanas, los veteranos de la Agencia no iban al ritmo de los retos de los tiempos digitales, etc. “El 21 de abril de 2005, la oficina del director de la Central de inteligencia pasó a la historia”. El Departamento de Estado y el Pentágono asumían un poder superior y de vigilancia sobre la desprestigiada Agencia.

¿EE.UU. aprendió algo? Sí. Y lo hizo en paralelo a sus más clamorosas derrotas. Aprendió que el dominiose ejerce aplicando políticas económicas de mano de grandes corporaciones, destinando a los servicios secretos el papel de informantes y si es necesario de guardaespaldas.

La extensa investigación de Tim Weiner acopiada en uno de sus mejores libros revela que la oscura e ineficaz CIA ha dejado a los estadounidenses y al mundo, a través de más de cinco décadas, unimpune y controvertido “Legado de Cenizas”.

Agregar comentario

Entrevista