La medicina paliativa como alternativa a la muerte asistida

La medicina paliativa como alternativa a la muerte asistida

Rosa Amelia Fierro Periodista
Ideele Revista Nº 290

Foto: Aissa Tripodi

La muerte asistida es necesaria, pero también un desafío con implicancias legales y éticas. Sobre el tema conversamos con Denise Battaglia, autora del Bestseller “Leben, Tod und Selbstbestimmung” (Vida, Muerte y Autodeterminación) y profesora de Ética del Instituto Técnico Superior de la Suiza Noroccidental. 

En el Perú, una mujer de 42 años lucha por la muerte asistida. Ella sufre una grave enfermedad degenerativa, es totalmente dependiente y ha llegado a pedir ayuda a su padre para poder morir. Esta persona, ¿tendría derecho en Suiza a la muerte asistida?

Sí. La paciente encontraría aquí un médico que le prescriba el medicamento mortal. Porque mantener con vida a un paciente por medio de un respirador artificial es una medida médica para prolongar su vida. En Suiza, los pacientes, en tanto sean capaces de discernir, pueden rechazar este u otro tratamiento. Nadie puede ser mantenido con vida artificalmente contra sus deseos. Estos pacientes tienen aquí la posibilidad de recibir medicina paliativa, que no busca ya la curación o la prolongación de la vida, sino que deja morir al paciente con una atención que le disminuya el dolor, hasta donde sea posible. Una opción es sedar al paciente y luego quitarle el respirador artificial para que deje de existir sin sentir asfixia y dolor.

En la muerte asistida permitida, si el paciente es capaz de discernir y su decisión no obedece a motivos egoístas, el médico prescribe al paciente la receta de un compuesto mortal, mayormente el Natriumpentobarbital. El paciente, por sí mismo, debe ingerir este medicamento disuelto en un vaso de agua o ser capaz de accionar el mecanismo para que la infusión letal fluya a sus venas. 

En cambio, la muerte asistida activa, en la que el médico mata a un paciente siguiendo sus deseos, con una inyección por ejemplo, está prohibida en Suiza, pero permitida en Holanda. En este caso se habla de eutanasia.

¿Negarse a tratamientos que solo prolongan la vida tiene que ver con el derecho a la autodeterminación, a decidir libremente?

Efectivamente. En Suiza y en Europa, este derecho a la “autodeterminación” o “autonomía del paciente” fue reconocido después de las atrocidades médicas cometidas durante el Nacionalsocialismo. El derecho a la integridad corporal es un derecho humano y cada intervención médica, sin aprobación del afectado, se considera daño físico. Este derecho fue fortalecido cuando en los años 80 se supo que en Europa y los Estados Unidos se realizaron experimentos médicos con niños recluidos en instituciones o con pacientes de hospitales y centros psiquiátricos 

“Dios nos ha dado la vida y solo Dios determina cuándo y cómo debemos morir”. ¿El ser humano debe soportar dolor, desvalimiento, vergüenza, dependencia solo por convicciones religiosas? 

Más que las convicciones religiosas, hoy es el médico quien determina cuándo parte un paciente. La medicina moderna lucha tanto contra la muerte que en los últimos 70 años ha desaprendido a dejar morir al ser humano y cada muerte es una derrota. Por ello intenta prolongar cada vida a cualquier precio. En el espacio anglosajón, desde Australia, Nueva Zelanda hasta Inglaterra, Alemania y Suiza, en los últimos años ha surgido un movimiento contrario con la medicina paliativa. Esta se fundamenta en la tarea médica primigenia y acompaña a las personas gravemente enfermas en el proceso de la muerte, sin atormentarlas aun más con medidas que solo prolongan su vida. Este movimiento responde también a una gran necesidad: el cuidado paliativo en Suiza tiene tal demanda que los hospitales no pueden cubrirla por el momento. Si hubiese más cuidado paliativo, probablemente habría menos suicidios asistidos.

¿Hasta qué punto está regulado el suicidio asistido en el Código Penal suizo? ¿Y por qué las organizaciones de asistencia al suicidio están una y otra vez en los titulares de la prensa? 

El suicidio asistido no está completamente regulado en el plano legal. Esta tarea se ha dejado en manos de la profesión médica. El Código de Conducta de la Federación Médica Suiza estipulaba, hasta el año pasado, que un médico podía prestar servicios de muerte asistida solamente si “el final de la vida” se acercaba. Sin embargo esta directiva ya había sido ampliada en 2014 por la organización Exit con la introducción del “Suicidio asistido de ancianos”, o sea de personas no tienen necesariamente una enfermedad mortal. Cuatro años después, en 2018, la Academia Suiza de Ciencias Médicas cambió sus estipulaciones. 

Hoy es el médico quien determina cuándo parte un paciente. La medicina moderna lucha tanto contra la muerte que en los últimos 70 años ha desaprendido a dejar morir al ser humano y cada muerte es una derrota. Por ello intenta prolongar cada vida a cualquier precio.

¿Es decir, la Academia adaptó sus normativas a lo que ya realizaba Exit? 

Este cambio ha desatado grandes controversias entre médicos juristas y especialistas en ética. Porque la nueva regulación ha ampliado considerablemente el ejercicio de la muerte asistida: ahora esta es permitida cuando “los síntomas de la enfermedad y/o los límites funcionales del paciente le ocasionan un sufrimiento insoportable”. El problema es que ni los “síntomas de la enfermedad” ni los “límites funcionales” están definidos concretamente. Hoy un médico puede ejecer suicidio asistido a todo aquel que está enfermo – aunque solo sea temporalmente y la enfermedad ni siquiera sea incurable - y que asegura repetidamente y de manera creíble, que el sufrimiento le es “insoportable”. Desde el punto de visto ético considero que este cambio altamente cuestionable. Además esta no será la última ampliación o flexibilización y la prensa seguirá ocupándose del tema.

¿Qué diferencias existen entre muerte asistida, eutanasia y suicidio? 

En Europa se diferencian las formas de muerte asistida. En la muerte asistida activa o eutanasia, el médico quita la vida al paciente a pedido de este. Hasta hoy, la eutanasia está prohibida en Suiza. En la muerte asistida pasiva, el médico deja que el paciente gravemente enfermo se vaya en tanto renuncia a aplicar medidas de prolongación de la vida o simplemente las desactiva. En el suicidio asistido, el médico prescribe un medicamento mortal que el paciente debe ingerir de manera independiente, sin ayuda de una tercera persona.

En su doctorado usted investiga por qué la sociedad moderna reprime el tema de la muerte. ¿Puede resumir sus conclusiones?

En las sociedades modernas la muerte ha sido desplazada, no es más parte de nuestra cotidianeidad, ocurre en las residencias geriátricas o en los hospitales. Pero ello ha aumentado nuestro miedo a la muerte. A diferencia de nuestros padres y abuelos, que estuvieron confrontados con la muerte constantemente, nosotros no sabemos qué pasa cuando alquien muere. Pienso que las personas que se confrontan con el tema o cuando menos con la fragilidad del ser humano son, por lo menos, más conscientes de su propia mortalidad y con ello se vuelven un poco más serenas, más modestas. Cuando uno sabe que va a morir, que es solo “un punto infinitamente pequeño en el universo”, como decía Diderot, se toma menos en serio.

¿Entonces nos toca estar constantemente conscientes de la propia mortalidad?

Lo que más me impresiona de todos los estudios sobre la vida y la muerte en Europa y los Estados Unidos en las últimas décadas es que todos confirman cuán importantes son las buenas relaciones personales. Las personas que las tienen son más saludables, más satisfechas, viven más tiempo y pueden lidiar mejor con el dolor y la enfermedad. A veces pienso que en las modernas sociedades occidentales, por aspirar tanto a la individualidad, a la libertad y a la sed de independencia, olvidamos que somos seres sociales, vulnerables y que dependemos unos de otros. La independencia nos es tan importante que ni siquiera estamos dispuestos a pedir ayuda, a dejarnos ayudar. En realidad, la mayoría es felíz al ayudar.

En Suiza, muchos miembros de una organización de muerte asistida explican su membresía con el argumento de que no quieren ser dependientes o una carga para otros cuando estén enfermos, viejos o débiles. Esto dice mucho de nuestra sociedad competitiva. Tal vez tendríamos que ocuparnos más de mantener buenas relaciones que de la independencia individual total, que es solo una ilusión.

 


Agregar comentario

Medio ambiente

Salud