Las elecciones en Lima: gestando el triunfo y las derrotas

Las elecciones en Lima: gestando el triunfo y las derrotas

Eduardo Toche Investigador (DESCO)
Ideele Revista Nº 282

Foto: Perú21.

Dicen que el formato del “debate” municipal –en dos bloques- favoreció la candidatura de Jorge Muñoz, quien finalmente ganó en Lima por un amplio margen. También afirman que se impuso la tesis del “menos malo”. Incluso, hay quienes estiman que el “buen recuerdo” de su paso por la alcaldía de Miraflores, fue si no determinante un factor importante en su triunfo.

Pero pareciera que debiéramos relativizar estas tres suposiciones.  Las dos rondas de debates se llevaron a cabo el 23 y 30 de setiembre. Al menos uno de los grandes derrotados, Daniel Urresti, salió airoso de esta circunstancia y aumentó incluso su expectativa de voto aunque, es cierto, no a la velocidad e intensidad de Jorge Muñoz. Un factor, ahora visto como crucial, es que Urresti tenía un claro “techo” a su crecimiento, dado por su altísimo rechazo electoral. En el caso de Belmont coincidió su inasistencia al debate con el inicio de su debacle. De alguna manera, también sucedió lo mismo con Reggiardo pero en menor intensidad.

Entonces, en lugar de “favorecer” a Muñoz, es posible que el debate municipal fuera letal para las candidaturas de Belmont y Reggiardo, por la decisión de ambos de no asistir y –lo que empeoró la situación de ambos- “ningunear” esta ocasión. Para Urresti fue la demostración del máximo apoyo que podía alcanzar, algo insuficiente para ganar la Alcaldía.

La encuesta de Ipsos –llevada a cabo entre el 26 y 27 de setiembre- mostraba que Muñoz venía de un 2% de las preferencias en agosto, 4% a mediados de setiembre y un 13% el 26-27 del mismo mes. A su vez, era entonces el candidato que había convencido al mayor porcentaje de los electores a “votar definitivamente por él” (7%);  más aún, tenía entonces el menor rechazo (solo el 26% indicó que jamás votaría por él y un 9% que probablemente no votaría por él).

Todos estos resultados podríamos habérselo asignado al debate en el que había participado días antes. Sin embargo, de los diez primeros candidatos era todavía el más desconocido de todos (43%). En suma, muchas de las tendencias de la candidatura de Muñoz que luego se iban a potenciar, ya se habían encubado antes del debate y, al parecer, éste gatilló a las mismas.

El debate puso en evidencia por donde debía enfatizarse la estrategia del candidato que a la postre resultaría ganador. Así, la combinación de su todavía alto desconocimiento por parte de los electores con la alta intención de los ciudadanos de dejar en blanco o invalidar el voto, indicaron que  la cuestión fundamental era darse a conocer, especialmente entre los sectores socio-económicos c, d y e donde no había prendido una imagen del candidato.

Hasta agosto, el discurso de Muñoz, como el de todos los candidatos, se centraba en la seguridad ciudadana, buscando que se le reconozca un enfoque tan o más “técnico” que el de sus contendientes. Fue entonces cuando dejó de hablar de “Lima-flores”. En entrevista del 4 de setiembre, señaló que no estaba transmitiendo una noción elitista de gobierno de la ciudad sino extender los proyectos que habían sido aplicados exitosamente en Miraflores al resto de la ciudad.

Por ejemplo, explicó que su noción de seguridad ciudadana no era represiva sino incluyente, que partía de un ciudadano informado y educado así como de la recuperación de espacios públicos, porque “la gente no tiene donde estar y se terminan yendo a los centros comerciales aledaños”. De esta manera, “la avenida Allende, en Villa María del Triunfo, es un espacio (en donde) que se puede hacer una cosa similar a la que tenemos acá (en Chabuca Granda), una alameda, un lugar de congregación de personas”.

Algo semejante compuso para otro tema sensible: la corrupción. Indicó que si bien el antídoto que exponen todos los candidatos es la transparencia, le pareció que esto era aún “muy genérico” porque “la transparencia tiene que ejercitarse con actos concretos, por ejemplo, rendiciones de cuentas, una vez al mes”.

En suma, Muñoz fue dejando paulatinamente el lenguaje “técnico” y adoptando uno “político”, en otras palabras, dejó de hablar de obras y empezó a dirigirse a las personas, a los ciudadanos. Esto lo acercó a los electores y es lo que no hicieron sus contendientes. Los tres candidatos que se sentían seguros en el proceso electoral limeño –Reggiardo, Belmont y Urresti- siguieron hablando y adoptando posturas dizque “técnicas” o despreciando el valor de los derechos.

Aun así, un ordenamiento por distritos de la votación recibida por Muñoz reflejará nítidamente su gran aceptación en los distritos cuyos NSE es alto y medio alto (60-70%), aceptable en los distritos medio-medio y medio bajo (35-60%) y bajo en los distritos con ingresos bajos (20-35%).

Por eso, puede discutirse la aceptación sin ambages de Muñoz pero no el rechazo a los demás candidatos. El caso más patético y no por ello menos enojoso, fue el de Belmont y las infelices referencias que hizo de su esposa. De otro lado, en las últimas semanas solo tuvimos a un Reggiardo demudado, quien no podía deshacerse del rótulo de fujimorista, viendo desmoronarse su perfil mediático sin entender lo que pasaba. Asimismo, Urresti creyó que era suficiente decirles a los limeños que la seguridad ciudadana la resolvería con granadas y bazookas. En suma, el debate no fue el inicio del fin para estos tres candidatos sino la ocasión de desnudar sus límites y falencias políticas.

El día siguiente

De buenas a primeras, se dice que con Muñiz y Acción Popular han vuelto los partidos políticos. Para el caso, es meritorio que Acción Popular haya tenido presencia electoral en gran parte del país y, en el caso de Lima, Cusco y Cajamarca, los resultados le fueran muy positivos.

Pero, algo de mesura se impone para evaluar los resultados de este partido. En todo caso, el éxito en las elecciones les da la oportunidad para iniciar un proceso de afianzamiento organizacional, que permita tenerlo como una opción de fuerza en el 2021. De esta manera, una primera cuestión que debe resolver Muñiz para que entendamos que no gobierna la ciudad una persona si no un partido, es la posición que adoptará en las correlaciones internas de Acción Popular.

Como es sabido, su candidatura fue un factor que se agregó a otros más para tensar las relaciones entre un grupo de dirigentes del partido, al cual pertenece hace un año siendo promocionado por Alfredo Barnechea. Mientras tanto, Edmundo del Águila y Raúl Diez Canseco, que en su momento apoyaron la cuestionable candidatura de Luis Valdez a la alcaldía de Pucallpa, han estado enfrentados a Barnechea. Todo ello sin contar las probables repercusiones que tendrá la buena performance en Cajamarca de otro dirigente nacional de AP, Mesías Guevara, quien disputa en estos momentos el Gobierno Regional.

Una segunda cuestión es el equipo de gestión que acompañará a Muñoz en la Municipalidad de Lima. Por ahora, el punto más cuestionable corresponde a su flamante teniente alcalde, Miguel Romero, ex vice ministro de Vivienda, vinculado a la Cámara Peruana de Constructores CAPECO y, según se dice, parte de operaciones poco transparentes como el destino inmobiliario del aeródromo de Collique.

Un tercer aspecto es la gobernanza metropolitana de Lima. Acción Popular ha conseguido triunfar en 13 distritos, seguido por Somos Perú, con 7 y APP con 5. Este resultado le otorga a AP una presencia significativa en la Asamblea Metropolitana que si bien tiene limitadas prerrogativas ejecutivas, puede convertirse en un importante facilitador de las decisiones adoptadas, si la voluntad política de los alcaldes lo permite. Así, asegurada la mayoría absoluta en el Concejo Metropolitano y una presencia masiva en la Asamblea Metropolitana, resta por saber si gobernará Acción Popular –en la medida que pueda alinear a los alcaldes que triunfaron con su logo- o Jorge Muñoz.

Finalmente, a modo de colofón tenemos a los grandes perdedores de la jornada, que no son Urresti, Belmont ni Reggiardo. Es, en primer lugar, Fuerza Popular, cuya debacle en estas elecciones debe ser vista como un eslabón más de la cadena de situaciones adversas que le viene sucediendo en el último año, amenazando con la fragmentación de lo que era visto hasta hace poco como una organización firme y autoritariamente conducida.

Luego, tenemos a Solidaridad Nacional, el trampolín político del alcalde saliente Luis Castañeda Lossio, quien pulverizó en poco tiempo su nada despreciable capital político, incluyendo a su heredero, a quien le resultará sumamente difícil remontar la situación en la que terminó con las recientes elecciones.

Finalmente, tenemos al “partido” de gobierno, Peruanos Por el Kambio PPK, que literalmente desapareció del escenario político a dos años de haber ganado las elecciones generales. Así, algo para reflexionar en términos de consolidación democrática es cómo el partido gobernante y el principal partido opositor han sido reducidos a cenizas, sin representar a casi nadie.

¿Y la izquierda? ¿Es también una de las perdedoras políticas? Sin duda, podría decirse que sí. Sin embargo, queda para la discusión el hecho de cómo desaparece en las elecciones y, de otro lado, su candidata Verónika Mendoza muestra creciente aceptación. Y para agregar confusiones, deberíamos preguntarnos como dos de los candidatos que tiene mayor perfil para el 2021 –Verónika Mendoza y Julio Guzmán- no tienen inscripción electoral.

En efecto, estas zonas grises de la política peruana se multiplican. Por eso, las recientes elecciones subnacionales ratifica lógicas territoriales aun incomprensibles. En esa línea, triunfos como el de Aduviri en Puno o Cerrón en Junín, de los que poco o nada se sabe de las redes que los sostienen, solo permite afirmar que el poder local y regional no se mide por porcentajes electorales. De esta manera puede concluirse con una pregunta que alimente el debate hacia adelante: ¿Por dónde se canaliza los intereses de los peruanos?

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