Licencia para matar: El regreso del ojo por ojo

Licencia para matar: El regreso del ojo por ojo

Ideele Revista Nº 215

Foto: Revista Ideele

Algunos años atrás, cuando yo estudiaba Derecho, Gastón Mansilla, el joven universitario que mató a un asaltante de un tiro, habría sido acusado de asesinato y apresado. Se compró un arma porque le habían robado tres veces. Hoy es considerado un héroe. Fue recibido entre aplausos a la salida de la cárcel donde fue recluido.

En cambio, la jueza Asunción Puma León fue calificada de inepta y separada por la Oficina de Control de la Magistratura (OCMA) de la titularidad del Tercer Juzgado Penal de Lima y de sus funciones como secretaria de la Corte Superior de Lima por haber ordenado su detención. Se la cuestionó duramente por intentar investigar si hubo, ya no proporcionalidad, sino “necesidad racional del medio empleado” (Código Penal), que sería lo menos que podría exigirse a quien mata a un ser humano alegando legítima defensa.

Otro héroe urbano es el empresario Luis Miguel Llanos Carrillo, quien no solo disparó su arma a matar contra los ladrones que intentaban asaltar a su novia, sino que les dio una golpiza brutal. (Según Perú.com, la necropsia concluyó que uno de los delincuentes, aún vivo tras recibir el primer balazo en el abdomen, fue víctima de una golpiza que le destrozó la cabeza. Tenía 14 lesiones en el rostro y en el cráneo y, según testigos, los atacantes fueron atropellados por Llanos cuando se dirigía a registrar la denuncia.)

Héctor Banchero, famoso por su buena puntería, compartió titulares con un Rotwailler llamado Lay Fun. Compitieron en fama por acabar a balazos uno, y a mordiscos el otro, con la vida de un ladrón de poca monta. A Banchero intentaron romperle la luna del auto con una bujía y, raudo él, desenfundó su pistola y disparó. El delincuente murió a los pocos días. Ésa no fue la primera vez: ya en el 2003 había disparado contra quien intentó robarle la cartera a su esposa, en Miraflores.

Me pregunto si el Estado en estos tiempos neoliberales no está renunciando también, como lo ha hecho en el caso de su rol como regulador e interventor de la economía, al monopolio del ejercicio legítimo de la violencia.

Desde esta perspectiva, en estos tres casos la investigación no se debería reducir a la justificación, sino que debería incluir una pericia psicológica. Es legítima la defensa propia, pero hay algo de exceso en estos casos, que va más allá de la defensa en el límite de la supervivencia, algo que sabe a goce encubierto.

No hay nada más humano que el crimen, y nuestra humanidad incluye no solo la parte de la que estamos orgullosos, que mostramos, sino también la otra, la oscura y horrible. Honor y horror conviven en nuestra humanidad.

Estos tres personajes que cedieron a su deseo de matar nos ayudan a entender que todos estamos hechos de la misma materia prima, ladrones y celadores; que la capa de civilización que cubre nuestros instintos es finísima y en circunstancias particulares puede quebrarse y dejar salir a esa parte oscura, horrorosa, que nos puede llevar a matar.

En el Código Penal ya no rige el principio de proporcionalidad, según el cual el arma de defensa debía ser equivalente al arma de ataque. Y parecería que desde su derogatoria todo vale para defenderse. Sin embargo, además de la racionalidad del medio empleado, el Código Penal exige considerar “la intensidad y peligrosidad de la agresión”, y está claro que no es racional repeler el ataque con una bujía con un arma de fuego, o desenfundarla cuando un carterista se acerca a robar desarmado.

La responsabilidad penal es una construcción arbitraria, no natural, que depende de lo que está bien y mal en determinadas circunstancias y en ciertos momentos. En alguna época incluso el aborto estaba bien para la Iglesia a condición de que se practicara antes de que el ánima se posara en el cuerpo del nonato. Hasta el 2003, matar en defensa propia exigía el criterio de la proporcionalidad de medios. Hoy se puede matar por salvaguardar la billetera o la cartera, y está bien hecho.

Me pregunto si el Estado en estos tiempos neoliberales no está renunciando también, como lo ha hecho en el caso de su rol como regulador e interventor de la economía, al monopolio del ejercicio legítimo de la violencia.

Promover el uso indiscriminado de armas, otorgar con tanta facilidad licencias para portarlas, sin exámenes psicológicos serios, incrementa la violencia. Las armas ocasionan accidentes y episodios violentos que, de no tenerlas, no terminarían en tragedias.

Las cifras son preocupantes: del total de homicidios con armas de fuego en América Latina, solo el 50% estuvo relacionado con un delito; el resto fue consecuencia de conflictos interpersonales. En el Perú, según datos del Observatorio de Feminicidio del Ministerio Público, el 16% de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas fue perpetrado con un arma. La cuarta causa de muerte infantil en Uruguay son los accidentes con armas de fuego. Cada día 10 niños mueren en los Estados Unidos por suicidios, homicidios y accidentes causados por armas de fuego.

Cuando, en el 2002, veíamos Bowling for Columbine, el documental de Michael Moore, nos parecía una realidad espeluznante pero lejana a la nuestra. Hoy creo que deberíamos tomar en serio el tema e impedir que se instale el ojo por ojo. Creer que para no ser víctima de la violencia hay que emplear la violencia aplicando justicia por mano propia, implica un retroceso civilizatorio.

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Por favor por gente como

Por favor por gente como usted hay montones de delincuentes sueltos, que debemos hacer la gente común y corriente, entonces en vez de defendernos tal vez debamos dejarnos robar con total impotencia sin poder hacer nada ya que si lo evitas seria uno el que terminaría yendo a la cárcel o es que me va a decir ud que va a usar su arma en forma disuasiva para asustar a un ladrón "de poca monta" como habla ud párrafos arriba para después este mismo ladrón me mate de un tiro a mi. Porfavor.

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