Lo que nos espera...

Lo que nos espera...

Miguel Antezana Analista Político
Ideele Revista Nº 259

(Foto: Andina)

A menos de dos meses de la votación definitiva que nos dará el(la) presidente(a) de la República para los próximos cinco años, el Perú se encuentra ante dos grandes y excluyentes caminos por los cuales transitar: el del “deber ser”, el ideal, el deseado como nación que pretende seguir evolucionando; o el “camino fácil”, el acostumbrado, en el que terminamos cayendo por ser el de menor esfuerzo aunque lleno de recriminaciones posteriores.

En el “debe ser” las campañas políticas tiene alto contenido comunicacional y participativo, las propuestas y lineamientos maestros de gobierno son los “anzuelos” que atraen a los votantes hacia la opción que mejor se exponga. Al ser un camino interactivo entre candidatos y electores, todo es perfectible y todo tiene como gran norte el bien común, el beneficio de la sociedad y no el aprovechamiento del partido o del candidato. Aquí se elige a un gobernante, no a un ganador de competencia de programa concurso con bajo o nulo contenido intelectual.

Pese a lo atractivo y maravilloso que suena la opción anterior, seamos realistas: nuestra sociedad todavía no tiene la suficiente madurez política/electoral para recorrerlo, y mucho menos para exigir que sea ese el camino a transitar. No, no estamos en ese nivel.

El “camino fácil” es al que llegamos por descarte, el conocido durante varias elecciones consecutivas, en el que frases como “mal menor” aparecen como cachetadas a la población; un camino que, además, ya está empedrado de congresistas electos en la primera vuelta.

En esta ocasión, el Congreso que nos tocará será de un partido que tendrá una enorme cuota de poder, mas no necesariamente estará empoderado. Lo que nos viene en el poder legislativo es una bancada que –de llegar su candidata a la presidencia- tendrá la fuerza pararespaldar/blindar sus gabinetes y ministros en particular, bloquear iniciativas que le sean adversas, delegar facultades, exonerar debate en comisiones, y hasta dispensar/evitar de segunda votación sus iniciativas. Sin embargo, el contrapeso no lo tendrá en el hemiciclo, mucho menos en las restantes bancadas minoritarias: la fiscalización tiene tufo a calle, a manifestaciones y a oposición popular, a auditoría social que al más mínimo intento de sobre aprovechamiento levantará su voz. Horizonte naranja nada fácil.

En el otro escenario, el candidato varón tampoco la tendrá en bandeja; de hecho, no es para nada deseable, ni envidiable su posición. De llegar a la presidencia la estrategia de negociación sería insuficiente: la necesaria y obligada sería la del cogobierno o repartición (si es que la otra parte se muestra dispuesta, por supuesto). Un gobierno con mayoría de votos, pero con minoría de congresistas no es equilibrio de poderes, es un tembloroso desequilibrio que pudiera afectar la gobernabilidad. Todo dependerá de las cartas que se pongan sobre la mesa, de las cartas que ambas partes estén dispuestos a jugar.

El tercer candidato
Si algo ha caracterizado el comportamiento del todavía presidente Humala es su eterna actitud de candidato en campaña, inclusive hoy en sus últimos meses de mandato. A través de su lenguaje verbal y no verbal, a veces asomando un cachaco reprimido, demuestra hasta la postrimería de su gobierno que fue un militar retirado al que el cargo le quedó demasiado grande y que quiere desesperadamente elevar su bajo índice de aprobación. Tarea complicada si tomamos en consideración a su esposa y sus agendas, hoy materia de investigación y posible futura acusación (o hasta quizás más).

El aparente anti fujimorismo radical de la pareja presidencial hace prever que su participación en la campaña será inevitable y constante. No obstante, las consecuencias de esta interferencia no son fácilmente previsibles pues puede ser tan determinante como el peso necesario de una pluma, o tan indeseable como el golpe de un búmeran.

Los “otros”
La participación y posterior obtención de su cuota de poder en el Congreso por parte del Frente Amplio ha sido casi una “victoria sentimental” para la izquierda peruana. Sin embargo, ese sector de la política se enfrenta al gran reto que implica aglutinar, definir, explicar y convencer (de verdad) a ese sector de la población que se siente de izquierda, que votó por la izquierda, pero que no tiene forma de explicar su ideología cuando se le pregunta sobre ella.

De hecho esa indefinición, ese discurso en el que la única constante es la queja y reclamo, pero que no llega a la propuesta convincente, es lo que le impide penetrar de manera categórica en el monstruo urbano representado por Lima. Si la zona sur andina votó por esa opción ha sido por la gran empatía e identificación con sus mensajes, pero también por el no acercamiento de los otros sectores, llámense de centro o de derecha. En ese sentido, si el Frente Amplio quiere aspirar a la amplitud, debe primero alcanzar y transmitir claridad a una población que todavía no la tiene sobre su identidad organizacional.

Mención honrosa recibe Acción Popular, partido antiguo (más que tradicional) que adoptó un nuevo pulmón que jaló a su vez a gente joven que empezó a verlo como una opción. Si aprovechan este impulso, se reorganizan, si abren sus pesadas puertas partidistas a nuevas caras y técnicos, es probable que en 2021 suban la escalera con más fuerzas.

Los que ya fueron, y los que nunca fueron
Si algo tienen en común Alan García y Alejandro Toledo, además del cargo que alguna vez desempeñaron, es el ego colosal que los ciega.En el caso del “sagrado”, el no contar con cuadros importantes (los que tenía abandonaron la canoa), hizo que él y su partido siguieran al Titanic. Precisamente –más allá de las extrañas decisiones de última hora del JNE- si el APRA aún vive, a pesar de estar llenos de agua, es gracias a sus congresistas estrella y a la posibilidad de un nuevo y auténtico liderazgo, ya asomado en las pasadas elecciones municipales en Lima.

Al final de esta historia, casi colgándose, no debemos dejar de mencionar a Acuña y Guzmán, con más coincidencias que diferencias: ambos productos armados a las patadas, con copias y con plagios, con mensajes que no dicen nada y con unas ganas incontenibles de poder. Ojalá no tengamos que padecer más este tipo de personajes en la historia política del Perú.

Así las cosas, lo que nos viene es una segunda vuelta de suspenso, quizás de película. El “camino fácil” está lleno de paisajes indeseables, lleno de descalificaciones, de miedos, de promesas falsas, de cabes y de muchos empujones. Solo nos queda tomar conciencia de lo actuado y aprender de nuestros errores. Dios quiera que lo que nos espere, se acerque más a lo que deseamos, que a lo que nos merecemos.

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