III. Graciela Mochkofsky: “Es muy difícil encontrar prensa independiente en Argentina” Periodista experta en política nacional argentina, ha trabajado en los principales diarios de ese país, hasta que un buen día se cansó de tanta mesura y censura. Se refugió en la escritura —ha escrito seis libros— y ahora ha emprendido una nueva lucha: sacar adelante su propio medio digital.
–No siempre la historia entre los Kirchner y el diario Clarín ha sido de conflicto. ¿Cuánto duraron las buenas relaciones? –Lo que yo reconstruí para mi libro Pecado original es la historia de Clarín y su relación con el poder político en todos los años de la democracia, desde comienzos de los 80 hasta ahora. Lo que se muestra es que Clarín tuvo una relación de acuerdos y desavenencias con todos los gobiernos. Lo que siempre hizo fue presionar a los gobiernos según los intereses económicos de su grupo, y había obtenido beneficios utilizando el diario, en algunos casos haciendo operaciones extorsivas. En el gobierno de Néstor Kirchner se dio una relación de mucha afinidad: el Presidente llamaba para ofrecer primicias y el diario obtenía beneficios como la aprobación de la fusión de dos empresas de cable que había comprado. A partir del 2008, ya con Cristina Kirchner como presidenta, hubo una ruptura por razones estratégicas y políticas que empezaron con el conflicto del campo cuando el Gobierno subió las retenciones a la soja y otros granos que dividió a la sociedad en dos.
–¿Ése fue el punto de quiebre? –Sí, el Grupo Clarín decide alejarse del Gobierno y se produce una gran ruptura, y los Kirchner optan por destruirlo y darle donde más les dolía: empiezan a sacar una serie de leyes para golpearlo económicamente. –¿Dirías que Cristina tiene un estilo más confrontacional que el que tenía Néstor? –El consenso general es que él era más negociador y que, aun cuando se enfrentaba abiertamente con grupos o personajes, siempre había una posibilidad de negociación por detrás. Ella ha demostrado ser mucho más intransigente y más combativa en muchas de sus peleas. –¿La Ley de Medios dada por su Gobierno tiene aspectos positivos? –Es una ley que se estaba debatiendo en la sociedad, en la Universidad, desde los años 80. La Ley de Radiodifusión que existía había sido dictada en la dictadura; ya le habían hecho 200 cambios y adendas, y había un consenso acerca de que se necesitaba una nueva ley. Sobre eso se ‘montó’ Cristina para usarla como un instrumento para desmembrar al Grupo Clarín y obligarlo a deshacerse de la mayoría de sus canales de cable. –Actualmente la situación con respecto a los medios está muy polarizada. –Ahora se dividen entre opositores y oficialistas. Los primeros se llaman “independientes” aunque actúan en oposición política al Gobierno, y los segundos se autodenominan “militantes” porque actúan como órganos de difusión directa de las políticas del Gobierno. Es un muy mal momento para los medios en Argentina. Resulta muy difícil encontrar prensa independiente, equilibrada. –¿Página 12? –Ha quedado de lado del Gobierno y es claramente un diario oficialista. La mayoría de medios había cerrado sus unidades de investigación y ahora las han abierto parcialmente para investigar solo asuntos de corrupción que convienen a la línea de los periódicos. En algunos casos las investigaciones están bien hechas, en otros son burdas; pero en todos son usados por los medios como ataques políticos de oposición. Lo cual no significa que no hay corrupción, como la hubo en las últimas décadas. –Y este último descubrimiento de la caja fuerte llena de dólares en la casa de los Kirchner, ¿está manipulado o es utilizado políticamente? –No lo sé, porque yo no lo investigué. Lo que puedo decir es que se ha convertido en un espectáculo: hay una candidata de la oposición que sacó menos del 2% en las últimas elecciones que se ha convertido en un personaje medio payasesco que está utilizando la situación para conseguir rédito. La sociedad argentina ha caído en un cinismo relacionado con la corrupción. Hay un consenso en la sociedad sobre que los políticos roban, y esto ya no sorprende a nadie. En ese sentido, estas investigaciones no aportan nada nuevo al imaginario sobre los políticos. –Pero Cristina mantiene un fuerte apoyo, a pesar de estas denuncias. –Bueno, pero en los años 90, que fue el mejor momento del periodismo de investigación y de denuncia, Página 12 descubrió casos escandalosos de corrupción del gobierno de Menem y éste igual logró la reelección casi con el 50%, de modo que una cosa no tiene que ver con la otra. La gente vota a favor si su economía va mejor, en lo que le afecta directamente. Que los políticos roben no define la visión de la gente ni su decisión de voto. –Hubo un momento en el que la gente se le tiró en contra a Menen. –Es que hay una circunstancia en la que la sociedad recibe estas denuncias pero no hace nada al respecto. Pero después eso queda en la memoria, y en otro momento, cundo el político pierde el favor popular, le cobran los hechos de corrupción. –Volviendo a Página 12. Tú iniciaste tu carrera allí. ¿Cómo fue esa experiencia? –A los 20 años fue el mejor lugar donde pude empezarla. Estuve allí seis años e hice investigaciones de grandes casos de corrupción del menemismo. Esto llevó a que los que entramos desarrolláramos un espíritu crítico y nos convenciéramos de que nuestro papel era revelar lo que estaba oculto. Luego empezamos a descubrir que no era tan fácil. Yo creía que en el transcurso de mi carrera mi lucha iba a ser contra el poder y, finalmente, mi lucha empezó a ser contra los que querían mantener la verdad oculta. –¿Y cómo pasas a trabajar a La Nación, el diario más tradicional del país? –Es así. Se trata del diario centenario, creado por un expresidente que representaba al stablishment económico y político, pero que tuvo entre 1997 y 2000 una época de apertura muy interesante. En un momento éramos 19 periodistas de Página 12, acostumbrados a ser muy críticos y muy molestosos trabajando en este diario cuyo lema era “sabemos todo, pero no publicamos nada”. En ese momento hubo un cambio de propiedad: los hijos jóvenes de una accionista tomaron el control del periódico y decidieron que había que parecerse al Washington Post. Entonces lo que hacíamos era tratar de forzar a ese periódico a hacer cosas que iban contra su naturaleza, pero con el apoyo de los dueños. Eso duró hasta el 2001. Yo cubrí Gobierno todos esos años y la pelea era todo el tiempo con los editores. Pero ganamos esa batalla más veces de la que la perdimos. –Hasta que llegó la gran crisis del 2002. –Recuerdo que hubo una gran devaluación de la moneda en Argentina; los diarios ganaban en pesos y estaban endeudados en dólares. Creyeron que su supervivencia estaba en juego y empezaron a hacer acuerdos con los presidentes de transición para salvarse, lo cual significaba que no se podía molestar a quienes se les pedía ayuda. Se cerró el equipo de investigación, nos pedían que bajáramos el tono. Fue un momento muy deprimente en mi carrera. –¿Y cómo hicieron los que siguieron trabajando en los medios? ¿Se reciclaron, se resignaron? –La gente que quedó en los medios se volcó al cinismo, en muchos casos a la corrupción, o a la depresión, o se refugió en los lugares menos molestos de los periódicos, donde pudieran escribir sobre jazz o algo que les diera una satisfacción personal. Otros pasaron a hacer prensa para empresas o para políticos. Varios nos refugiamos en los libros. En los 90 hubo en Argentina un boom de los libros de investigación: se vendían 100 mil, 200 mil ejemplares, y un grupo de periodistas pudimos vivir bien de eso porque había un mercado fuerte. Ahora todavía sigue siendo un país en el cual hay una audiencia sedienta de buena información y de historias bien contadas. –Publicaste cinco libros. –Sí. Me di cuenta de que uno de los temas que más me interesaba era una historia que no estaba contada: la relación entre la prensa y el poder político y económico en los últimos 20 años. También escribí una biografía de Jacobo Timermann, el gran modernizador de la prensa de los años 60 y 70 para contar la historia del periodismo en Argentina. –Sobre el puercoespín.com. Esta revista digital nace en Buenos Aires, pero no tiene una identidad nacional. ¿Es más bien para todo el mundo hispanohablante? –Con mi marido, Gabriel Pasquini, que es otro colega que también salió del equipo de investigación de La Nación, pensamos que era nuestro deber moral ofrecer algo nuevo y crear nuestro propio medio. Hicimos planes de negocios, buscamos socios y empezamos a averiguar cómo se fundaba un medio pensando en el papel. Pero se requería una gran inversión y aquellos interesados en poner el dinero traían sus propias agendas. –Los socios capitalistas siempre van a querer que sus demandas o intereses se vean reflejados en el medio que financian. –Aprendimos que para encontrar un socio había que sacrificar la independencia periodística. Así lo han hecho prácticamente todos los medios: en el Gran Buenos Aires hay 18 periódicos, más de 500 radios, 52 canales entre digitales y abiertos, a pesar de que es uno de los peores momentos de la prensa. Cualquiera pensaría que hay un mercado que sostiene un periodismo muy activo, cuando en realidad el 90% de estos medios no se sostiene por sí mismo, sino por el dinero del Estado o de actores interesados en tener influencia política. –El puercoespín es un producto de esta era digital que permite una posibilidad como ésa. –Sí, fue la oportunidad de crear un medio sin un peso. Muchos han hecho en formato digital lo mismo que querían hacer en papel, pero nosotros creamos un medio en el que hacemos una selección de lo mejor que vemos en una parte del periodismo mundial al que tenemos acceso: las mejores investigaciones sobre los temas que nos parecen relevantes, elegimos buenos textos y buenos trabajos para una audiencia sedienta de buen periodismo. Seleccionamos historias que van más allá de la noticia diaria, o incluso de la crónica bien escrita pero banal o efímera. Historias en las que un antropólogo o un historiador del futuro podrían encontrar algunas claves sobre nuestra época.
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IV. Catia Seabra: “El PT ha tenido una reacción muy violenta contra la prensa” Es una reportera neta con varios premios en su haber: cubre elecciones, viaja con presidentes y destapa escándalos de pesos pesados. Ha recibido varios premios de periodismo en Brasil. A pesar de haber difundido tantas denuncias relacionadas con importantes personajes, no ha sufrido amenazas, pero sí una que otra intimidación que ella ha parado en seco.
–Trabajas en el periódico más vendido de Brasil, el Folha de Sao Paulo, que tiene un tiraje diario de 300 mil ejemplares, y que es reconocido como un diario independiente, al menos del poder político. –El diario ha realizado investigaciones en todos los gobiernos. Ha recibido premios por dos investigaciones hechas durante el gobierno de Cardoso: una sobre la compra de votos para garantizar su reelección, y la otra sobre un ‘chuponeo’ telefónico hecho por la Policía Federal al Banco Nacional de Desarrollo Social que da préstamos a empresas privadas. Analizando las conversaciones se descubrió que había favoritismo hacia ciertas empresas. También hemos realizado la serie de reportajes titulada “El patrimonio y las consultorías que derrumbaron al primer ministro de Dilma Rousseff”. –El problema de la corrupción es grave en Brasil. Collor de Mello fue destituido, y en los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff se han destapado varios escándalos ligados al Partido de los Trabajadores. –El PT era muy pequeño; justamente crece luego del escándalo de Collor en 1992, cuando fue destituido del gobierno por el Parlamento, acusado de corrupción. Lula había perdido las elecciones de 1989 contra Collor, y este proceso lo fortaleció a él como candidato y al Partido de los Trabajadores (PT), que logró por primera vez colocar prefectos y ganar fuerza en las capitales. Después, durante el gobierno de Lula, el PT siempre empuñó la bandera de la limpieza y del combate a la corrupción. Pero, según la Procuraduría General de la República, fue durante ese gobierno, en el 2005, que se produjo el mayor escándalo de corrupción de la historia de Brasil: el Mensalao. Se descubrió que el gobierno había sobornado a varios diputados de la oposición entregándoles mensualidades para que apoyaran algunos proyectos presentados por el Ejecutivo. El exprimer ministro y miembro del PT, José Dirceu, fue condenado por corrupción activa y pasiva. –Tú fuiste una de las que descubrió que el primer ministro de Dilma Rousseff, Antonio Palocci, se había enriquecido ilícitamente. ¿Cómo fue esa investigación? –Nació de una fuente que nos dijo que Palocci tenía un departamento muy grande de 3 millones de dólares. Era tan lujoso que el piso de mármol del baño tenía calefacción, de modo que cuando lo pisaba no sentía frío en los pies. Cualquiera que ocupa un cargo público debe presentar una declaración de bienes al iniciar su gestión. Luego, al final de ella, se hace una comparación para ver si se ha enriquecido. Cuando era diputado, Palocci declaró que tenía muy pocos bienes; cuatro años después había multiplicado 20 veces su patrimonio. –¿Cuál fue la primera reacción de Lula cuando saltaron los escándalos? –Culpó a la prensa. Dijo que estaba comprometida con la derecha. –Basándote en las investigaciones que has hecho sobre la corrupción, ¿crees que éstas podrían llegar hasta Lula? –Solo puedo decir que son personas muy cercanas a él. En este momento en Brasil hay una investigación en curso que lo involucra. Lula es casado, pero se sabía que tenía una relación íntima con su jefa de Protocolo, y ella está siendo acusada de tráfico de influencias. Igualmente, Dirceu y Palocci son muy cercanos, y José Genoino, que era el presidente del PT, también fue condenado. –¿Entonces el PT ha optado por proteger a su gente en vez de tener una posición de condena a la corrupción? –El PT se ha convertido en un partido muy grande, muy orgánico. Cada dos meses hay una reunión del comando del partido, que tiene 31 miembros. Dirceu y Genoino son integrantes de esa cúpula. En una de esas reuniones, este último leyó una carta de su hija en la que culpaba a los medios. Empezaron una campaña muy fuerte contra la prensa, contra el Ministerio Público y el Poder Judicial. Genoino fue víctima de tortura durante la dictadura y dice que ahora también la prensa lo tortura. Ambos, él y Dirceu, son considerados mártires por el PT; incluso, antes de la condena fueron homenajeados con una ‘churrascada’. ¿Este encubrimiento comenzó cuando llegaron al gobierno, o ya antes había dado señales peligrosas? –En el gobierno de Cardoso se dio una Ley de Responsabilidad Fiscal para regular sus gastos. Esto implica que cada año las cuentas deben quedar cerradas para que el mandatario entregue el país saneado económicamente a su sucesor. Pero el PT no votó en el Congreso a favor de esta Ley. Y desde el reportaje sobre Falocci, que terminó con la dimisión de otros 8 ministros, el PT ha tenido una reacción muy violenta contra la prensa y ha redactado un documento pidiendo su control. –Por las noticias que nos llegan, pareciera que Dilma ha actuado de manera más firme ante los actos de corrupción. Cuando se destapa un escándalo, ella saca al Ministro inmediatamente. En cambio, Lula parece que fue más permisivo. –Es que la situación es diferente, porque Dilma cuenta con una base parlamentaria mucho más amplia y tiene varios aliados en el Parlamento. Tiene el apoyo del Partido del Movimiento Democrático Brasilero, algo que Lula no tenía. Por eso para ella es más fácil sacar a un Ministro acusado de corrupción. Ahora: es cierto que cuando los miembros del PT involucrados fueron acusados por el Supremo Tribunal Federal, el mismo Lula hizo movidas para que no los condenaran. –En otros países de la región se han dado algunas leyes que pueden restringir el trabajo de investigación de los periodistas. A pesar de las intenciones que tiene el PT, según has señalado, parece que en Brasil es más difícil lograrlo. –No es como parece. Existen dos proyectos de ley para la prohibición de la actuación de los fiscales y otro contra la de los jueces. Ambos pretenden reducir el poder de la Corte Suprema. El más peligro es el primero. El proyecto plantea que se puede encarcelar a los fiscales que divulguen el contenido de alguna investigación, y también les prohíbe que participen en las investigaciones policiales. –¿Cuál ha sido la gran transformación de Lula en Brasil, un presidente que salió de un partido de izquierda que era claramente antiliberal, pero que cuando llegó al poder mantuvo la misma política económica que Cardoso? –El gobierno hizo una distribución de la riqueza a través del aumento del salario mínimo, y esta medida incrementó la capacidad adquisitiva de la población. Hubo aciertos y errores. Palocci, el ministro de Economía de Lula, fue el nexo con el empresariado, y hasta hoy lo es. Cuando salió la denuncia contra él, los empresarios presionaron a los periódicos y revistas para taparla. Desde el comienzo se sabía hacia dónde iban: un día antes de su triunfo, Lula se reunió con los empresarios en un hotel y les aseguró que no habría cambios radicales en la economía. –¿Qué dicen ahora movimientos como el de los “Sin Tierra” de los que el PT era abanderado? –Hacen mucho menos ruido. Todavía se escuchan por ahí algunas críticas, porque el Gobierno cambió al Comando del ministerio encargado de la Reforma Agraria, que estaba a la izquierda del PT. La situación ahora es menos favorable para los “Sin Tierra”,incluso comparándola con el gobierno anterior. Dicen que el gobierno de Cardoso hacía expropiaciones y daba tierras; en cambio hoy les dan mejores condiciones a los hacendados. Tendría que visitar esas regiones para saber si es verdad. –¿Cuál es el punto de convergencia entre el modelo chavista y el Gobierno del PT? –Existe simpatía. Dentro del PT hay corrientes distintas, unas más hacia la izquierda. Un núcleo es muy cercano a Chávez. Aunque ahora esas corrientes son minoritarias y les han dado cargos en instituciones públicas como para neutralizarlas. En el primer gobierno de Lula hubo una lucha interna que terminó con la expulsión de parlamentarios. –Tú fuiste la primera que sacó, en Brasil, la información sobre el papel de Favre en la campaña de Humala. –El mérito de Favre ha sido trasladar al Perú el modelo de campaña de Lula, en la que él participó. Es que en Brasil está más avanzado el márketing electoral y hay expertos en campañas electorales. Por ejemplo, en Venezuela estuvo Joao Santana, el publicista de Dilma, que dirigió la campaña de Chávez y después la de Maduro. Favre participó también en dos campañas de Marta Suplicy. Para nosotros, él es conocido como el exesposo de Marta, que hoy es la Ministra de Cultura. En el tiempo que fue alcaldesa de Sao Paulo estuvo casada con él. –Acá en el Perú existe una gran admiración hacia Lula. –Sí, lo sé. Pero es que para mí también continúa siendo un personaje importantísimo. Su elección fue emblemática. Es un símbolo de lucha, de democratización del país. –Personalmente, ¿te ha desilusionado? –Sí.
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