Un hincha en suspenso
Un hincha en suspenso
Muchas veces he usado las relaciones simbólicas que habitan alrededor del fútbol en el Perú para explicar la distancia que existe entre las relaciones sociales de producción y las ideologías de los sujetos sociales inmersos en esas relaciones.
La más fácil siempre ha sido acordar, con uno mismo, que mientras las relaciones económicas se mueven en un tempo, digamos, moderno —tanto, que algunos exaltados nos cuentan de la revolución capitalista—, las relaciones sociales (ideológicas o culturales), en cambio, se mueven en un tempo pretérito: nuestra herencia feudal.
Ejemplos sencillos como el Gordo Gonzales o Cuchi Souza Ferreira, o, más actualmente, Pacheco o Alarcón, nos remiten a sujetos que piensan con mentalidad feudal navegando en un “negocio” globalizado en el que la racionalidad de la organización eficiente no deja lugar a decisiones que obedecen a una racionalidad de otros tiempos. Esto debería conducir inevitablemente a la desaparición de esas empresas o sociedades fagocitadas por un sistema de relaciones económicas globalizadas que medra allí donde ve negocio o capital.
Hasta hace una semana no tenía otra forma de entender lo que pasaba con el fútbol peruano que acudir a las manidas explicaciones según las cuales mientras no nos constituyéramos en una sociedad siquiera moderna y prevalecieran en nosotros estas relaciones feudales, mercantilistas, la corrupción generalizada, la indolencia de las instituciones (¿cómo explicar que la SUNAT tolere que una empresa le deba 160 millones de soles y solo la amenace de palabra con un “¡te voy a pegar, ah!”), nada iba a cambiar.
Así se empezaba un nuevo campeonato con clubes que seguían debiéndole al Estado, a otras empresas, a sus jugadores (y contrataban otros), a sus trabajadores administrativos; que debían luz, agua y teléfono, y uno se preguntaba: ¿Y cómo van a pagar? ¿De dónde saldrá el dinero para todo eso? Y, claro, la Federación pateando la pelota al cielo como si Newton fuera solo una falsa consigna de los físicos. En esas circunstancias me llaman y me piden un artículo y yo dije “quiero escribir pero me sale espuma” (que me disculpe Vallejo, no la universidad): andaba dando vueltas cuando de pronto me sorprendió un decreto supremo que pone las bases legales (¿no las había?) para que cinco clubes deudores puedan ser intervenidos por sus acreedores y empezar una nueva etapa en el fútbol peruano (dicen que con el beneplácito de la Federación).
Frente a este nuevo escenario es preciso hacerse algunas preguntas y tomar algunas posiciones. Decía Mounier que el optimista es un estúpido feliz y el pesimista un estúpido infeliz. Trataré de no ser estúpido. ¿Existen las condiciones para que, aun con la intervención del Estado, las cosas en el fútbol peruano cambien de tal modo que por lo menos podamos alcanzar a Ecuador, Chile o Venezuela?
Lo más importante que tiene que ocurrir es que los actuales dirigentes y los pasados, por lo menos en los últimos 10 años en Alianza y 20 en la ‘U’, no vuelvan a poner un pie en estas instituc iones ni como socios ni como acreedores.
Es interesante compararnos con estos tres países, dado que hace algunos años (muchos) por lo menos Ecuador y Venezuela estaban notoriamente por debajo del fútbol peruano, si a resultados de partidos nos remitimos, y con Chile andábamos por allí. Los ‘ayayeros’ de la privatización y el mercado nos dicen “miren a Chile”. Nadie nos dice miren a Ecuador o Venezuela. Debo admitir mi ignorancia con respecto a los procesos que han pasado estos países, pero no dejan de llamarme la atención por lo menos estos dos casos, dado que nuestros sistemas culturales podrían tener enormes similitudes (o es que verdaderamente ser la cabeza del Virreinato nos hizo tan diferentes).
Hasta aquí parezco un periodista deportivo: llevo escritas 574 palabras y no he dicho nada. Es que en realidad a veces creo que hay una sobredimensionada expectativa con lo que pueda decir un antropólogo sobre el fútbol.
Hablaré como hincha, aunque gracias a Cuchi, a Franco y a Alarcón mi condición de hincha está en suspenso hace cinco años. ¿Puede cambiar el fútbol en el Perú a la luz del decreto del Ejecutivo que ha permitido que los acreedores tomen el control de cinco clubes?
Yo pienso que sí. Pero lo primero, y tal vez lo más importante, que tiene que ocurrir es que los actuales dirigentes y los pasados, por lo menos en los últimos 10 años en Alianza y 20 en la ‘U’, no vuelvan a poner un pie en estas instituciones ni como socios ni como acreedores. He sido de la opinión, y la mantengo, de que el gran problema del fútbol en el Perú empezaba con su dirigencia; no solo la de los clubes: también las de la Federación.
Este decreto parece poner fin a la presencia de los actuales dirigentes en los destinos de los clubes. Lamentablemente, no ocurriría lo mismo con el de la Federación. ¿Será posible que estos clubes, modernizados en una próxima elección, sean capaces también de cambiar a los dirigentes de la Federación?
Tampoco confío mucho en dirigentes como el señor Acuña de la Vallejo o el señor Chang de la San Martín. Basta con ver la actuación de Chang como ministro de Educación y financista de Alan García para no hacerse muchas ilusiones. Y el señor Acuña actuando como los viejos hacendados norteños, solo que ahora no con trabajadores de cañaverales sino con jugadores de fútbol. Creo que ambos, junto con los posiblemente defenestrados dirigentes de la U, Alianza, Cienciano y Boys, son dignos representantes de esos dirigentes desfasados en el tiempo que aún conservan su mentalidad feudal.
Como se ve, para poder dar respuestas o tener expectativas hay aún algunas interrogantes por despejar. En los próximos días seguramente estas dudas se disiparán y sabremos a qué atenernos. Mientras tanto, seguiré manteniendo mi hinchaje en suspenso…