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Rumbos de la pintura puneña

Óleo de Max Castillo "Kusillo" (2008). Colección de Christian Reynoso.

El Círculo Pictórico Laykakota
El establecimiento del Círculo Pictórico Laykakota se remonta al 18 de marzo de 1933, día en que se realizó, en Puno, una primera reunión entre los pintores Amadeo Landaeta, Carlos Dreyer, Carlos Rubina, Genaro Escobar, Joaquín Chávez y Florentino Sosa, con el objetivo de crear un grupo pictórico que pudiese representar a la pintura puneña y que, además, inspirase una suerte de escuela pictórica. Tras esta reunión, el 1.° de abril se decidió instalar el Círculo en la calle Puno número 44. Luego, el 3 de abril de 1933, fue fundado oficialmente con la intención de dar mayor realce y organicidad a la actividad plástica puneña. Su principal promotor fue Amadeo Landaeta, y sus primeros socios, Joaquín Chávez, Genaro Escobar, Carlos Dreyer —alemán afincado en Puno—, Manuel Morales, Juan Peñaloza, Carlos Rubina, Florentino Sosa, Luis Neira, Noé Fernández y Jorge Pardo del Valle, quienes desarrollaron la primera época de actividad de este Círculo.

Florentino Sosa manifestó: “Este círculo [estuvo conformado por] una promoción de espíritus inquietos de probada sensibilidad estética, y trabajó el desgarramiento del paisaje qollavino y del quehacer humano esencialmente andino”. Y es que, como afirma José Tamayo Herrera, “en el siglo XIX prácticamente no existieron expresiones pictóricas en Puno, o las que hubo se han perdido sin dejar huella”. Solo en la primera mitad del siglo XX apareció Enrique Masías Portugal, a quien se considera como el precursor de la pintura puneña y quien fue “el primer pintor puneño que pintó el paisaje altiplánico, pero incursionó todavía vagamente en la pintura indigenista; sin embargo, su ejemplo fue importante para la aparición de un movimiento más vigoroso a partir de 1933”. Tamayo Herrera se refiere al Círculo Pictórico Laykakota, “donde la pintura puneña se ‘indigeniza’ y adquiere una intención indudablemente vernácula, volcándose hacia el paisaje y los temas del Altiplano”.

Actualmente existe una limitada bibliografía respecto a la actividad del Círculo Pictórico Laykakota. Asimismo, hay disparidad entre los nombres de los pintores que lo conformaron, tanto entre sus fundadores como entre quienes se integraron posteriormente. Sin embargo, producto de nuestras investigaciones podemos afirmar que su primera época abarcó los primeros años de su fundación, y la segunda época desde 1936, cuando se integraron nuevos miembros, hasta el final de sus actividades en 1940. En ese sentido, además de los ya nombrados, participaron en el Círculo Pictórico Laykakota Gustavo Zegarra Villar, Raquel Valcárcel, Raúl Echave, Fernando Manrique, José Aguilar, Francisco Montoya Riquelme, los hermanos Roberto y Simón Valencia Melgar y Leonor Rosado. Los cinco últimos ingresaron en 1936, según archivos del propio Montoya Riquelme.

Los Laykakotas se reunían los domingos. Por las mañanas salían a pintar al campo, en las afueras de Puno. Cada uno llevaba sus instrumentos para instituir una especie de sesión al aire libre. Por la tarde, al volver a la ciudad, iniciaban discusiones críticas sobre el trabajo que habían hecho durante la mañana. Así, las opiniones, comparaciones y puntos de vista de cada quien contribuían a mejorar su plástica individual y como grupo.

Todos cultivaron distintos géneros, desde el óleo, la acuarela, los dibujos a lápiz, hasta el carbón, los grabados, las xilografías y aguatintas. Solo Genaro Escobar incursionó de manera original en el uso de chilligua, especie vegetal del altiplano. Algunos de sus miembros, como Carlos Rubina y Juan Peñaloza, destacaron también como músicos.

El 21 de abril de 1933, después de la fundación del Círculo, se realizó la Exposición de la Chilligua de Genaro Escobar. En el transcurso de ese año se hicieron dos exposiciones en el Club de Tiro de Puno, en homenaje a Juan Jiménez y a Darío Eguren Larrea, este último escritor y periodista cusqueño que propició el primer concurso de música departamental en Puno. Un año antes, en 1932, algunos de los que serían los futuros Laykakotas alentaron una exposición de José Domingo Pantigoso en el Mercado Central de Puno.

En 1934 organizaron, en el local del Concejo Provincial de Puno, las exposiciones pictóricas del limeño Federico Reinoso, la del arequipeño Manuel Alzamora y, a fin de año, la del abanquino Alejandro Gonzales y Teófilo Allaín.

En 1935 realizaron en Lima, en la Academia Alcedo, una exposición colectiva de pintura puneña denominada “Los Pintores del Lago”, con motivo de celebrarse el cuarto centenario de la capital del Perú. Desde entonces la crítica los conocería con este nombre. El éxito de esta muestra motivó posteriormente la visita a Puno de los reconocidos pintores José Sabogal, en ese entonces director de la Escuela de Bellas Artes de Lima, además de Cota Carvallo y Carmen Saco, quienes, sin duda, influyeron en los Laykakotas. Recibieron también ese año la visita del argentino José Malanca y del boliviano Crespo Gastelú, además de otros notables personajes como Uriel García, Estuardo Núñez y Gloria Serrano. Esta última, poetisa y esposa del pintor boliviano Crespo Gastelú, impresionada por la plástica de los Laykakotas, escribió: “Para la fuerte pintura del Grupo Laykakota, donde vibra con mayor sonoridad el alma del ande, donde sus hombres tienen reciedumbre de cordillera suavizada por ensueño de lago, todo nuestro cariño y homenaje. Hacemos votos por que sus pintores de Puno unidos con los del Tiawanaku levanten el verdadero arte americano”. Finalmente, ese año se realizó hizo una exposición fotográfica de Noé Fernández, y los Laykakotas hicieron una exposición en la ciudad de Tacna.

En 1936 organizaron una muestra en la Feria Exposición de Folklore Departamental de Puno. En este evento Amadeo Landaeta recibió la medalla de oro, y Florentino Sosa, Joaquín Chávez y Elva Echave las de plata. Esta última realizó también una exposición de caricaturas. Por último, llegó a Puno la pintora Julia Codesido.

En 1936, Florentino Sosa y Amadeo Landaeta realizaron una exposición en La Paz, Bolivia. Luego, en 1937, Amadeo Landaeta, Juan Peñaloza, Florentino Sosa y Gustavo Zegarra expusieron en Viña del Mar, Chile. Allí Landaeta obtuvo la medalla de plata. En ambas ocasiones recibieron notables elogios de la crítica especializada y obtuvieron gran éxito económico en la venta de los cuadros.

En 1937, varios de los Laykakotas enviaron lienzos a una exposición en París. Durante este año realizaron otras exposiciones locales en el Colegio San Carlos y en la Segunda Feria Exposición de Folklore Departamental de Puno. En 1938, Amadeo Landaeta expuso en el Club Unión de Puno, al celebrar sus 25 años de vida artística. Al año siguiente, en 1939, lo hizo en Lima.

En 1939 llegaron a Puno el pintor boliviano Jorge Gil Coimbra y el limeño Enrique Camino Brent. También arribó el argentino Francisco de Santo, quien quedó maravillado con el paisaje puneño y pintó un mural en el Mercado Central de Puno; treinta años después, éste quedó en escombros tras haberse caído el techo del mercado a consecuencia de una granizada.

Así, los Laykakotas tuvieron relación con todos estos pintores foráneos que llegaron a Puno, además de otros como Camilo Blas, Jorge Vinatea Reynoso y el argentino Ernesto Lanziuto, con quienes realizaron actividades diversas y de quienes aprendieron técnicas y conocimientos. Con muchos de ellos consolidaron amistades profundas.

A principios de 1940, el Círculo Pictórico Laykakota dejó de funcionar. Las razones son desconocidas. ¿Acaso porque cada uno de sus miembros empezó un camino individual dentro de su quehacer artístico? ¿O, lo que es más probable, porque cada uno asumió mayores responsabilidades laborales que terminaron por apartarlos del quehacer artístico, considerando que la mayoría de ellos no eran pintores profesionales sino que, por tener cargos públicos y de docencia, dedicaban parte de su tiempo a su afición a la pintura? En ese sentido, de los miembros de la primera época, Carlos Dreyer podría considerarse el único que vivía de su pintura, además de que tenía un taller bien equipado y trabajaba con eficaz disciplina. De la promoción de la segunda época, también puede nombrarse a Francisco Montoya como uno de los pocos que continuó con la labor pictórica durante toda su vida.

En sus siete años de actividad (1933-1940), el Círculo Pictórico Laykakota desarrolló una labor de proyección no solo local y nacional, sino también internacional, además de “crear una pintura indigenista, sólidamente autóctona”, como lo sostiene Tamayo. He ahí su valor. Luego de su disolución, muchos de sus integrantes continuaron desarrollando una labor artística y cultural que con el pasar de los años les otorgó un lugar importante en la historia de Puno. En cambio, los nombres de muchos otros desaparecieron para siempre. El crítico francés Henry Tracorl, del Journal de París, dijo del arte de los Laykakotas: “Tengo que expresar mi admiración para el esfuerzo del grupo de ‘Los brujos del Lago’ y mi esperanza de que los pintores puneños lograrán crear una pintura autóctona, tan diferente a la europea, en sus modelos y en su técnica”.

Para la fuerte pintura del Grupo Laykakota, donde vibra con mayor sonoridad el alma del ande, donde sus hombres tienen reciedumbre de cordillera suavizada por ensueño de lago, todo nuestro cariño y homenaje. Hacemos votos por que sus pintores de Puno unidos con los del Tiawanaku levanten el verdadero arte americano.

Rumbos de la pintura puneña
La historia y producción de la pintura puneña pueden empezar a escribirse y articularse a partir del siglo XX con la identificación de cuatro momentos importantes que han configurado una diversa expresión artística en materia de técnica y discurso, y que se mantiene hasta el día de hoy.

El primer momento abarca la presencia de Enrique Masías Portugal, paisajista y torero, considerado como el precursor de la pintura puneña. Realizó su primera exposición en Puno en 1922. Y años más tarde sirvió de ejemplo para la consolidación del Círculo Pictórico Laykakota.

El segundo momento está determinado por el trabajo del Círculo Pictórico Laykakota entre 1933 y 1940, que se convirtió en el primer cimiento orgánico que desarrolló e influyó la futura plástica puneña. Francisco Montoya Riquelme, considerado “el último Laykakota”, acuarelista y promotor cultural, fundador de la Escuela de Bellas Artes de Puno, jugó luego un importante papel como bisagra y puente con la nueva generación de pintores puneños que fundaron el grupo Quaternario.

El tercer momento está determinado por la fundación, en 1983, del Grupo Quaternario, poco más de 40 años después de los Laykakota. Este grupo estuvo integrado por una nueva promoción de pintores en su mayoría provenientes de la Escuela Regional de Educación Artística, ex Bellas Artes de Puno y hoy Escuela Superior de Formación Artística (ESFA), entre ellos Martín Gómez, Aurelio Medina (Moshó), Yemy Alemán, Benigno Aguilar (Páucar), José Luis Cáceres Barriga (Jolucab), Anarco Valencia, Alberto Cáceres, Sixto Ruelas, Betty Reboa, Raúl Huayna, entre otros que, desde entonces y hasta hoy, han desarrollado una labor artística permanente.

Si bien Quaternario recibió el aporte pictórico del Círculo Laykakota gracias a la presencia viva de Francisco Montoya, también apostó por una renovación de la plástica puneña como un grupo “abierto a todo estilo, técnica, temática y contenido”. Con ello, su pintura se alejó en cierto modo del indigenismo tradicional y empezó a crear un nuevo discurso del paisaje altiplánico con una mayor solvencia técnica y desde una perspectiva más intimista de cada uno de sus integrantes. Luego de su disolución en 1992, la mayoría encontró caminos y estilos distintos de creación pictórica.

En la década de 1990 aparecieron en escena nuevos artistas que, sin estar articulados a un grupo, y en algunos casos sin ser necesariamente puneños, desarrollaron un trabajo importante para la plástica puneña, lo que se refleja en la influencia que ejercieron en futuras promociones. Entre ellos destaca David Frías, quien se afincó en Puno por muchos años y desarrolló en esta ciudad lo fundamental de su obra. También encontramos a Otto Arones, Olger Valderrama, Joseph Lora, los hermanos Cahuana Quispe, entre otros. Esto servirá correlativamente para lo que podría identificarse como el cuarto momento de la plástica puneña, que se inicia en los primeros años del 2000 y que se extiende hasta nuestros días con una nueva promoción de pintores provenientes de la ESFA y de la Escuela Profesional de Arte de la Universidad Nacional del Altiplano, que de forma individual apuestan por una nueva renovación de la plástica en lo que concierne a la experimentación de las técnicas, la conceptualización de los motivos y la originalidad del discurso.

Entre ellos tenemos a Max Castillo, Juan Gómez (Juandino), Arturo Toledo, Andrés Galindo, Hugo Pari, Pilar Sara, Nilton Vela, entre otros y otras, que intentaron, desde sus individualidades, encontrar un estilo y técnica originales, manteniendo una visión que trasunta el leitmotiv del gran tema del altiplano puneño pero que también, en algunos otros casos, no terminan por despercudirse del lugar común de la plástica del lugar.

Hay que añadir, como dato nuevo, que en febrero del 2012 se fundó el Círculo Pictórico Cultural Andino Titiqaqa. Según el catálogo de su primera exposición, es una institución cultural “dedicada a rescatar la brillante trayectoria de la pintura altiplánica y promocionar nuevos valores del arte pictórico”. Así, parece ser una agrupación de pintores y artistas de distintas generaciones con el objetivo de hacer actividad cultural-artística en favor de la difusión del arte puneño. Habrá que seguirle la pista.

Pintores fuera de Puno: develando el anonimato
Hace falta todavía un estudio que analice y sistematice la presencia y producción pictórica de artistas puneños formados fuera de Puno y que han desarrollado su carrera en otras ciudades con gran éxito. Por otro lado, hace falta investigar el trabajo de algunos otros pintores puneños poco conocidos que necesitan ser revalorados y ubicados en el largo recorrido de la plástica puneña.
En el primer grupo podemos citar al consagrado Víctor Humareda (1920-1986), ícono de la pintura peruana y puneña, que no se adhirió a ningún grupo pictórico. Su originalidad y excentricismo estuvieron por encima de todo. Muy joven dejó Puno para seguir estudios de arte en Lima y posteriormente convertirse en un importante pintor, considerado como el forjador del expresionismo en el Perú. También encontramos a Juan de la Cruz Machicado, nacido en Yunguyo en 1935, actualmente un pintor reconocido a nivel mundial. Su obra ha madurado y se ha fortalecido en la ciudad del Cusco, donde ha vivido desde muy joven. Otros nombres, como Milton Montufar Condorena, Fernando Cáceres, Domingo Huamán Peñaloza, Ernesto Apomayta, entre otros, ameritan un estudio más detallado.

En el segundo grupo destaca Demetrio Peralta Miranda (1910-1971), quien, bajo el seudónimo de Diego Kunurana, desarrolló un trabajo pictórico casi desconocido hasta hoy, que abarca por lo menos un conjunto de 100 obras que han podido rescatarse y conservarse, y que se enmarcan en una temática andina y urbana con un marcado contenido social, seguramente en correlación con sus ideas políticas socialistas y revolucionarias.

Aunque se sugiere que Kunurana formó parte del famoso Grupo Orkopata, cuyos artífices principales fueron sus hermanos Arturo (Gamaliel Churata) y Alejandro, aún falta establecer su presencia en su real dimensión. Por lo pronto, en varios números del Boletín Titikaka (que se publicó entre 1926 y 1930), aparecen xilografías y grabados suyos que formarían parte de su obra inicial, aunque ello no asegure su inclusión en Orkopata.

Lo que sí parece estar más claro es que Diego Kunurana no fue parte del Círculo Pictórico Laykakota. En principio, no hay ninguna referencia a su nombre en el trabajo que desarrolló este Círculo y, en segundo lugar, porque en el tiempo que Laykakota estuvo activo (1933-1940), Kunurana al parecer no residió en Puno, ya que estuvo preso en Puerto Maldonado por sus ideas políticas (1931-1932), para luego volver a Puno —no hay precisión del año— y dirigirse en seguida a Arequipa, a la casa de su abuelo, donde empezaría a pintar con mayor profusión. Por ahora, es la única información que se tiene de sus actividades en esta década. Posteriormente, a partir del 40, se instaló en Lima hasta su muerte en 1971. Parece ser que fue en Arequipa y Lima donde desarrolló más extensamente su trabajo pictórico, haciendo énfasis en un contenido urbano y social. En Lima trabajó también en la revista de historietas Palomilla.

Nota: La versión amplia de este ensayo está disponible en: <http://www.casadelcorregidor.pe/colaboraciones/_biblio_Reynoso.php>.

Entrevista