¿Cambia… todo cambia?

Así dice la canción que interpretaba magistralmente Mercedes Sosa en el CICLA que organizara García en su primer Gobierno. Ahora, a un año de terminar esta segunda gestión, es evidente que Alan García mutó, pero para garantizar —a sangre y fuego— que todo siga igual. Pasó de candidato del “cambio responsable” a ser el “responsable de que nada cambie”.
El García 2006 no es el de los balconazos de 1985-1990. Perdidos en la memoria están los afanes de transformación, los discursos demagógicos contra la deuda externa o por estatizar la banca. La amnesia envuelve al candidato del cambio moderado que enfrentó a Lourdes Flores como la candidata de los ricos, prometió el impuesto a las sobreganancias mineras, retirar la firma del TLC con los Estados Unidos si Toledo lo firmaba, acabar con los abusos de la Telefónica, restituir derechos laborales elementales, terminar con los services y los contratos por servicios no personales. Ninguna de las reglas del juego establecidas a favor de los poderosos se ha cambiado. García es el Presidente de los ricos y del gran capital extranjero, el articulador del bloque de derecha en el poder.
Pero no todo ha cambiado. Se repite la corrupción generalizada. De 1985 a 1990 fueron el dólar MUC, el caso BCCI, la importación de carne podrida, el caso de los Mirage… hoy son los ‘faenones’, BTR y los ‘petroaudios’, el entreguismo de Camisea, la recomposición de enormes latifundios, los escándalos de COFOPRI, la impunidad a Keiko Fujimori a pesar de estudiar fuera con el dinero de todos los peruanos, la liberación de corruptos como Crousillat o la preparación del indulto humanitario a Fujimori.
Persiste también la violación de derechos humanos y la criminalización de la protesta social. 1986: Matanza de casi 250 presos en los penales. 1985-1990: Récord de detenidos desaparecidos durante el conflicto interno y acción impune del Comando Rodrigo Franco. 2006-2010: Muerte de decenas de trabajadores, campesinos, pobladores y nativos en protestas sociales brutalmente reprimidas hasta llegar al “Baguazo”, enjuiciamiento y persecución a centenares de líderes sociales y activistas, amedrentamiento de quienes discrepan y pretensión de deportar a quienes defienden los derechos de los humildes, como, recientemente, el ambientalista Mc Auley.
Pero es evidente que desde la segunda vuelta del 2006 García se mimetizó con Fujimori y sus estilos. Más allá de una alianza política con el fujimontesinismo para garantizar el continuismo y la profundización del modelo neoliberal; más allá del pragmatismo amoral que lo empeñó al conjunto de la derecha política para ganar las elecciones, García se “fujimorizó” en una relación similar al deslumbramiento y atracción que le producen los representantes de las grandes corporaciones transnacionales a las que sirve incondicionalmente. Adora a quienes expresan poder desmedido y sin control.
El García de hoy es un converso fanático al neoliberalismo, obligado a penosos afanes teóricos, como manifiesta su ópera prima “El síndrome del perro del hortelano”, publicada en El Comercio. Y forzando al país a situaciones límite en su afán de servir al gran capital transnacional, al que considera abanderado del progreso y el desarrollo, más allá del placer de gozar de sus favores. Por ello, a diferencia de un Toledo que fue frenado por el “Arequipazo” en su intento de ahondar las privatizaciones y la venta vil del patrimonio nacional, García se ha lanzado sobre puertos y aeropuertos sin consideración alguna, ha llevado las concesiones petroleras en la selva a ocupar el 75% del territorio amazónico mientras las concesiones mineras cubren más del 18% del territorio nacional. Malbaratea y nos priva del gas de Camisea al defender una exportación ilegal y lesiva para el país, arremete contra los pueblos amazónicos y las comunidades campesinas, permite que se degraden nuestros ecosistemas y la biodiversidad, abandonando a su suerte nuestra seguridad alimentaria y el abastecimiento de agua en medio del crítico cambio climático en curso.
El García de hoy es un converso fanático al neoliberalismo, obligado a penosos afanes teóricos, como manifiesta su ópera prima “El síndrome del perro del hortelano”, publicada en El Comercio.
La suerte le permitió contar con un escenario internacional de altos precios para los minerales y comodities que vendemos fuera por nuestro carácter de economía primario-exportadora y, ciertamente, la producción ha crecido y un pequeño sector se ha enriquecido sin límites, chorreando algo hacia la tecnocracia y sectores del entorno. La construcción creció y se han extendido los servicios de agua y saneamiento, no sin escándalos de corrupción y mal manejo. Pero la ineficiencia y corruptela generalizadas han ido acompañadas de un hecho indiscutible: la desigualdad se ha profundizado, mientras los programas sociales maquillan la pobreza, y la gran propiedad concentra hoy mucho más riqueza que antes.
Las reservas internacionales y la demanda de recursos naturales por las economías emergentes (como China e India) le han permitido —hasta ahora— bandear una crisis internacional que puede presentar un giro importante de ahondarse en el crítico cuadro que presenta Europa y las condiciones que podrían abrirse si Estados Unidos agrede a Irán en las próximas semanas. El escenario puede sufrir cambios y éstos expresarse en los procesos electorales del 2010-2011. El Gobierno lo sabe y lanza una campaña de doble cara.
Por un lado, el insultante autobombo que hemos sufrido por televisión en todos los partidos del mundial de fútbol: “Somos campeones mundiales en lucha contra la pobreza”. Por otro, el virulento spot para presentar a todos los que reclaman sus derechos o discrepan del oficialismo apro-fujimorista como terroristas y violentistas que buscan frenar el empleo y el desarrollo, mientras quieren usar la represión o expulsión a miembros de la Iglesia católica que se unen a las comunidades campesinas y nativas, como chivos expiatorios y ejemplos disuasivos para todos los que se propongan un cambio en pro de un país más justo, equitativo y democrático, en el que se recupere soberanía y dignidad.
En el Palacio que habita García está el comando de la derecha que alista todas sus fuerzas para que nadie cambie tampoco el 2011.
