Hugo Carrillo: “Si dejaba el nacionalismo se quedaban en el aire los alpaqueros”

Fuimos en busca del último izquierdista –nacionalista. Nos intrigaba su terca permanencia en un partido que hace tiempo ha decepcionado a los compañeros ideológicos de su primera hoja de ruta. Nos sorprendía el bajo perfil bajo de este congresista, cuyo nivel y experiencia están muy por encima de los de su bancada. Nos recibe sin su sombrero característico, pero con el mismo discurso de antropólogo y artista arguediano. Habla de sus raíces andahuaylinas, de su choledad, de sus orígenes políticos, de su arte y de su terca apuesta por el proyecto de este gobierno.
¿A qué edad conoces Lima?
Mi primer viaje lo hice a los ocho años. Mis padres venían para hacer su curso de perfeccionamiento magisterial. Eran profesores de tercera categoría. Los dos se titularon y terminaron siendo normalistas. Como no teníamos recursos nos alojábamos en un callejón de la avenida Argentina, en el Callao. Ellos se iban a estudiar y yo me quedaba solo. Me agrupé con unos niños para recolectar vidrios y latas que después vendíamos. Una tía que daba pensión a los trabajadores me encargó llevarles las portaviandas y a cambio me pagaba y me daba fruta. Comencé a generar mis propios ingresos y eso asustó a mi mamá.
¿Los niños limeños no te fastidiabas por ser recién llegado?
Un día llegué llorando porque unos niños me habían agredido. Mi abuelo que era un caballero y que estaba en Lima comprando sombreros, me preguntó qué había pasado. Le dije que “unos niños oscuros me habían molestado”. Los chiquitos se asustaron al ver a ese señor muy blanco. Uno de ellos le dijo: “Él comenzó; me dijo jetillanta”. Mi abuelo se dio cuenta que estaba mintiendo porque yo no conocía esa palabra. Yo solo había visto negrillos pintados en la fiesta de Navidad en mi pueblo. Ése fue mi primer enfrentamiento de tipo cultural.
¿Y luego regresaste a Uripa?
Sí, y al poco tiempo sancionaron a mi madre por motivos disciplinarios. Dizque ella lideraba a un conjunto de comuneros que reclamaban mejores niveles educativos y “soliviantó a la indiada”. La trasladaron a Chichucancha, el pueblo donde ahora recopilo canciones.
¿Quién te cuidaba?
Me quedé solo con mi papá en Uripa. Él era bohemio y se me complicó la existencia durante un año. Mi papá decidió trasladarme al anexo del Espinoza Medrano, el colegio en el que estudiaba la burguesía provinciana de Andahuaylas. Para eso necesitábamos mi partida de nacimiento que estaba en Chincheros. Ahí descubrí que no me llamaba como creía. Mi papá pidió la partida de Dante, que era mi primer nombre. A mí me llamaban Dantucho o Tucho. “Se llama Dante, por Dante Allighieri, porque su mamá quiere que sea escritor el muchacho”, dijo. Solo había una partida en la que estaba registrado como Hugo. Fue terrible porque a los siete años ya no era Tucho. A partir de ahí, como el perro, tuve un solo nombre.
El primer día de clase un chiquito dijo: “Sáquenle el ojo porque ése tiene ojo de canica”. ¡De dónde sacas un indio del núcleo escolar campesino que tenga ojos celestes! Diez niños se acercaron a revisarme los ojos. Me defendí y dije una palabra milagrosa en quechua: “Acamicus”, algo así como “fuera, carajo” o “come caca”. Ellos salieron volando.
¿Por qué tuvo ese efecto?
Porque los chicos no querían asumir que entendían quechua. Yo descubrí que tenían vergüenza de saber quechua, era el complejo en vivo y en directo. Ellos tenían un problema terrible de identidad: el padre era policía y la madre usaba polleras; estaban en el tránsito. Así me di cuenta que el quechua era un instrumento de defensa formidable.
¿No les enseñaban quechua en el colegio?
No. Yo tengo que agradecer a mi profesora Amanda Ballón que me expulsó de ese salón por leer un libro en quechua. Era una novela campesina satírica, burlona, prearguediana, escita por don José Flores, que desmitifica el concepto de que lo andino es triste, quejumbroso, ensimismado, llorón. Se burla de los amores de un cura. Un día me aparecí con el libro en el salón y le dije a la profesora que quería leérselos a mis compañeros. Me dijo: “Qué bien”. Empecé a leer (en quechua): “Qué pájaro es este pájaro que tiene dos buches en un solo cuello, y cuya cabeza está rajada y cuyo cuello está golpeado”. La profesora se puso roja, verde, azul y me botó.
Andahuaylas es especial porque ahí el racismo no tiene que ver con el color de piel. La mayoría son blancos. ¿Cómo se expresan las diferencias?
Por el espacio geográfico. Mi hermana me decía indio porque había nacido en Uripa, el pueblo de los indios, y ella había nacido en el ombligo de Andahuaylas. Mi abuela, la loca Cleofé, salía a la calle con un palo enorme y agredía a los campesinos que pasaban por su vereda. Les decía: “Lisura indio, cómo se te ocurre pasar por mi vereda”.
¿De cuándo es la presencia española en la zona?
El ejército talaverano se quedó en esas alturas después de la capitulación de La Serna. Y de hecho encuentras a un señor rubio, de barba poblada que se apellida Loaipardo. Hoy día a los uripinos nos dicen despectivamente “los europeos”. Pasan cosas increíbles. Asistí en el mercado al pleito de dos señoras, vestidas con pollera. Una de ellas le decía a la otra: “Lisura india. (En quechua): “Yo por si acaso bailo con banda. No soy como tú que bailas con violín y arpa”.
¿Por ese tipo de situaciones alguna vez intentaste ocultar tu origen?
No, a mí me pasó lo contrario. Como Andahuaylas estaba segmentada, los jóvenes de la calle Constitución, de apellidos nobles, se llamaban en inglés “The Vándalos Clan”, escuchaban música electrónica y eran de la generación de Los Beatles. En cambio, yo decía que era de la generación de Los Puquiales, de Los Manantiales, de Edwin Montoya, de Flor Pucarina. Yo escuchaba esa música y juntaba plata para ir a las presentaciones de La Caravana del Pollo Gonzáles.
Pero, ¿cómo tenías tan clara tu identidad a tan temprana edad?
Una cosa central es que en primero de media me captaron e integré un círculo de estudios políticos de Vanguardia Revolucionaria. Era “verraco”. En mi casa se reunían las autoridades para evaluar las tomas de tierras, y en el último piso se alojaba Andrés Luna Vargas.
¿Tus padres influyeron en tu temprano interés político?
A mi padre le decían “el gringo comunista”. Él era una suerte de líder, pero no era del núcleo del Partido Comunista de Andahuaylas que era muy importante. Recuerden que el Ché Guevara inició su aproximación al marxismo en Andahuaylas, donde se encuentra con el doctor Hugo Pesce. Mi padre era amigo de ese núcleo, pero no era militante porque tenía una confusión en la cabeza. Decía: “Lo que necesitamos es combinar lo mejor del marxismo con el humanismo del catolicismo”.
¿Él ocupó algún cargo político?
Fue alcalde de Andahuaylas. Me hizo usar zapatos de militar y de minero con punta de metal hasta los 13 años, porque tenía que prepararme para el ejército. Mi padre pensaba que solo desde el ejército podía cambiar las estructuras. Más o menos como el papá de Ollanta.
La personalidad de tu padre era apabullante.
Sí. Eso generó en mí un rechazo. Me acuerdo que yo vi que un compañerito - que ahora es el gobernador de Apurímac - usaba unos zapatos con unas hebillitas que me gustaban. Memoricé la palabra mocasín, y cuando fui a comprar zapatos con mi padre, le dije: “Papá, yo quiero mocasín”. Y él me dijo: “Moca ¿qué? Ah carajo, entonces de paso vamos a comprarte un vestidito nylon escarcha. ¿Qué quieres, zapatito de baletera, maricón de mierda? Al final me compró un par de zapatos Teddy de Diamante.
Yo tengo que agradecer a mi profesora Amanda Ballón que me expulsó de ese salón por leer un libro en quechua. Era una novela campesina satírica, burlona, prearguediana, escita por don José Flores, que desmitifica el concepto de que lo andino es triste, quejumbroso, ensimismado

¿Y cómo llegas a la antropología teniendo esa presión tan fuerte para que fueras militar?
Mi padre me llevó a la Escuela Militar de Chorrillos. Ingresé. Discutimos mucho. Él me decía que podía hacer la revolución desde ahí. Me retiré el primer año. Eso de ser “perro” es inaceptable. En la estructura militar dejan de maltratarte solo cuando eres Comandante General y estás encima de todos. Si no, siempre estás absolutamente subordinado.
Decides ingresar a San Marcos.
Sí, y mi padre me desheredó. Me dijo: “Mira hijito, yo no tengo plata para mantener a un comunista por cinco años. Pero si quieres, hablo con tu tío, que es dirigente del partido, para que te mande a Rusia”.
¿En qué año llegas a San Marcos?
En el año 1976. Había perros, burros, fachos. En ese momento Vanguardia se partió en mil pedazos. Yo venía de esa ruptura y no fui acogido. Eso me salvó porque los chicos de The Vándalos Clan de Andahuaylas terminaron en Sendero porque llegaron a Lima y no tuvieron ningún referente. Se dieron cuenta de que no eran del ombligo de nada y que eran cholitos de mierda, igual que cualquiera. El coordinador nacional de Sendero fue un compañero de carpeta.
Entonces estuviste cerca.
Una vez Andrés Luna Vargas me pidió que lo acompañara al congreso de constitución de la Federación Distrital de Campesinos de Ongoy. La misión era rescatar a Julio Mezzich. En la reunión estaba Edith Lagos que supervisaba a Francisco Huamán Galindo, quien después de estar en Francia terminó llamándose Francis Humangal. Él era un cuadro local que después terminó muerto en Lurigancho.
¿Encontraron a Mezzich?
No, él se apareció el día que murió Lino Quintanilla, nuestro cuadro de Vanguardia. Lo vimos entrando, blanco con su poncho negro. Se notaba que no había dormido por lo menos en cuatro días. Allí anunció el inicio de la lucha armada y su incorporación a Sendero Luminoso.
¿El entierro de Lino Quintanilla estuvo controlado por Sendero?
Totalmente. En el entierro hubo como 47 oradores y Sendero permitió que solo hable uno de Vanguardia. El mando de Sendero en esa zona era un zapaterito a quien yo conocía y que me decía Hugo Blanco. Yo le trataba de explicar que no era trotskista, y que los de Sendero eran infantiles. Me burlaba y le decía (en quechua): “Cómo van a ser la guerra si no saben prender ni un cohete para la mamacha Cocharcas”. Yo no sabía que él era el mando. Ese día el golpe fue muy fuerte porque nos dimos cuenta de que las cosas podían cambiar rápidamente.
¿Qué te salvó de entrar a Sendero?
Haber sido pequeño burgués y haber militado en Vanguardia. En San Marcos me parecía que los senderistas jugaban a la guerra. Eran clandestinos, pero al mismo tiempo se iban a Siglo XX y se compraban libros de los “revis” y los cargaban debajo del brazo.
¿Cómo te mantenías en Lima mientras estudiabas?
Mi mamá me mandaba un camuflado. Además, un grupo de estudiantes nos organizamos para vender separatas. Felizmente no había fotocopias y sacábamos las separatas en esténcil. De hecho mi primer libro es en esténcil. Yo fui un autor ladrón de la primera guía profesiográfica nacional, que era un listado de las diferentes carreras que ofrecían las universidades. La llevaba a los colegios de Andahuaylas, Abancay, Cusco, Puno, y era un éxito.
Tus oficios eran bastante originales.
Había que ingeniárselas. Después me mantuve mucho tiempo siendo controlador de cine. Es un trabajo formidable para un estudiante. Antes las exhibidoras boicoteaban al cine nacional y a nosotros nos contrataban para evitar eso. Mediante la ley de promoción del cine, el dueño de la película podía exigir el 50% de la taquilla, y eso es una patada en el hígado para los dueños de las salas porque ellos compraban películas a precio huevo. La ley decía que si la película cumplía el mínimo de mantenimiento tenía derecho a una semana más, entonces teníamos que controlar que eso fuera así. Te daban un contómetro y te sentabas a contar cuántos entraban a la sala. Para boicotear las películas echaban un poco de carbón y la película salía oscura, o bajaban el sonido.
¿Te amistaste con tu padre?
Sí, cuando salió mi primer artículo en La República. Escribí sobre la educación rural andina y las experiencias en Cajamarca. Antes de eso era un chupador: vivía en el Wony.
¿Cómo te vinculas al mundo de las ONGs? Empiezas haciendo locución y guiones de programas de radio..
Isaac Vivanco me pasó la voz de para una chamba en el equipo de radio del programa Tierra Fecunda de CEPES. Estaba a cargo de los cursos de capacitación para los promotores. Una vez llegaron 70 de ellos y cometí la osadía de llevarlos al cine El Pacífico para ver Túpac Amaru y conocer a Fico García, el director. Después terminamos chupando en la oficina. Por eso Mariano Valderrama me llamó la atención. Pero creo que había una cuestión racista de fondo. El chiste no me salió muy bueno. Presenté mi carta de renuncia y me la aceptaron. Pero a FAO- Holanda no le gustó que desapareciera la voz en quechua y me contrataron para grabar el programa y hacer guiones.
De allí pasas a Illa, una ONG muy pequeña, pero muy activa.
¡Todas eran mujeres y parece que tenían que haber un equilibrio de género! Trabajaban en comunicaciones. Hacían cursos de capacitación para comunicadores del norte. Fue extraordinario. Luego se me presentó la oportunidad de trabajar para un proyecto binacional con FAO-Suiza para emitir programas de radio en todo el Perú.
Después de tu experiencia como comunicador pasas a DESCO como responsable de la oficina de Huancavelica. Ese trabajo es el que te sirve de plataforma para candidatear como congresista por ese departamento.
Tenemos que buscar espacios, pequeñas grietas para poder colocarnos. Si bien desde la ONG hemos estructurado propuestas de desarrollo sectoriales, alternativas tecnológicas para mejorar la situación de los más pobres del campo, todo eso tiene su limitación porque no se convierten en políticas de desarrollo. Los alpaqueros con los que trabajé me dijeron que era mi oportunidad para introducir esas plataformas, incorporándome al partido que planteaba esa gran transformación.
A propósito de eso, ¿cómo se explica que te hayas mantenido en el nacionalismo?
En este momento lo que me acerca al nacionalismo es esa posibilidad de construir alternativas para todos en este país.
Una cosa fue el inicio, pero después hemos visto cómo han ido virando, tanto que fue evidente la alianza con la CONFIEP.
En principio, no debiéramos ver el tema tan esquemáticamente. En las esferas del manejo gubernativo no hubo una alianza con la CONFIEP. Y ahora nos están bombardeando.
Ha habido un cambio en la línea que es evidente. Poner ministros como Valdez, Castillo.
Lo que veo es una actitud pragmática de alguien que está en el Gobierno. Yo no veo un viraje sino un entendimiento de parte de Ollanta Humala de que él ha ganado. ¿Para quién debía gobernar? ¿Sólo para el 30% y con el 70% en contra? Es decir, esto que está ocurriendo ahora iba a producirse cuatro años antes. No le dieron carta libre para hacer una nueva Constitución y hacer la “gran transformación”. Entonces opta, a tal grado que entra gente como Valdez, que es enemigo.
Esa es la responsabilidad de quien los pone. Y los pone el Presidente.
Sí, claro. No sé si es el momento de criticarlo, pero él optó. Dijo algo así: “No me importa de qué color es el ratón, quiero construir. A mí la población me ha dado un mandato para lograr la inclusión dentro de los parámetros de esta Constitución”. No pudo desarrollar su primer programa, lo encorsetaron. ¿Cómo hacemos? ¿Es que Ollanta Humala tenía que haber dicho “No a Conga” y “No a Tía María”? Complicado. Tampoco podemos decir “no a la minería” y estar reclamando canon.
¿Cómo te sentiste con el retiro de la izquierda del gobierno?
Lo conversamos. Creo que los compañeros se equivocaron al dar un paso al costado. La izquierda no ha gobernado y no sabemos responder desde el Gobierno. Me pareció bastante irresponsable irme al otro lado. Yo practico el socialismo de Arguedas, el socialismo místico, que tiende a incorporar. En cambio, la orientación genérica marxista no permitió que entendamos lo cultural. A mí me expulsaron de la comisión de plan de gobierno de Izquierda Unida por ser indigenista, “pasadista”, arguediano.
¿Te parece que patearon el tablero muy rápido?
Sí, claro. Me parece que nosotros teníamos la oportunidad de hacer una lucha adentro, y exigir desde el gobierno. He descubierto que es muy fácil ser oposición. Yo hubiera sido famoso. Miren, si yo me iba se quedaban en el aire los alpaqueros. No hubieran tenido seguro alpaquero, no se hubiera reestructurado el Instituto de Camélidos Andinos, ni tendrían Mi Riego. Desde mi institución, DESCO, siempre tratamos de llegar a los espacios de toma de decisiones, de colocar en la agenda política nuestros problemas. Tal vez yo no tenía el derecho a llegar al Congreso de la República. ¡Pero si eso era lo que buscábamos!
¿Sientes que los de DESCO te han dado la espalda una vez que llegaste?
No, simplemente no les interesó. No entiendo. ¿O es que solo discutimos mientras dura el proyecto?
Y cuando censuraron a Javier Diez Canseco, ¿cuál fue tu reacción?
No estuve de acuerdo. De hecho no fui a la votación. Y no me censuraron.
¿Qué opinas de la salida de tus ex compañeros de Dignidad y Democracia?
Francamente me parece un chiste esa bancada. ¿Irse porque no estuvieron de acuerdo con una decisión? ¿No conocen de centralismo democrático? Yo fui el que lanzó la candidatura de Ana María Solórzano; no la impuso Nadine. Yo quería que uno de esa generación tuviera presencia y no solo los antiguos de la bancada, que se creen “dueños de la cosa”.
A diferencia de los congresistas elegidos por Lima, lo del interior están muy presionados por la gente que espera que presenten sus proyectos.
Lo peor es que todos van a ofrecer el oro y el moro, cuando no tienen iniciativa de gasto. Acá te dicen: “Oye, estás viniendo con el asunto de la carreterita de Huancavelica, ¿no? Tú eres congresista de la república y tienes que discutir temas nacionales”. Por otro lado, la gente de Huancavelica te dice: ¿Qué has hecho por Huancavelica? ¿Qué has traído?” Por eso todos los congresistas del interior se vuelven hijos de puta al día siguiente.
La izquierda no ha gobernado y no sabemos responder desde el gobierno. Me pareció bastante irresponsable irme al otro lado. Yo practico el socialismo de Arguedas, el socialismo místico, que tiende a incorporar

¿Cómo está tu relación con los huancavelicanos?
Por mí votó solo el 5%. Como este país es muy chauvinista, desde que los de la ciudad descubrieron que era un forastero andahuaylino con algunos aderezos más, no me tienen ninguna consideración. Recuerden que al papá de Arguedas casi lo ajusticiaron en Huancavelica, Es complicado no ser de ese territorio. Tengo muchísimo respaldo en las comunidades campesinas y alpaqueras en las que he trabajado con DESCO.
¿Cuándo y cómo te contactas con los nacionalistas?
En el 2006. Tuvimos una larga discusión y me pareció lamentable que en mi entorno terminaran optando por Alan García. Ollanta Humala no era opción. Lo fue cuando el Partido de los Trabajadores (PT) lo apoyó.
Al inicio del gobierno declaraste: “Este es el primer gobierno socialista del Perú”. ¿Te reafirmas en ello?
Yo quise decir que era un gobierno progresista. Y en eso me ratifico. Hay una concepción progresista. Internamente ellos llaman a la izquierda “los primos hermanos” que han dejado el barco. Pero esto no se termina mañana.
¿Progresista en qué sentido? Que el Estado llegue con nuevos programas sociales a más lugares es lo que cualquier gobierno conservador también hace. ¿En qué marcan la diferencia con respecto a los gobiernos anteriores?
En la incorporación del interior del país. Ciento noventa y cinco años después este Gobierno comienza a mirar de manera distinta, por ejemplo, las potencialidades de la agricultura serrana. ¿Todavía es poco? Seguramente. Pero el programa Mi Riego, con mil millones de soles para implementar sistemas de riego en las alturas, es lo que buscábamos todas las ONGs hace muchísimo tiempo. No me parece poco que 72 mil estudiantes del programa Beca 18 tengan la oportunidad de transformar sus vidas, la de sus familias y comunidades. Esos jóvenes, en otro contexto, hubieran sido carretilleros, ambulantes. Tampoco es poco que se hayan ampliado los presupuestos del sistema educativo.
Así aparezcan nuevas opciones de izquierda, con gente joven y nuevas prácticas, ¿tú ya optaste por quedarte en el nacionalismo?
No avizoro posibilidades para la izquierda por ahora. Creo que adolecemos de los mismos vicios de siempre. Ahora han surgido unos jóvenes que dicen “nos merecemos más”. Estoy atento.
¿Los ves con buenos ojos?
Yo veo con buenos ojos todo aquello que signifique incorporar a la mirada de izquierda una visión integradora. Creo que la izquierda no ha estado ligada a los verdaderos sectores populares. Ha habido una posición un poco cerrada, elitista y muy criolla.
Cuando uno te escucha se nota otro nivel de discusión que no se le podría pedir a ningún otro congresista nacionalista. ¿No sientes que te han postergado, que no te han dado un espacio, un protagonismo?
Yo no he pedido ni buscado eso. A mí me interesa que el nacionalismo mire de otra manera los procesos políticos. Y eso no se consigue mañana. El remedio también es casero y el tiempo también es remedio. Se me preguntó si quería ser ministro de cultura. Pero ese ministerio no tiene recursos. Si algo pretendo después es tal vez ser ministro de agricultura. Pero no ahora.
¿Tu relación con el presidente es cercana?
Soy una suerte de asesor. Nos reunimos habitualmente. Conmigo más que con el resto.
¿No te parece que se ha ido gente valiosa de la bancada y que el nivel político e intelectual es muy bajo?
A mí me parece que Tejada es un cuadro. Pero a él nadie lo botó. Probablemente tenía otra agenda. Me da mucha pena y se lo dije. No digo lo mismo de alguna gente de Dignidad y Democracia, como esa señora que ya está en el fujimorismo. (Esther Saavedra). ¿Qué puedes esperar de gente que estuvo en UPP de la última hora? Dijeron que no había democracia. Sí la hubo; hemos decidido mayoritariamente.
¿Y qué opinas de la salida de Verónika Mendoza, otro cuadro?
Sí, ella fue la única que se retiró por principios y en el principio. Ella quería la Gran Transformación. No supo comprender que hay un margen muy reducido para manejar los temas.
Pasemos a hablar de la cultura andina y sus manifestaciones. Tú recopilas huaynos y cantas.
Ahora recopilo música de lugares como Chichucancha y me presento una vez al año. La música siempre estuvo presente en mi casa. El abuelo contrataba al arpista Inola, ciego y mujeriego, para que le amenice los almuerzos. A mi madre le decían “el pico de oro”; cantaba en la iglesia del pueblo y era soprano. Ella quería estudiar, pero mi padre la “chapó” antes de que llegara al Conservatorio. Mi papá tocaba violín y acompañaba a mi mamá.
Tu música es alegre, irónica, burlona.
Cuando era chico, comencé a comprar mis propios discos y el primer LP que compré fue el de Manuel Silva Pichincucha, cuya música es triste. Mi papá lo odiaba porque él siempre cantaba canciones alegres y burlonas. Un día me encontré con Pichincucha en el Club Apurímac y se puso a llorar cuando me vio. Me dijo: “Mi madre llora cada vez que te escucha en la radio”. Yo le dije: “Es recíproco, desgraciado, porque a mí me has hecho llorar también”. En Lima, con los del movimiento juvenil andahuaylino tuvimos un grupo musical llamado Illary, e hicimos trabajo político y musical. Éramos famosísimos en Yawar Plaza, en la carretera central.
Eres un éxito en You Tube. Cada uno de tus videos tiene 200 mil entradas.
En total son como 2 millones de entradas. Según MiskyTaqui soy el quechuahablante más visto en You Tube.
¿Sigues escribiendo?
Sí, principalmente poesía en quechua. Tengo más potencialidad en quechua que en español. También estoy escribiendo una novela en castellano, pero mis historias las pienso en quechua y pierden fuerza cuando las escribo en castellano. No soy Arguedas.
Has propuesto una iniciativa ciudadana para la enseñanza obligatoria del quechua en los colegios nacionales y privados, y estás recolectando firmas para que se transforme en un proyecto de ley.
Sí y ya han saltado a decir: “¿Por qué nos van a obligar? Creen que se va a dejar de lado el inglés, cuando no es excluyente. Más bien, hagamos que ese idioma se enseñe bien, porque los profesores de inglés en Andahuaylas no saben el verbo to be.
¿Qué opina el Ministerio de Educación de tu proyecto?
El ministerio y la clase política me han hecho concesiones. De hecho hay una ley universitaria que incorpora el quechua y el aymara como posibilidades para la titulación. La UNI me invitó a dictar clases de quechua para sus ingenieros civiles que van a ir a trabajar al interior. Y a través del canto aprendieron tres o cuatro frases que son las que les permitirán no pasar hambre en el interior.
El Viceministerio de Cultura no ha incluido a las comunidades andinas en la consulta previa. ¿Te parece un error de concepción? Es un enorme error de interpretación por desconocimiento e ignorancia. Si yo hubiera tenido alguna capacidad de decisión, hubiera dicho que se haga la ley de consulta en la zona andina. ¿Cómo no van a ser indígenas todos los que viven en el interior del país?
Hay una polémica en torno a si el racismo ha disminuido en el país. En la epidermis podría ser.
No ha disminuido el racismo, sino que comienza a aligerarse el modo y la forma. Los últimos acontecimientos relacionados con el bullying nos dicen otra cosa: A los niños no los matan por ser feos sino por ser cholos, y los matan cholos igual que ellos que llegaron antes.
Una última pregunta. Te la hacemos porque en tu bancada varios están en contra. ¿Eres partidario de la unión civil?
No, yo propongo el matrimonio gay. ¿Por qué las hipocresías? Si dos personas se quieren, dales la oportunidad de casarse. Pero por mi ubicación en el Partido Nacionalista no puedo mandar este mensaje, pero mi voto es por ello. Estoy evaluando presentar en la próxima legislatura un proyecto para que se apruebe el matrimonio gay.