Una alternativa de solución

El ex ministro habla con conocimiento de causa de un tema que nunca se terminó de ir: ¿Cómo replantear la estrategia en el VRAE?
Para lograr una solución definitiva al problema de seguridad que vive el país se debe tener una visión nacional y establecer correctamente la naturaleza de la amenaza que estamos enfrentando. Solo así estaremos en capacidad de determinar el qué alcanzar (objetivo), el qué hacer (políticas) y el cómo conseguirlo (estrategias).
El éxito militar alcanzado en zonas por buen tiempo controladas por Sendero Luminoso y el MRTA permitió recuperar a las poblaciones y ganar su confianza para lograr la desarticulación de las organizaciones subversivas. Sin embargo, el Estado no supo (o no quiso) consolidar la victoria militar mediante la aplicación de una estrategia que visara la presencia activa de los sectores sociales para incrementar la calidad de vida e integrar estas zonas al resto del país. No la hubo y se mantuvo la ausencia del Estado. También faltó una estrategia política orientada tanto a evitar nuevos reclutamientos como a recuperar a los retornantes, desplazados y arrepentidos. Como todo ha seguido igual, ese espacio en abandono y exclusión ha sido cubierto por el narcotráfico, que ha logrado captar y explotar a las familias, que no tenían otra alternativa que les permitiera ganarse la vida.
La discusión sobre lo que realmente sucede en el Valle del Río Apurímac y Ene (VRAE) —terrorismo, narcotráfico, subversión— y la indefinición que el Estado mantiene sobre la cuestión, requiere con urgencia definir al adversario con claridad y asumir, a partir de los hechos que se están presentando, si son grupos subversivos o bandas armadas al servicio del narcotráfico, para poder determinar las estrategias y los medios por emplear.
¿La situación y el adversario son iguales o distintos a los del siglo pasado? ¿Hay una “ideología” y un afán por transformar la sociedad para construir una “nueva república”, o un “discurso” tras el cual esconden el “negocio” y defienden al “empleador” (jefe de un cártel de la droga)? ¿Estamos enfrentando a la subversión, o a un nivel distinto de narcotráfico —un adversario más peligroso, complejo y difícil que la subversión— que impide, por ahora, el ingreso del Estado en el principal valle cocalero del mundo, que se ha expandido a nivel nacional —existen 12 regiones del país con cultivos de hoja de coca y de amapola—, lo que ha generado que el Perú sea calificado como el “primer productor y exportador mundial de cocaína”, y con posibilidad de convertirse en una amenaza de mayor magnitud por su carácter transnacional y capacidad de incrementar su influencia política, poder económico, respaldo social y fuerza militar?
Se requiere con urgencia definir al adversario con claridad y asumir, a partir de los hechos que se están presentando, si son grupos subversivos o bandas armadas al servicio del narcotráfico, para poder determinar las estrategias y los medios por emplear.
La realidad en el VRAE es que las familias han sido ganadas por el narcotráfico y los remanentes de Sendero Luminoso se han convertido en una banda criminal al servicio del narcotráfico, lo que les ha permitido un crecimiento cualitativo en su organización y accionar por tener mayor capacidad militar (columnas totalmente armadas), poseer experiencia y conocimiento del terreno, contar con el apoyo o “neutralidad” de las autoridades locales y tener financiamiento producto del narcotráfico y del cobro de cupos a los madereros y empresas privadas de la zona.
Esta banda criminal emplea procedimientos subversivos (terrorismo, emboscadas, trampas explosivas) contra las fuerzas del orden porque la presencia de éstas “malogra el negocio”; y goza de la ventaja de contar con el apoyo de la población (inteligencia humana) que, ante la ausencia del Estado, tiene un solo mensaje (violencia), una sola opción (narcotráfico) y un solo enemigo (las fuerzas del orden). Desde el año 2000 no se ha producido ningún atentado contra la población civil, ni una sola acción violenta orientada a boicotear un proceso electoral o referendo.
Ahora bien: si quien tiene a la población gana esta lucha, ¿qué hacer entonces en el VRAE para recuperarlo y lograr su apoyo? En mi opinión, es preciso realizar un trabajo ideológico para “librarla” de la subversión, volver a aplicar la misma estrategia de orden militar estableciendo bases contrasubversivas y realizando actividades de acción cívica, o actuar de una manera diferente, con una estrategia integral que vise sustituir la economía del narcotráfico y ofrezca otras oportunidades de vida con la presencia total del Estado.
No hay una “estrategia única” para resolver el problema en el VRAE, porque en el arte de la guerra no existen condiciones constantes, menos aún en una situación no convencional. Es necesario tomar en cuenta las diferencias y cambios que se presentan en el tiempo (1980, 2000, 2012), el momento (alcance y carácter de la amenaza), el espacio (Huallaga, VRAE, regiones), así como en el adversario y en nuestras fuerzas (liderazgos, capacidades, experiencia). Las nuevas amenazas obligan a un cambio en el arte de la guerra.
Una alternativa orientada a buscar la solución definitiva en el VRAE pasa por aplicar, con unidad de dirección y presupuesto transversal, una estrategia integral, coordinada, simultánea y permanente; y no solo de orden militar, como se viene aplicando, sino que comprenda acciones de orden político (fortalecer la democracia), económico y social (mejorar la calidad de vida de sus pobladores), policial (reducir el narcotráfico) y militar (apoyar la lucha con fuerzas de intervención rápida); como parte de una política de Estado que trascienda las gestiones de ministros y gobiernos, y que cuente con respaldo nacional.