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Viaje de ida

(Foto: Hildegard Willer)

La llegada de 1 millon de refugiados del Medio Oriente y de África a países de la Unión Europea pone en jaque a la Unión Europea y saca lo mejor y lo peor de su gente. La tradición humanitaria europea está en lucha con un legajo xenófobo y racista. ¿Qué ganará Europa?

Setiembre suele ser un mes festivo en Munich, la “metrópolis con corazón” como se auto-denomina. Cada setiembre la capital del estado de Baviera en el Sur de Alemania acoge a 2 millones de visitantes extranjeros que acuden a su “Oktoberfest” para emborracharse de cerveza servida en jarras de 1 litro por mujeres vestidas con la versión local de una pollera andina.

Este año, los turistas se topan con un grupo de extranjeros que no han venido a Munich por su cerveza, sino simplemente para salvar su pellejo: hasta 135.000 personas han ido entrando por la cercana frontera alemana-austriaca, solo en las dos primeras semanas de setiembre, en búsqueda de paz y un porvenir seguro que ya no encuentran en sus países de origen. Las imágenes muestran miles de personas de fisonomía aparentemente árabe o africana, la mayoría varones jóvenes, pero también mujeres y niños. Personas que han venido caminando durante días, que han pernoctado a cielo raso, o han ido como bulto en cualquier medio de transporte para llegar a la tierra prometida.

La tierra prometida se llama Alemania – el país económicamente mejor parado de la Unión Europea - que en pleno verano se viste de paisajes idílicos verdes y de personas veraneando. En este idilio “irrumpieron” los refugiados.

¿Quiénes vienen?
Si uno ha perseguido el drama de los refugiados que desde hace años cruzan amontonados como sardinas en barcos destartalados el Mediterráneo; quien ha llevado cuenta de cuántos han dejado su vida en este mar y llegaron a la orilla italiana como cadáver; quien ha seguido estas historias a lo largo de los años, más bien se preguntará porqué recién ahora la Unión europea se da cuenta que hay una tragedia de refugiados ante su puertas. La tragedia de pueblos africanos y árabes huyendo de sus países es vieja. Sin embargo, por varias razones Europa central ha podido desentenderse y verlo como un problema ajeno.

Tres factores explican por qué l número de refugiados ha aumentado en estos meses:

- Libia, cuando aún era gobernada por Gaddafi, era una dictadura deleznable, pero también un dictadura eficaz en retener a refugiados africanos que iban de camino a Europa. Sobre todo si los países europeos le pagaban a Gaddafi para ello (son legendarias las imágenes que muestran a Ghaddafi con el entonces primer ministro italiano Silvio Berlusconi). Hoy en día, Libia es un Estado fallido preso entre varias bandas que más bien fortalecen el crimen organizado que trafica con los refugiados y ha establecido toda una red de “coyotes”.

- Los países con una frontera externa de la Unión Europea – dizque España, Italia, Grecia, Hungría ya no registran a los refugiados que llegan a sus fronteras. Con ello incumplen el tratado de Schengen II que prevé que un inmigrante solo pude solicitar asilo en el primer país europeo que pisa. Con esto nunca nadie llegaría hasta Alemania o Suecia a pedir asilo, porque no tienen fronteras externas. Italia, Grecia y Hungría – países con crisis económica – estaban hartas de hacer de valla para que no entren refugiados a los países de Europa central. En algún momento ya no pudieron y simplemente hicieron pasar a los migrantes para que vayan a sus destinos preferidos: a Alemania, Suecia, Austria, Holanda.

- Pero todo esto no sería suficiente, si no se habría intensificado la guerra civil en Siria. Primero fueron los jóvenes sirios sunitas, que después de la fallida primavera árabe, empezaron a luchar contra la familia Assad, de religión shiita – alewita, que desde hace 45 años gobiernan en Siria. La familia Assad usa todos los métodos para mantenerse en el poder. Especialmente atroz son las bombas cilindro – un avión deja caer un viejo cilindro de petróleo lleno de dinamita y clavos por encima de casas residenciales donde sospechan hay opositores al régimen.

Como si la guerra civil entre dos no bastara, ha entrado una tercera parte en la guerra: el Estado Islámico del califa Abu Bakr ha conquistado grandes partes de Irak y el Este de Siria y ejerce un régimen de terror en las ciudades y territorios dominados por ellos. Un joven sirio hoy en día solo puede escoger para cuál de los bandos quiere morir: el gobierno de Assad, la oposición sunita o los islamistas.

Cada refugiado trae su propia historia trágica: allí está Ahmed de 22 años, cuya casa en Damasco está en escombros después de un atentado. En la foto que publica el diario alemán Sueddeutsche luce un joven apuesto, con bigote y una mirada lleno de esperanza. Ha tenido suerte, dice él mismo, porque aunque ha perdido todas sus pertenencias, ha podido huir con toda su familia que hoy vive a salvo en Alemania.

Zahir no quiere mostrar su rostro. El huyó de Siria porque no quiso enrolarse en la guerra. En Siria sería reconocido como desertor. Pagó 4000 USD para que los coyotes lo llevaron a él, su esposa y sus dos hijos pequeños en un viejo bote por el Mediterráneo. Igualmente les robaron los pasaportes sirios – un pasaporte sirio es codiciado, porque casi garantiza el derecho asilo en Alemania. “Cuando llamo a Siria, cada vez me cuentan que ha muerto otra persona que he conocido”.

“Mama” Merkel
Son historias como estas que deben haber ablandado el corazón de Angela Merkel. Hace poco aún representada como “nazi” por su política de finanzas duras frente a Grecia, ahora los sirios la veneran casi como si fuera la Madre Ángela. El 2 de setiembre ella dijo algo memorable: que Alemania no ponía límite para acoger a refugiados sirios. Ella reforzó lo dicho a pesar que de su propio partido cristiano-demócrata le llovieron críticas: “Si tenemos que pedir disculpas porque mostramos un rostro amable en situaciones de emergencia, entonces esto no es mi país”. Los refugiados sirios la aclamaron como la Madre Ángela y por las redes sociales del mundo árabe corrió la buena nueva de que los sirios eran bienvenidos en Alemania; pero sus colegas presidentes de otros países europeos vituperaban con rabia. No les había consultado si ellos también querían acoger a refugiados. Sobre todo los países de Europa del Este tienen poca experiencia con refugiados, y aun menos con refugiados que vienen de otras culturas y religiones.

En Alemania, el derecho a asilo para personas que están siendo perseguidos por razones políticas, religiosas o étnicas, es un derecho constitucional; fue introducido en la primera constitución democrática después de la segunda guerra mundial, justamente recordando a tantos alemanes que tuvieron que huir del terror del nazismo en los años 30 y 40 del siglo pasado.

Un joven sirio hoy en día solo puede escoger para cuál de los bandos quiere morir: el gobierno de Assad, la oposición sunita o los islamistas.

Pero la palabra de Merkel ya había inundado las redes sociales en Siria, Iraq, Pakistan y fue entendida como una invitación a venir. No solo se puso en marcha la gente que vivía en las zonas de guerra, sino también aquellos que durante años estaban languideciendo en los campamentos de refugiados en los países vecinos: Líbano, Turquía y Jordania.

¿Refugiados o migrantes?
“La reacción de los alemanes ante la llegada masiva de refugiados está totalmente dividida”, dice Pablo Paz desde Hamburgo. El antropólogo limeño trabaja desde hace más de un año con refugiados en Alemania, primero en Munich, ahora en un campamento de primera atención que mantiene la Cruz Roja en Hamburgo. “Aquí en Hamburgo ya no sabemos cómo manejar la gran cantidad de personas voluntarias que quieren apoyar de una u otra manera”.

La cultura de “bienvenida” de Merkel había contagiado a sus paisanos, sobre todo en las grandes ciudades alemanas como Múnich, Berlín, Colonia y Hamburgo. Pero en el Este alemán – él más pobre y marcado aún por el pasado comunista de la RDA – sucedió lo contrario: neonazis y otros de la derecha extrema incendiaron casas de refugio o protestaron contra la llegada de refugiados – a pesar de que al Este de Alemania habían destinado muy pocos refugiados. La gente pobre alemana siente que los refugiados van a ser competencia en los programas sociales del gobierno.

Pablo Paz no deja duda de que los 310 habitantes de su campamento de acogida son refugiados de guerra y no migrantes. La distinción es importante en Alemania: si puedes comprobar ante las autoridades alemanes que has tenido que huir por razones de persecución política, racial o religiosa, entonces puedes obtener el estado oficial de asilado, que significa permiso de trabajar y acceso a servicios del estado. A raíz de la guerra en Siria, el 99% de los sirios reciben el estado de “asilado”. Mientras que un “migrante” - alguien que viene “solamente” por buscar un futuro económico mejor – no tiene posibilidad de quedarse. Alemania como muchos países de la Unión Europea se niega a aceptar que hace tiempo se ha convertido en un destino de la migración mundial.

Esto podría cambiar pronto: una de las razones a favor de la integración rápida de refugiados es el decrecimiento poblacional de los alemanes. Ya hoy en día muchos puestos de trabajo – sobre todo trabajos menores – quedan vacantes. Ni hablar de que los aportantes alemanes a los sistemas de salud y de pensiones que cada vez son menos. ¿Podrán suplir estas lagunas los refugiados del Medio Oriente? La respuesta no es unánime.

Sin embargo Alemania, Austria y Suecia, los países europeos que más refugiados han acogido, podrían llegar a su tope pronto. La superintendencia de los refugiados en Alemania espera que hasta fines de 2015 lleguen 800.000 personas refugiadas a Alemania. ¿Y los otros países? En la última “cumbre de refugiados” de los presidentes de la UE, acodaron repartir 120.000 refugiado en los distintos países. Pablo Paz no cree que repartir los refugiados a otros países sea la solución: “Es que los refugiados no quieren vivir en Hungría o Italia, donde han hecho mala experiencia”.

Mientras tanto, hasta Merkel tuvo que volver a cerrar las fronteras ante la gran llegada de los refugiados. Desde hace años la frontera entre Baviera y Austria prácticamente no existía – desde hace algunas semanas, uno ya no pasa de Austria a Alemania sin tener que mostrar los papeles.

Todo indica que la Unión Europea tendrá que ver por un eficaz y humano sistema de controlar mejor sus fronteras externas, igual que un sistema eficaz que posibilite que personas en emergencia sigan encontrando asilo. Sin embargo, está claro que no todos los que – por las razones que sean – quisieran venir a Europa, lo podrán hacer. El ambiente que todavía es positivo en la población rápidamente puede cambiar, cuando perciban que la inmigración se descontrola.

Los alemanes se están acostumbrando a ver personas extranjeras en sus pueblos y ciudades. Han cedido sus gimnasios municipales y otros lugares para que alberguen a refugiados recién llegados. ¿Llegarán a verlos algún día ya no como extranjeros sino como co-ciudadanos? Mucho dependerá de la capacidad de integración de las personas que vienen y de las facilidades que les brinden las autoridades europeas. Desde ya se sabe que Alemania no será la misma de antes tras la ola de migrantes, la más grande desde la Segunda Guerra Mundial. Alemania se volverá más multicolor, multireligiosa, multicultural. Un país de migrantes pues.

Colaboraciones

Homenaje

Memoria