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Sobre Sebastián

(Foto: Cinencuentro)

Película: Sebastián [Carlos Ciurlizza, 2016]

Carlos Ciurlizza es un hombre ambicioso. El peruano–con la valentía y/o ego que sólo genios como Woody Allen y Orson Welles logran sacar adelante– escribió, produjo, dirigió y protagonizó su ópera prima basada parcialmente en su propia experiencia como adolescente en Chiclayo. Lamentablemente, más allá de sus buenas intenciones y un par de escenas conmovedoras, el resultado dista de un trabajo que golpee fuerte. Hay corazón pero se trata de morder más de lo que se puede masticar. No siento que funcione ni como historia de amor entre hombres o entre madre e hijo, ni como denuncia.

Ya resulta ocioso enumerar los recientes hechos que impregnaron el estreno de Sebastián (2016) con un aire de relevancia. Queda claro que -contexto aparte- cualquier momento es bueno para presentar este tipo de películas a la sociedad peruana, dando nuevas luces y voces sobre la dolorosa historia de violencia física y psicológica contra la comunidad LGBT. El único problema se da cuando aproximamos estos solemnes temas en el arte, muchas veces el sólo uso del mismo en una obra podría condicionar al espectador para palmear las deficiencias y exaltar las virtudes. Empecemos.

Ciurlizza demuestra tener algunos dotes en la escritura melodramática: Un chef peruano radicado en Los Ángeles y felizmente casado con Josh regresa a su pueblo natal para cuidar a su anciana madre y –de paso- se reencuentra con un viejo amor y los amigos de toda la vida; ‘pueblo chico, infierno grande’. Una historia que haría salivar hasta el mismo Pedro Almodóvar; aunque el problema no esta en la premisa sino en la ejecución, en la actuación amateur del protagonista y en los muchos descuidos en el aspecto técnico.

El texto y los diálogos nadan en lo predecible y convenciones de las novelas mexicanas y hasta en lo maniqueo en algunas escenas donde se quiere denunciar la injusta reacción de los habitantes del pueblo contra Sebastián y su pareja. Puede ser que buena parte de los peruanos sean trogloditas homofóbicos pero la forma tajante y teatralizada de la discriminación hace que caiga todo aspecto de verosimilitud en la narrativa. Puede ser que Los Ángeles sea un lugar de libertad y respeto al prójimo mientras que Chiclayo sea un lugar de represión y poblado sólo por tías chismosas y cristianos fundamentalistas pero la película no hace que me ‘trague el cuento’. Tal vez sea sólo un recurso dramático -para enfatizar el cambio que tienen algunos personajes a lo largo del metraje- que se le fue de las manos.

Todo esto podría salvarse si es que Ciurilizza lograse plasmar un personaje complejo, hipnótico o por lo menos carismático; Sebastián no lo es, ni en el papel ni en la pantalla. Uno se logra conmover con la situación de nuestro protagonista pero el actor no muestra ni emotividad ni intuición; son reacciones que hacen símiles al Terminator de Arnold. Lo único que puedo decir de su personalidad es que es un ‘ahuevado’. Esta diferencia se intensifica cuando gravitan a su alrededor interpretes como Katerina D’Onofrio, Myriam Reátegui y norteamericano Burt Grinstead, sólidos y solventes a pesar de que no siempre el texto sea complejo. Destaco 2 escenas: El incómodo almuerzo entre el trio amoroso y la conversación de Sebastián con su madre en su lecho de muerte; ambas lograron tocar mis fibras sensibles.

Por otro lado, el director tiene un gran problema de ‘framing’ y composición; no sabe donde colocar la cámara y –sobre todo- el significado de cada plano. No hay un ‘ojo cinematográfica’ detrás del lente; no hay coreografía en los actores, abundan los ‘saltos’ (corte brusco de un plano a otro muy similar; por ejemplo, de un plano americano a un plano medio) y hay movimientos rochosos de cámara que trata de reencuadrar con golpes bruscos. El único momento de lucidez visual es cuando se terminó una escena con un ‘travelling back’; empero, a la décimo quinta escena que concluye de esa manera puedo asumir que simplemente se enamoró de ese movimiento en plena grabación. En los créditos se lee que las escenas en Estados Unidos fueron realizadas con otro equipo y la diferencia es notable.

Han pasado muchos años pero creo que el Cine Peruano no ha visto una posición más interesante sobre el tema LGBT que en el mediometraje ‘Los Amigos’ de Pancho Lombardi allá en 1978.

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