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El día que los colombianos le dijeron NO a la paz

Foto: AFP

Lunes 26 de septiembre de 2016. Gran parte del país se encontraba a la espera del gran hecho histórico contemporáneo que le pondría fin a una guerra fratricida de más de cincuenta años. El escenario, la ciudad colonial de Cartagena de Indias. Un público selecto, compuesto por víctimas del conflicto, presidentes de naciones latinoamericanas, miembros de organizaciones sociales y altas personalidades de la política, serían los testigos de este magno evento. Todo salió como se esperaba, a pesar de un par de incidentes logísticos que distrajeron la atención, a las 7:00 pm de ese día el acuerdo final entre el Gobierno y las FARC-EP se había firmado. De alguna manera, la suerte estaba echada.

Durante toda esa semana estuve bastante intranquila, vislumbraba que el futuro de nuestra nación y la posibilidad de repensarnos como país estaban en nuestras manos. Puedo asegurar que no fui buena compañía después de la firma del acuerdo final. Me volví monotemática, solo podía pensar, hablar y escribir sobre el plebiscito y la oportunidad que tenía el país para iniciar el camino hacia una difícil y retadora construcción de paz. Hice público mi manifiesto por el Sí, con el cual reafirmaba mi compromiso con las víctimas del conflicto armado y con la paz de Colombia.

Domingo 2 de octubre, 4:00 pm. Sentada en mi escritorio, esperaba atentamente el primer boletín de la Registraduría Nacional sobre los resultados de la votación del plebiscito que le consultó a los colombianos: ¿Apoya el acuerdo final para terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera? A las 4:10 pm se divulgó la primera información, el Sí ganaba en el primer reporte por solo una ventaja de 5 puntos porcentuales, que representaban el 1,72% de las mesas escrutadas. Íbamos ganando, pero el estrecho margen no animaba a la alegría.Del segundo al séptimoboletín se mantendría la ventaja del Sí,sin embargo, la diferencia porcentual decrecía, mientras la angustia en mi empezaba a aflorar. Fue entonces con el octavo boletín que todo empezó a tomar un giro inesperado. Inesperado para los analistas políticos, para los de la campaña del Sí, para los de la campaña del No y para mí. A las 6:00 pm el destino había cambiado, el No ya había ganado por una estrecha diferencia. El último registro dio como ganador al No, por solo 53.894 votos.

Y esa noche lloré: de impotencia frente a la oportunidad que el país había perdido, de vergüenza por la indolencia con 8.190.451 víctimas registradas del conflicto armado, por la desidia de quienes votaron No sin haber leído los acuerdos, de dolor y frustración al saber que el engaño y la mentira lograron que millones de personas salieran a votar bajo un velo de ignorancia.

Todo estaba listo para la celebración que daría inicio a una nueva Colombia, un estruendoso No la arruinó. A las 7:00 pm el Presidente Juan Manuel Santos, en una corta alocución, reconoció el triunfo del No, llamó a la calma, reafirmó su compromiso por la búsqueda de la paz e inició un diálogo nacionalpara la unión y reconciliación con el objetivo de lograr un nuevo acuerdo más inclusivo. Unas horas más tarde, el expresidente Álvaro Uribe y sus secuaces del Centro Democrático, con expresiones de felicidad y asombro, reclamaban la victoria, una victoria construida a partir de trampas y artimañas que solo podría hacer daño al país. Nadie esperaba que el No ganara, ni los que estábamos a favor ni, mucho menos, los que estaban en contra. La nación, así, se sumió en una incertidumbre molesta y recalcitrante.

La primera semana después del plebiscito fue caótica, de altos tan altos y bajos tan bajos, digna de nuestroMacondo. En las redes sociales se instaló una auténtica guerra entre los partidarios y orgullosos ganadores del No y los dolientes y desconsolados adeptos del Sí.La polarización que existía antes de la votación, luego de esta se profundizó.Por otra parte, emergió un movimiento estudiantil muy fuerte, que desde ese momento ha liderado la resistencia civil que exige un ¡Acuerdo Ya!

De otro lado, algunos de los más conocidos simpatizantes del No, como el expresidente Uribe y el excandidato presidencial Oscar Iván Zuluaga, a falta de propuestas concretas hicieron “propuestas” que ya estaban en los acuerdos, demostrando lo sinvergüenzas que podrían llegar a ser. Generando más drama, el coordinador de la campaña por el No, de manera involuntaria, confesó que habían utilizado una estrategia basada en mentiras para generar indignación y que las personas salieran a votar enfurecidas.Para finalizar la semana, el premio Nobel de la Paz fue concedido al Presidente Santos, un respiro que trajo esperanza y algo de aliento al empantanado proceso.

Los días pasan y la incertidumbre crece. El presidente y su gobierno han escuchado propuestas de los variopintos sectores que representan el No (entre otros, los voceros de las principales confesiones religiosas, incluyendo las iglesias cristianas quienes hicieron una fuerte campaña por el No debido a su férrea oposición a concederle derechos a la comunidad LGBTI).Así como han recibido el apoyo, de manera reiterada, de los representantes del Sí (principalmente víctimas del conflicto y organizaciones sociales). Los colombianos en el país, y alrededor del mundo, se manifiestan diariamente con el firme propósito de que todos escuchen y se convenzan, de que esta oportunidad histórica no estamos dispuestos a perderla.

Pero, ¿qué proponen los del No? Debido a su responsabilidad política como ganadoresdel plebiscito, y bajo el supuesto de que también quieren la paz pero de forma distinta, se les dio el espacio para escuchar sus propuestas y, con excepción de algunas muy concretas y coherentes como las de la excandidata presidencial Martha Lucía Ramírez, lo único que queda claro es que no ofrecen ni opciones ni propuestas reales, sino que alimentan el discurso del No con mentiras y patrañas para hacer contrapeso al gobierno Santos y tener una opción electoral para las presidenciales del 2018. Una de las más recientes, y absurdas, seudo-propuestas es que no hay conflicto armado, por ende, no es pertinente utilizar mecanismos de justicia transicional, sino la justicia ordinaria. El temor de Uribe es que a través de la Jurisdicción Especial para la Paz se le pueda juzgar por su responsabilidad en diversos crímenes. Es lamentable, que este personaje esté bloqueando el proceso de paz, y que haya engañado y manipulado a sus electores con fines meramente personales.

Y ¿qué han dicho las FARC-EP después de la victoria del No? El Secretariado de esta organización recibió el resultado en La Habana, Cuba. Desde su primera comunicación post-plebiscito, han reafirmado su interés en no volver a la guerra. Hay que reconocer que no se esperaba su firmeza en cuanto a este propósito, lo cual responde a que ellos negociaron el mejor acuerdo posible para sus altos mandos y milicianos.Esto implica, que si bien están abiertos a escuchar las nuevas propuestas, no estarían dispuestos a ceder en cuanto a las penas restrictivas de la libertad (es decir, que no están dispuestos a pagar un día de cárcel), y a la participación política.

Algo que no se puede perder de vista de los resultados del 2 de octubre, aunque no se pretenda analizar en profundidad, es que los colombianos que votaron No, no perdonaron el enorme daño que este grupo armado le hizo al país. Y los que votamos por el Sí, no necesariamente los perdonamos, pero fuimos capaces de pensar en el futuro y en el país que quisiéramos dejarle a las nuevas generaciones.Al final, el voto en el plebiscito no era para absolver a las FARC, ni para olvidar las atrocidades que cometieron; al contrario, era la elecciónque teníamos para apostarle a una mejor nación, y para revalorar y reconstruir lo que significa ser colombiano.

Y, ¿qué viene ahora? el 20 de octubre el presidente Juan Manuel Santos comunicó que se había acabado el plazo para escuchar las propuestas que buscaban replantear el acuerdo y que de manera inmediata se daría inicio a las conversaciones con las FARC sobrelos diferentes temas formulados, para llegar, lo antes posible, a una nuevo acuerdo que sea el punto de partida para una paz estable y duradera. Por su parte, el cese al fuego bilateral ha sido extendido hasta el 31 de diciembre del presente año, y antes de esa fecha, el presidente manifestó su propósito de firmar un acuerdo definitivo. No hay claridad sobre las herramientas jurídicas que se utilizarán para formalizar el acuerdo;espero equivocarme, pero se sospecha que no será otra votación popular.

Hoy, varias semanas después del 2 de octubre, ha disminuido mi frustración, dejando cierto espacio para la esperanza. Sin embargo, eso que llamamos dolor de patria, ese duelo por lo que hubiéramos podido empezar a construir, ese desconsuelo porque no fuimos capaces de demostrarle a las víctimas de la guerra que comprendíamos su valentía y su lucha, y que dignificábamos ese sacrificio que ellos hicieron y que a nosotros (el resto del país) nunca nos tocó, permanece intacto.

Tristemente, como lo dije intentando explicar a un amigo español las razones de por qué un país después de tanta sangre y sufrimiento no quería la paz, tenemos el país que nos merecemos. Uno en donde no existe la solidaridad más allá de los intereses personales, en donde la desigualdad y discriminación estructural sigue reinando, una nación injusta y excluyente en donde no se respeta ni se valora al otro, uno en donde sales a las urnas a decidir la historia reciente de tu nación sin saber (leer) qué es lo que estás eligiendo. Un país, como diría recientemente el gran cronista Alberto Salcedo Ramos, que “le falta historia y le sobra histeria”. Ahora solo me pregunto, en un par de años, cómo podré explicarle a mi sobrino de dos años y medio, y parecer sensata en el intento,que un día tuvimos la oportunidad de dejar atrás más de cinco décadas de guerra y jugárnosla por la vida, y no lo hicimos.

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Justicia