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Las dos caras del duelo: una mirada al cine de Woody Allen

Crédito: Andina.pe

La vida es como un mal restaurante: la comida es mala y viene en porciones pequeñas” declara Alvy Singer en la primera escena de la película Annie Hall (1977) del director Woody Allen (1935). Y en seguida agrega: “La vida está llena de soledad, miseria, sufrimiento e infelicidad. Y termina demasiado rápido declaración que resume su visión de la vida y que servirá de leit motiv a lo largo de toda la película. Tan solo se necesitan diez minutos para damos cuenta de que Alvy se siente deprimido y busca explicaciones para la peor crisis de su vida: su novia Annie lo ha dejado.

En esta película, como en muchas otras de sus creaciones, Allen aparece como un tipo neurótico, entrado en los cuarenta, que gesticula mucho mientras habla rápidamente, y que se presenta a lo largo de casi hora y media con un tono entre melancólico y agresivo. Desde la escena inicial, el protagonista nos describe su forma de entender el mundo a través de lo que mejor conoce: las bromas; no en vano es comediante profesional. Sin embargo, a medida que va hablando, la velocidad de su discurso decrece hasta convertirse en un suspiro al contar una última broma que termina por redondear su la autopercepción: “Nunca quisiera pertenecer a un club que me tenga a mí por miembro”, frase que él mismo señala que proviene del libro de Sigmund Freud, El chiste y su relación con el inconsciente (1905). Esta mención al psicoanálisis desde el inicio de la película marca una serie de alusiones a esta disciplina, tanto en el discurso del personaje como en su personalidad y conducta.

Nuevamente se anima al describir su “middle life crisis” como extraños pensamientos que ha tenido desde que cumplió los cuarenta años; pero que no se preocupa por envejecer. Por supuesto resulta todo lo contrario, ya que acto seguido menciona su incipiente calvicie, como “lo peor que pueden decir de mí” y termina esta contradictoria apología a la vejez con un miedo paranoico frente a la posibilidad de volverse un viejo que babea, asqueroso y loco.

Recién en ese momento precisa qué es lo que realmente le preocupa: ha roto su relación con Annie y no entiende qué pasó. Aquí baja la mirada y arruga la frente, mientras niega ser morboso o depresivo en un constante mecanismo de negación que lo seguirá a lo largo de toda la trama.

Después de una breve pausa, narra compulsivamente algunos datos de su infancia. Nació en Brooklyn en medio de la Segunda Guerra Mundial y describe su infancia como “razonablemente feliz". Sin embargo, y una vez más en contraste con su discurso, la pantalla nos muestra una escena en la que aparece su madre diciéndole a un doctor que Alvy está deprimido y no hace nada. Alvy niño contesta con un apático “What’s the point?” y explica que su actitud se debe a la idea fatalista de que el universo se está expandiendo, por lo que en algún momento se romperá, y si el universo es todo, será el fin de todo. Esta intelectualización es muy común en su discurso claramente obsesivo, y suele acompañar sus constantes negaciones.

Asimismo, señala que tiene una “imaginación hiperactiva”, tanto así que “a veces confundo realidad y fantasía”; especialmente este último rasgo llama la atención a lo largo de la historia, ya que la negación de situaciones conflictivas lo lleva a imaginarse alternativas menos amenazantes, pero bastante alejadas de la realidad. Por ejemplo, cuenta que su papá era cuidador de autos chocones en la feria cerca de su casa y describe cómo él “sacaba ahí su agresividad”; todo lo cual resulta una fantasía, porque la escena nos muestra a un Alvy atropellado por todos los lados que ni siquiera logra entrar en el encuadre de la cámara. De esta manera, a través del contraste entre el discurso y la imagen, vamos reconstruyendo una historia con más humillaciones que triunfos.

Con el paso del tiempo, se volvió comediante, justificando su elección por ser lo único para lo que era bueno. En ese momento interviene su mamá concluyendo esta larga introducción con una serie de lapidarias afirmaciones: “Veías lo peor en cada persona. Nunca te llevaste bien con nadie. Siempre estabas en conflicto con el mundo, incluso siendo famoso, igual desconfiabas del mundo”.

De alguna manera, aun cuando él no sea totalmente consciente de ello, su relación con Annie le permitió descubrir nuevas formas, quizás más creativas, de lidiar con sus conflictos internos. 


Otra escena central para entender al personaje se produce cuando Annie, Alvy y Rob, un amigo de infancia de este, visitan Brooklyn, específicamente la casa de la infancia de Alvy. Al llegar, Alvy afirma que tiene buenos recuerdos, pero Rob rompe su negación recordándole las constantes peleas entre sus padres, las cuales seguramente crearon una atmósfera de gran inseguridad en torno a su infancia. En ese momento, la cámara pasa a enfocar la pelea de los padres, mientras en un segundo plano se ve a Alvy de niño sentado en la alfombra del cuarto contiguo jugando con sus carritos tranquilo y en absoluto silencio; el hecho de ubicarlo como un testigo mudo y enmudecido de dichas peleas logra transmitir la impotencia y el abandono experimentados por el personaje. El Alvy adulto también está presente escuchando la pelea y viéndose a lo lejos jugar, sus gestos muestran su evidente nerviosidad e intenta gritarles a sus padres para que paren, pero Rob le recuerda lo que él ya sabe desde niño: “No te escuchan”.

 Así, la autoestima de Alvy se basa en el éxito que tiene al evadir el dolor psíquico que atraviesa y en la maravillosa sensación de cautivar a los otros, a un público; de ahí la absoluta necesidad de poner constantemente a prueba sus habilidades tanto humorísticas como amatorias y de considerar una afrenta personal el hecho de que Annie fume marihuana “para relajarse” cada vez que él quiere demostrar(se) lo buen amante que es. Evidentemente, la conducta de su compañera le desata una nueva paranoia sobre si realmente la está haciendo gozar o es solo por el efecto de la droga que disfruta los encuentros, de ahí que para él la hierba convierta su éxito en humo. Y para explicarlo usa la metáfora de un público fumado riéndose de sus bromas, en esa situación no sabría si se ríen por él o por la droga, así un público drogado no es una buena medida de su potencia, de su nivel de performance. De hecho, lo que llama más la atención es la homologación entre compañera sexual y público, lo que convierte al acto sexual en un mero acto compulsivo de exhibición. 

 Ahora bien, la ruptura con Annie produce una serie de cambios en la vida de Alvy, especialmente por el proceso de duelo en que lo sumerge. Luego de un viaje a California, rompen definitivamente y ella regresa a vivir allá, mientras él se queda deprimido en Nueva York. Recién en ese momento se percata de lo que ha perdido, y su primera solución es caer nuevamente en la negación y tratar de repetir los buenos momentos vividos con Annie en citas con otras mujeres. Demás está decir que no logra el mismo efecto, pues ellas no comparten las bromas como tampoco lo acompañan cuando se toma el pelo a sí mismo; ya no tiene con quién compartir esa parte tonta y más relajada que descubrió justamente con Annie. Así somos testigos del tránsito de una melancolía compulsiva a un duelo más sereno, ya que todo su deseo se encuentra colocado en Annie y en cómo era él cuando estaban juntos.

En uno de sus últimos encuentros, cuando Alvy vuela de regreso a California para buscarla y pedirle ilusamente que se case con él, Annie le contesta: “Alvy, eres incapaz de gozar la vida. Eres como Nueva York, una isla”. Aislado y siempre a la defensiva, intelectualizando o evadiendo a través del humor, él responde que no puede disfrutar si alguien en el mundo, aunque sea uno, no está disfrutando al igual que él. Y con esta respuesta, terriblemente fatalista y autocondenatoria, termina la historia de los personajes.

No obstante, al final, Alvy logra plasmar en una obra de teatro la confusa mezcla de emociones que le dejó su historia con Annie, lo que marcaría recién el comienzo de la resolución de su duelo. Este giro creativo muestra una inclinación al cambio: después de ser un rutinario escritor de guiones para la televisión, su nueva ocupación como dramaturgo le permite explorar más sus afectos. De hecho, la misma película y toda la narración del personaje a lo largo de esta son también formas más elaboradas de sobrellevar el duelo por su pérdida amorosa. De alguna manera, aun cuando él no sea totalmente consciente de ello, su relación con Annie le permitió descubrir nuevas formas, quizás más creativas, de lidiar con sus conflictos internos. 


Bibliografía

 

ALLEN, Woody. Annie Hall (1977). Dirección: Woody Allen. Guion: Woody Allen y Marshall Brickman. Actores principales: Woody Allen y Diane Keaton.

BOUVET, Maurice. “El yo en la neurosis obsesiva. Relación de objeto y mecanismos de defensa”. En: Las obsesiones. Saurí, Jorge J. (comp.) Buenos Aires: Nueva Visión, 1983. 109-181 pp.

GREEN, André. “Metapsicología de la neurosis obsesiva”. En: Las obsesiones. Saurí, Jorge J. (comp.) Buenos Aires: Nueva Visión, 1983. 183-204 pp.

MC WILLIAMS, Nancy. Psychoanalytic Diagnosis. New York – London: The Guilford Press, 1994.

NAVARRO, Juan. Neurosis obsesiva. Teoría y clínica. Buenos Aires: Lugar, 2004.



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