Añadir nuevo comentario

Entre ríos

Del 12 al 22 de junio del 2012, Naciones Unidas celebró la Conferencia sobre Desarrollo Sustentable (Rio+20) bajo el lema: “El futuro que queremos”. La reunión se llevó a cabo en Río de Janeiro, la misma ciudad donde, en 1992, se realizó la Cumbre de la Tierra que tuvo como resultado la celebrada Agenda 21.

Entre 1992 y el 2012 han pasado 20 años, pero, a la luz de los resultados de Rio+20, parece que no hubiera transcurrido más de un día. No hay casi nada que el documento resultado de Rio+20 contenga que no apareciera ya en la Agenda 21.

Curiosamente, el paso de los años se siente fuerte entre los distintos barrios de Río de Janeiro. San Cristóbal, el que nos acogió a lo largo de casi dos semanas, es muy distinto a Barra de Tijuca, donde está RioCentro, el lugar de la Conferencia, y diferente también de Flamengo, donde se desarrolló la Cumbre de los Pueblos. El verdor del espacio es solo una de las diferencias. Podemos escoger otras, como pobreza y opulencia, hacinamiento y dispersión. Los 20 años pasados entre ambas Conferencias han hecho que el gris se acentúe en San Cristóbal y el verde florezca en Barra.

¿Vivir como en Barra de Tijuca es a lo que aspiran las miles de personas hacinadas en San Cristóbal? ¿Es Barra el futuro con el que sueñan en San Cristóbal? No, claro que no, es la respuesta de Sobrinho, nuestro anfitrión en San Cristóbal. Tampoco es ése el futuro que vemos construirse desde las experiencias presentes en la Cumbre de los Pueblos.

El futuro que desean en San Cristóbal no es el de los grandes centros comerciales, ni el de lujosos apartamentos y carros del año. El porvenir que ansían es más simple pero más dramático: que los niños y las niñas de las favelas lleguen a adultos, que terminen la escuela, que la libertad no signifique reemplazar a los narcotraficantes por militares igual de violentos, igual de corruptos. El futuro al que aspiran es ser más felices. Algo cercano a lo que con música y arte repiten los activistas en la Cumbre de los Pueblos.

Escuchando las palabras del presidente de la República Oriental del Uruguay, José Mujica, en Rio+20, uno pudiera confundirse y pensar que efectivamente tenemos líderes preocupados por el bienestar global —la felicidad que reclama Sobrinho y que nos recuerda Mujica— y capaces de inspirar una transformación profunda en la forma como construimos ahora el futuro. Mujica parecía enarbolar lo que se conoce como el Compromiso de Porto Alegre y que fue resultado del Foro Social Mundial: otro mundo es posible.

Lamentablemente, la realidad nos vuelve a despertar. El discurso de Mujica fue apenas un quejido en medio de las tibias voces que aletargaron el final de la Conferencia. El documento final de Rio+20 no contiene ningún compromiso firme de cambio, y los líderes mundiales han decidido no tomar medidas concretas. Parece que para los dirigentes del mundo el futuro está todavía lejano y hay tiempo para un presente ambiguo y sin acciones concretas. Decidieron hacer de ésta apenas una Cumbre más.

En Flamengo, otro barrio de Río de Janeiro, cerca del Sambódromo, la Cumbre de los Pueblos por la Justicia Social y Ambiental hacía palpable que Rio+20 nunca debió hablar de futuro. Nunca. Tenemos un presente que nos obliga a actuar y a cambiar ahora, para nuestra vida presente, y de eso se trataba la Cumbre de los Pueblos, concebida como un espacio amplio y plural de intercambio de saberes por un mundo diferente. Miles de personas representando a sindicatos, grupos campesinos, ecologistas, pueblos indígenas y organismos defensores de los derechos humanos discutieron durante 10 días lo que estaban haciendo por el desarrollo sostenible y no lo que esperaban que se hiciera.

El Secretario General de las Naciones Unidas, en reunión con representantes de la Cumbre de los Pueblos, indicó que lo más importante no son las palabras, sino la implementación de los principios propuestos en Río. En la otra Cumbre no le hicieron mucho caso.

Rio+20 acabó. Barra de Tijuca vuelve a la normalidad, y empieza a prepararse para recibir los Juegos Olímpicos. El Sambódromo no tiene ya más campamentos y vuelve a ser el atractivo turístico que es. Pero en San Cristóbal nada ha terminado... la vida sigue. Rio+20 no les ha traído esperanzas concretas de cambio. Tocará, como siempre, echarse la vida al hombro y seguir. En cinco años Sobrinho nos volverá a preguntar para qué sirven estas Cumbres si los niños cariocas siguen muriendo en la calle...

Para nadie es una novedad el tipo de líderes mundiales que tenemos. Era ingenuo pensar que en Rio+20 se transformarían en visionarios preocupados por el bien común, así que, de alguna forma, lo que ocurrió durante el proceso de Rio+20 y en la propia Conferencia era de esperar.

Leyendo entre líneas, el documento de Rio+20 recoge algunos elementos que son importantes para los países andinos. Nos tocará recogerlos y transformarlos en acción concertada con los gobiernos y los actores sociales de la región.

El documento final de Rio+20 no contiene ningún compromiso firme de cambio, y los líderes mundiales han decidido no tomar medidas concretas. Parece que para los dirigentes del mundo el futuro está todavía lejano y hay tiempo para un presente ambiguo y sin acciones concretas. Decidieron hacer de ésta apenas una Cumbre más.

Es destacable la inclusión de tres párrafos que hacen referencia a un ecosistema particularmente importante para los países andinos como son las montañas. Lo es también el nivel de consenso que la inclusión de dichos párrafos alcanzó durante el proceso de negociación. Las montañas son reconocidas como un ecosistema clave para asegurar el desarrollo sostenible del planeta y también como uno altamente vulnerable que requiere una atención especial.

Por otro lado, el documento recoge la propuesta de Colombia, Perú y Emiratos Árabes Unidos para determinar Objetivos de Desarrollo Sostenible que complementen los Objetivos de Desarrollo del Milenio y permitan establecer metas e indicadores concretos para medir el avance, aunque el texto es muy vago en definir cómo se van a establecer tales metas. Lo único concreto que podemos decir es que los Objetivos de Desarrollo Sostenible tendrán que ser fijados hacia finales del 2014, para que puedan integrarse en una versión actualizada de los Objetivos de Desarrollo del Milenio el 2015.

Es relevante que la comunidad internacional destaque la importancia del derecho humano a la alimentación, y es la primera vez que en un evento de esta naturaleza el texto final recoge el derecho humano al agua potable y al saneamiento. Aunque no reconoce el concepto de soberanía alimentaria, sí acepta la importancia de las comunidades indígenas, campesinos y campesinas en la protección de las semillas. Es un reconocimiento implícito del rol que tienen en asegurar la alimentación de la población mundial a pesar de toda la campaña de la industria de transgénicos. En esa misma línea, hay que poner de relieve el respaldo que se ha dado al Comité de Seguridad Alimentaria Mundial, que, con sede en la FAO, es, a decir del ETC Group, un modelo para la ampliación de la participación de los movimientos sociales y la sociedad civil en las negociaciones intergubernamentales relacionadas con la evaluación de la producción sostenible de alimentos y la seguridad alimentaria a nivel nacional, así como la tenencia de la tierra, pesca y bosques en el contexto de la seguridad alimentaria.

Las discusiones habidas en Rio+20 han permitido generar un consenso global contra la fertilización de los océanos, que se buscaba presentar como una solución de geoingeniería contra el cambio climático. Sin embargo, los intentos de último minuto por incorporar la prohibición de otras prácticas de geoingeniería se encontraron con la decisión de los países de no añadir nada a los textos largamente negociados en el proceso previo.

El Washington Post indicaba en su edición del 22 de junio que uno de los logros de Rio+20 era el habernos hecho conscientes de la irrelevancia de estas cumbres globales. No obstante, el fracaso de Rio+20, a pesar de los elementos positivos destacados líneas atrás, es peligroso en la medida en que la ausencia de un consenso global está siendo tomada por algunos actores  —gubernamentales y empresariales— como una invitación a actuar por su cuenta.

Un ejemplo de lo anterior es que no se logró avanzar en ningún acuerdo para generar un fondo que apoye las acciones indicadas en el documento final, no obstante lo cual se anuncia el compromiso de más de 500 empresas privadas de invertir 50 mil millones de dólares en los próximos 10 años en proyectos de energías limpias alrededor del mundo. A decir de Hilary Clinton, secretaria de Estado de los Estados Unidos, los mecanismos de los acuerdos directos entre socios privados, gobiernos y comunidades funcionan mejor. Por eso Estados Unidos está ofreciendo un fondo para invertir en energía en el África. Pero ¿cuál es la relación entre esa inversión y los resultados de Rio+20?

Si cada uno de nosotros comienza a tratar de resolver los problemas que enfrentamos como planeta desde su particular interés o punto de vista, lo único que lograremos es empeorar las cosas. Pero bueno; ya hemos dicho antes que no podemos esperar mucho de quienes hoy día lideran el mundo. Rio+20 ha fracasado en lograr generar un consenso global para la acción concertada inmediata. No dejemos que por eso fracase la posibilidad de que generemos consensos en otros espacios y comencemos desde allí a actuar concertadamente, no ya por el futuro que queremos, sino por el presente que necesitamos.

Entrevista