El medio ciego

Desde la radio vino un piano
dulcísimo, de acordes líquidos, y
entonces Babe se fue quedando
dormido con la cabeza apoyada en
el antebrazo de su madre.
“Llama el teléfono, Delia” / Julio Cortázar
La enorme oreja que te escucha, la caja parlante que te acompaña, la onda envolvente que te acurruca. Desde 1897, la radio penetra en las vidas privadas y transforma el concepto de intimidad y el del tiempo de ocio. Pero ahora que muchas de sus esenciales características son apropiadas por otros medios, es válido preguntarse: ¿Cuál es su futuro? ¿Resistirá, se reciclará, sobrevivirá?
“Para mí la radio siempre tuvo una fuerza enorme”, sostiene José María Salcedo, uno de los periodistas radiales más conocidos del país. Su primer recuerdo se remonta a los años ‘50, y se mezcla con el del olor dulzón de la gomina y el color rosado de esa pasta gelatinosa con la que el peluquero de la esquina le embadurnaba el pelo todos los sábados, mientras escuchaba a todo volumen el programa de Los Embajadores Criollos. Otro recuerdo nítido es el de junio de 1954, cuando escuchaba el partido Hungría-Uruguay, que se transmitía en vivo desde Suiza, la sede del Mundial. Una serie de interferencias producidas por los constantes ruidos atmosféricos agregaba más suspenso a la narración. La emoción del empate y del tiempo suplementario se combinaba con su sensación de pertenencia a lo que ahora llamamos la “aldea global” y de estar traspasando las fronteras auditivas. Al final, la decepción: Hungría: 4, Uruguay: 2.
El impacto y la influencia que tuvo la radio —y que lucha con uñas y dientes por preservar— quedaron patentados durante la crisis de pánico colectivo ocurrido en1938 en los Estados Unidos, y cuyo responsable fue el genial Orson Welles. Ese año había más de 30 millones de aparatos radiales en ese país, aproximadamente uno por hogar. La radio era un medio informativo de primera magnitud, pero también la proveedora del entretenimiento masivo sin costo alguno.
El prolífico director teatral y cinematográfico tenía varios años trabajando en el medio, y cada domingo en el horario estelar de las 8 de la noche emitía adaptaciones de clásicos de la literatura como Drácula, La Isla del Tesoro, Historia de dos ciudades o El conde de Montecristo, que reunían a seis millones de estadounidenses en torno al aparato de radio. La tarde del domingo 30 de octubre, Orson Welles y los actores que participaban en estas dramatizaciones llegaron a la emisora de la CBS con la adaptación de la novela La guerra de los mundos, de H. G. Wells. El guion que Welles ideó jugaba con mezclar ciencia ficción y estilo periodístico. Esa noche, el oyente que sintonizó su programa se encontró con una transmisión en directo de música bailable que era interrumpida, cada cierto tiempo, por despachos noticiosos que informaban de la caída de un gran objeto en llamas en las inmediaciones de Nueva Jersey, y del cual bajaban los marcianos con la misión de invadir la Tierra.
Señoras y señores —decía un reportero ficticio—: Interrumpimos nuestro programa musical para ofrecerles un boletín oficial. Estamos transmitiendo desde la granja Grover Mills, donde una especie de meteorito ha caído.
Luego del despacho, la transmisión musical continuaba, hasta que era cortada nuevamente por otro reporte:
No se trata de un meteorito. Es un objeto luminoso de grandes proporciones. Y señores y señoras, esto es lo más horrible que he visto en mi vida… Dios mío, algo sale deslizándose de entre las sombras igual que una serpiente. Hay otro, y otro más. Tienen tal aspecto que yo diría que son tentáculos. Un momento: ahora veo el cuerpo entero de la criatura.
Durante el programa, y posteriormente, se generó a lo largo de los Estados Unidos un estado de pánico generalizado. Miles de personas se precipitaron a las oficinas de los diarios para averiguar sobre la invasión marciana a Nueva York. En esa ciudad, las personas salían despavoridas con sus pertenencias a la calle, huyendo en sus automóviles y causando tremendas aglomeraciones. Las estaciones de Policía reportaban llamadas de personas que aseguraban haber visto a los marcianos merodeando por su vecindario. Todo ello, a pesar de que en cuatro oportunidades se interrumpió la información para recalcar que se trataba de una recreación, de ficción pura.
Este fenómeno solo se puede explicar por la naturaleza del medio que tiene el poder de convertir la psique y la sociedad en una cámara de resonancia a veces verborreica, a veces chirriante.
Caliente, caliente
El teórico de los medios Marshall Mc Luhan definió a la radio como un medio caliente porque ofrece mucha información y demanda poca participación del escucha. La define además como envolvente, como un desencadenante de pulsiones colectivas diferentes a la cultura de la imprenta, a la que considera lineal, continua, repetitiva y estandarizada.
Por eso se puede escuchar radio mientras se realiza cualquier tarea, es decir, en forma fragmentada, prestando atención por momentos. El oyente puede estar convencido de que la escucha, pero lo que hace es dejarla prendida para que el conjunto de ruidos que emite el aparato adquieran la forma de un sonido ambiental de fondo. Este clima sonoro lo envuelve y puede brindarle la misma sensación de apaciguamiento que un mantra hindú. Pero también puede producir el efecto contrario.
La radio se mezcla con sensaciones físicas, sabores y nostalgias.No está anclada a la imagen; por eso genera una situación comunicativa muy particular, en la que el emisor y el receptor se ven sin ser vistos, en la que se perciben espacios sin ser percibidos.

Los domingos en la tarde, el padre sintonizaba la radio deportiva para escuchar los partidos de fútbol, mientras regresaban a la casa después del almuerzo familiar. A la niña le producía angustia y una sensación de mareo escuchar la narración apresurada y exaltada de los locutores, cuyas voces y nerviosismo asociaba al malestar que le generaba la cercanía de las clases escolares del día siguiente. Cincuenta años después, esa misma desazón retorna, idéntica y ya sin motivo alguno, cada vez que escucha a los narradores deportivos de la radio. (Sacado del recuerdo personal.)
Mc Luhan sostiene: “La radio afecta a la gente de forma muy íntima, de tú a tú, y ofrece todo un mundo de comunicación silenciosa entre el locutor y el oyente”. El teórico se refiere, además, a las profundidades subliminales de este medio, y dice que “éstas están cargadas de los ecos retumbantes de los cuernos tribales y de los antiguos tambores”.
Hay una imagen auditiva que es envolvente, cuyo tun-tun retumba en algún lugar perdido de nuestro cerebro y que nos cobija alrededor de la fogata. La radio se mezcla con sensaciones físicas, sabores y nostalgias.No está anclada a la imagen; por eso genera una situación comunicativa muy particular, en la que el emisor y el receptor se ven sin ser vistos, en la que se perciben espacios sin ser percibidos. José María Salcedo recuerda una llamada telefónica que escuchó en un programa radial nocturno:
Una mujer llama y dice que ella y su padre siempre escuchan el programa. Entonces la conductora le pregunta si su padre se puede acercar al teléfono y ella responde: “No, es que mi papá es ciego”. La conductora le insiste y le dice: “Pero entonces, señorita, ¿por qué no le acerca el teléfono a su papá?”. Y la joven le responde: “Es que él es sordo”.
Vuela, vuela
Solo con el poder de la imaginación, sin verla y sin siquiera tener que escucharla, se dibujan sobre la nada, mares, ríos, montañas, animales, rostros. El mundo en technicolor y en surround.
Las imágenes mentales que genera el oyente de la radio son totalmente diferentes a las que ofrecen la televisión o el cine. Son imágenes libres, sin condicionantes ni represiones. No están ancladas a las otras imágenes. No están limitadas por espacios, ni por pantallas, ni por colores, ni por sonidos.
Otro elemento que dispara a leguas la imaginación es la voz de los locutores, cuyo sonido la vuelve hipnótica. El poder de seducción que genera una voz sin rostro es enorme y puede tener reminiscencias eróticas, pero también celestiales (el ángel que le habló a María), o bíblicas (la voz estruendosa de Jehová: “Yo soy la zarza ardiendo”).
Hay voces de alto y bajo, de gordo y flaco, de guapo y feo, de mañana y de noche. Y las asociaciones más obvias generadas por el tono, la intensidad o el timbre. Y las que suenan naturales, o, por oposición, las engoladas. En el cuento Cambio de luces, Julio Cortázar escribe sobre Tito Balcárcel, un actor de radionovelas al que, por su tipo de voz, encasillaron en el papel de malo, antipático y siempre segundón. Lemos, el autor de los capítulos que grababan a diario en Radio Belgrano, le decía: “El radioescucha te escucha y te odia. Vos abrís la boca y ahí nomás media Argentina quisiera romperte el alma a fuego lento”. Ése parecía el destino de Tito, hasta que una noche recibió un sobre lila con una carta adentro:
No necesito ver una foto de usted, decía Luciana, no me importa que Sintonía y Antena publiquen fotos de Míguez y de Jorge Fuentes pero nunca de usted, no me importa porque tengo su voz, y tampoco me importa que digan que es antipático y villano, no me importa que sus papeles engañen a todo el mundo… Me gustaría ser la única que sabe pasar al otro lado de sus papeles y su voz.
Cuando se conocieron, Luciana le confesó que lo había imaginado más alto, con pelo crespo y ojos grises. Y esto es exactamente lo que a cada momento hace el público radial: construir personajes idealizados a partir de las cadencias y el tono de las voces, que se hacen añicos cuando la magia se acaba.
Resistencia pacífica
Las pilas y el transistor siguen siendo objetos preciados en las comunidades de la sierra y la selva. Según los estudiosos del medio, la sobrevivencia de la radio está asegurada, al menos en las próximas décadas, en un país como el Perú, donde existen 2.500 estaciones legalizadas. Para la investigadora Rosa María Alfaro, “se trata del medio más democrático”. Hay una costumbre de consumo y uso de la radio que tiene su origen en la antigua tradición oral andina. Otro elemento es que el analfabetismo no es incompatible con el medio.
Valico era campesino y rondero, y su emisora, Radio San Antonio, llegaba a todo el caserío, compuesto por una veintena de casas dispersas. Sobre una mesa, en el interior de su sala-cabina-dormitorio estaba el transmisor, un viejo aparato de radio que un ingenioso técnico electrónico llegado de Trujillo había convertido en transmisor por un precio módico. Acompañaba al armatoste un solitario micrófono. En el techo se erguía la antena de la radio hecha de palo de eucalipto. Éste era el equipo básico para transmitir sus mensajes en el horario de madrugada y antes del anochecer, y para comunicarse con sus colegas de los caseríos cercanos, que habían convertido a Bambamarca en la provincia de los caseríos conectados. Cajamarca, años 80. (Sacado del recuerdo personal.)
Alfaro sostiene que la radio se amolda al relato oral: “La radio debe mantenerse como un espacio de conversación, de debate, en el que se escuchen unos a otros. Además, permite que se cuenten historias. Los relatos, cuentos y radionovelas que dan cuenta de los procesos vividos son extraordinarios. Yo creo que en eso radica la diferencia con otros medios”. Coincide con ella otro investigador en temas de comunicación, Franklin Cornejo: “El gran poder de la radio se manifiesta cuando logra la retroalimentación comunicativa y abre los micrófonos a la gente”.
En los países desarrollados la televisión le ha ganado espacios y adeptos al medio radial. En Japón, por ejemplo, la televisión digital es portátil y del tamaño de un celular. Las redes sociales, como el Facebook, son tecnologías que le hacen competencia porque ponen al usuario como centro y rey de su pequeño universo, haciéndolo sentir popular, acompañado y escuchado. En ambos casos, la competencia se circunscribe al ámbito urbano y a los sectores medios y altos. Y en lo que es imbatible hasta ahora es en rapidez e inmediatez.
José María Salcedo precisa que la proliferación de los celulares han permitido a la radio un segundo debut: “La gente llama de su celular. Me acuerdo que en uno de los fenómenos El Niño, mientras yo estaba en la cabina, llamó una señora y se mantuvo en comunicación desde su celular hasta que su batería se terminó. Ella narraba lo que ocurría mientras subía a su azotea perseguida por las aguas que iban inundando los niveles de su casa”.
Tampoco es que se esté durmiendo en sus laureles. Cornejo señala que la radio está integrando nuevas tecnologías como el podcast, a través del cual puede distribuir información actualizada de archivos multimedia a sus suscriptores.
(De la radio para ti)
No cambies el dial, querido amigo del aire. Te dejo con la voz potente de Gloria Gaynor, la reina del soul y de las pistas de baile. Mi mensaje es el mismo que el de ella: I will survive, I will survive, he-hey.
Radio Ambulante: Una nueva alternativa para contar historias por la radio |
Alarcón es ese muchacho a quien de manera abrupta su familia aparta de sus raíces peruanas en los Estados Unidos y ahora disfruta reencontrándose con su pasado al sentirse como un chamán secreto de la literatura. Nació en Lima, creció en Alabama, vivió en New York, se infiltró en San Juan de Lurigancho en su adolescencia, y ahora vive en California trabajando como investigador en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de California, Berkeley. Además, es editor de la revista peruana Etiqueta Negra; autor de dos libros de cuentos: Guerra a la luz de las velas (2006) y El rey siempre está por encima del pueblo (2009); publicó su novela gráfica Ciudad de payasos, con la ilustradora Sheila Alvarado, en el 2007, y su primera novela, Radio Ciudad Perdida (Premio Internacional de Literatura 2009). Pero poco después la BBC le pidió hacer un documental con historias de la migración andina a Lima que él mismo recogió. Lastimosamente, cuando ‘armaron’ la edición final, muchas de las voces de los inmigrantes fueron traducidas al inglés y se notó la pérdida de la lengua madre. Así nació Radio Ambulante. Radio Ambulante, un programa que se transmite por la web, permite un regreso al pasado a través de historias hechas para la posteridad sobre inmigrantes o mitos urbanos. Busca llevar la estética de la crónica de la prensa escrita al formato audio, creando una red de periodistas y cronistas de toda América con historias que solo pueden ser contadas en español. Es una radio a secas que busca rescatar las historias cotidianas de personajes no tan cotidianos (que pueden ser como tú). Por ello recibe el nombre de ambulante, símbolo del dinamismo latinoamericano, aquella persona que no se queda quieta, la emprendedora, la que se muda, la que llora por el descenso de su equipo de fútbol favorito; o el inmigrante peruano que decide volver a su país porque extraña a sus amigos y no come arroz con pato desde hace muchos años. Son crónicas con efectos de sonido que buscan envolverte en el ambiente relatado, lo que genera un intercambio de voces con lo cotidiano que pasa desapercibido por la velocidad de la rutina. Se trata de una nueva forma de contar historias que presentan a la radio como un leitmotiv y así apostar por nuevas alternativas como la radio en Internet. (Víctor Castillo) |