Cuando el problema está en el ADN

Cuando el problema está en el ADN

Glatzer Tuesta Periodista, Director de Ideeleradio
Ideele Revista Nº 213

Las preocupaciones por el estado de la libertad de expresión en la región, y en particular en nuestro país, son legítimas. Los ejemplos del vecindario nos llevan a estar alertas. Las manifestaciones matizan la típica amenaza de las botas y la expropiación de los medios que no coinciden con los predominios gubernamentales o facticos. Hoy por hoy la descalificación, la amenaza judicial, la persecución tributaria y una creciente autocensura camuflada de prudencia marcan la pauta. He insistido en que el valor de la democracia radica en primer orden en la posibilidad de disentir sin temor a que eso signifique un mínimo riesgo, pero el debate también debe pasar por determinar cuáles son sus límites, sin que los complejos nos alcancen y, menos, que los disfuerzos se conviertan en declaraciones de principios que muy pocos cumplen. Discutir de verdad.

Durante las dos últimas campañas electorales, que deberán ser estudiadas por inauditas, se vio con claridad lo que los medios pueden llegar a ser desde su lado más perverso y mezquino. Saltaron del habitual acomodamiento a la trinchera de desinformación y maltrato sin que sus ruborizadas maneras pudieran siquiera sentirse notificadas. Insultaron, mintieron, polarizaron, lincharon, pero, infelizmente para sus patrocinadores, perdieron por partida doble. Pero nunca intentaron reivindicarse; por el contrario: insistieron sabiendo que el reciclaje activa la baja policía que hoy alienta las libertades que con su venia fueron pisoteadas en el pasado. Esa prensa no fiscaliza, no denuncia, no le importa la verdad porque la somete a sus utilidades. Esa prensa hace del descuido una batalla, del error una guerra y de la precariedad su operación de salvataje. Y que no vengan ahora a querer maquillarse con colores apastelados cuando su estridencia oscila entre el amarillo tránsito y el rojo meretricio.

Lo que quiere esta prensa, liderada por el diario del Presidente del Consejo de la Prensa Peruana, es que le vaya mal al Gobierno para poder adecuar la realidad a sus sentimientos (intereses). Cada cierto tiempo idean desde una conocida cofradía sus enjuagues y menjunjes, siempre con un toque generoso de miel y algarrobina. Lo increíble es que, en el Gobierno de la gran transformación, estas campañas se irradian desde un ministerio contra otro para tensar fuerzas y hacer de las continuidades una regla. Y en eso están desde el inicio del régimen. Y como ellos actúan con la mira clara en el enemigo, creen que su psicomotricidad es atribuible a todos. Aquí se aplica ese viejo dicho de que “el ladrón cree que todos son de su condición”.

Aldo Mariátegui escribió el 16 de octubre, refiriéndose a nosotros, una columna titulada “¿Bronca IDL-Chehade?”, con su agudeza analítica que a la base tiene puro adjetivo y en la cúspide lo que buenamente le da Wikipedia. Dijo:

“Entre los periodistas corre fuerte la teoría de que los caviares se han bajado a Chehade por una supuesta rivalidad interna con las posiciones de la ONG IDL. Esta teoría se basa en que el general Arteta siempre fue muy cercano al mundo caviar y en que Chehade acusó a la Coordinadora de Derechos Humanos (de la que la ONG IDL es el alma) de haber intentado sobornar al testigo Jorge Ávila del caso Madre Mía, tal como lo declaró el 31 de mayo en el extinto programa Prensa Libre, otrora conducido por una humilde, simpática y escultural colega.

“Incluso, la poetisa Rocío SS, titular de la Coordinadora (la recordada ‘cojudez’ de Cipriani), le pidió indignada disculpas públicas, las que Chehade ofreció días después”.

Intentaba así restarle importancia a la contundente investigación de IDL-Reporteros sobre el encuentro del segundo vicepresidente Omar Chehade en el Brujas de Cachiche. Noticia que, por su contundencia, no pudo evitar difundir. Aprovechándose de ello, intentó confundir y equiparar el origen de esta revelación con el de los papelones que le ha tocado protagonizar. Lo que está claro es que esta denuncia no ha provenido del “complot apro-fujimorista-ultraderechista” que enarbolan algunos cretinos o que esto haya reventado para bajarse a la comisión investigadora contra el APRA. Se atribuye una legitimidad que no le corresponde y se escuda en una práctica que en nada se parece a la suya. He escuchado por estos días ampararse a los voceros de la mafia y los cantores de Keiko Fujimori en la investigación de IDLR, para decir que su propósito es constructivo y que no tiene un fin subalterno. Nada más alejado de la realidad.

Ahora permítannos preguntar: frente a los lamentables sucesos del Estadio Monumental, donde perdió la vida salvajemente Walter Oyarce, el diario Correo tuvo una cobertura singular. Mientras todos los medios sin distinción ponían en sus portadas este terrible hecho, en un claro interés de identificar a los responsables, el tabloide insistía en sus campañas feroces contra Susana Villarán, Ollanta Humala y Aída García Naranjo, mientras que el Loco David se constituía (con este trato amable) en un personaje periférico sin ninguna importancia.

Resulta que Beto Ortiz hizo público un dato interesante: ADN Consultores, que preside Laura Cáceres (esposa de Aldo Mariátegui), dentro de su nutrida cartera de clientes, tiene afiliadas a las empresas de David Sánchez-Manrique Tavella, a las que les brinda servicios de imagen corporativa. Mario Saldaña renunció a Frecuencia Latina frente a este cuestionamiento, ya que, por entonces, era socio de la consultora. Hoy dedicado a otros quehaceres, mantiene su columna en el diario de los Agois. Correo no sacó ni una sola portada mostrando al presunto asesino, y tengo la seguridad de que no por pudor ni, menos, por asuntos de debido proceso. Seamos un poco más concesivos: tal vez exigir una primera plana sea una exageración, pero en sus columnas de opinión tampoco se abordó el tema ni por asomo. Unas coincidentes vacaciones y su recurrente anuncio intermitente hicieron de su silencio un bullicioso encubrimiento. En su espacio televisivo no apareció esa semana, y las siguientes no se dio por aludido.

Éste es un caso evidente de conflicto de intereses que denota una práctica frecuente. Hay determinados periodistas que actúan marcados por un interés ajeno al que pregonan, haciendo gala de una omisión que reclaman puntillosamente cuando otros la interpretan. Una manera desleal de actuar como ésta seguirá teniendo como consecuencia lógica el descrédito de los medios de comunicación que cada vez pasa facturas más costosas.

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