La prensa mainstream contra Manuel López Obrador
La prensa mainstream contra Manuel López Obrador
Traducción realizada por Alejandro Santistevan del artículo “The Mainstream Media Versus Andrés Manuel López Obrador” publicado en Jacobin Magazine.
Autoridades de la Organización Mundial de la Salud (OMS) han alabado en varias ocasiones la respuesta del gobierno mexicano a la crisis del COVID-19: “México está tomando varias de las lecciones aprendidas de otros países, como China, y aplicando medidas consistentes con las recomendaciones de la OMS, fue el primer país en tener un programa de detección del coronavirus y es una premisa básica para reducir la velocidad de la pandemia.”
Con un poco menos de 400 casos y cinco muertes (una tasa de mortalidad bastante menor que el promedio global), y 10 % de casos requiriendo hospitalización, la estrategia del subsecretario de salud pública Hugo López-Gatell parece estar funcionando hasta ahora (N.T. Los datos han variado pero no contradicen el argumento) El response tracker de la Universidad de Oxford coloca a México en la misma categoría de estrictez que Estados Unidos, a pesar de la enorme diferencia en el número de casos, y las medidas de distanciamiento social han sido implementadas antes que otros países que las tomaron cuando ya tenían muchos más casos.
Usted no sabría esto si solo leyera los embates de la prensa nacional e internacional, que retratan al gobierno mexicano como inactivo y al presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como un populista supersticioso que empuña imágenes de santos para combatir al virus. Casi sin excepción, esos artículos fallan en capturar las premisas básicas de un plan de salud que está activo hace meses.
El subsecretario de salud pública López-Gatell ha estado dando conferencias de prensa diarias durante todo marzo. Un plan para identificar y aislar los casos y hacer pruebas a todo posible contacto ha estado en marcha desde enero. La cantidad de pruebas sigue siendo baja, pero dirigida, de acuerdo con el funcionario de la OMS Jean-Marc Gabastou, quien ha explicado que “9000 pruebas para la fase 1 de la epidemia (cuando todos los casos están ligados a viajes al exterior) y fase 2 (cuando ya no se puede relacionar el contagio con el viaje) son suficientes.”
Los niveles actuales de testeo dirigido son complementados con datos de un sistema permanente de vigilancia que sigue casos con síntomas similares a influenza o afecciones pulmonares, estos datos no han mostrado picos inusuales. Así las cosas, incluso con casos todavía en cientos, las escuelas están cerradas, eventos con más de mil personas prohibidos, aquellos que pueden son exhortados a trabajar desde casa, la población vulnerable tiene derecho a un mes de pago y una campaña pública de distanciamiento social está activa a nivel nacional. Medidas incluso más restrictivas han sido tomadas en Ciudad de México.
Aun así, una pregunta razonable surge: ¿Por qué las autoridades no han llamado a una cuarentena general, conociendo que, ellos mismos lo admiten, el virus se va a expandir en el futuro? La respuesta que López-Gatell ha articulado extensamente, pero que misteriosamente se pierde en la mayoría de los comentarios de la prensa, es esta: en un país con un 50 % de pobreza y con 60 % de mano de obra informal, una cuarentena pierde poder en el tiempo, en la medida que la gente es incapaz de sostenerla. Entonces, el gobierno necesita esperar hasta cuando estas medidas sean las únicas efectivas, es decir en las subsecuentes etapas del contagio, cuando son más necesaria.
Con un número relativamente bajo de casos, la detección, el aislamiento y unas medidas moderadas de distanciamiento son todavía medidas efectivas. Según los cálculos del propio López-Gattel, esos números van a subir; va a ser una epidemia larga y la cuarentena puede ser necesaria. Pero preservar la efectividad de la cuarentena como estrategia para aplanar la curva requiere ser estratégicos con su timing. En España e Italia, de acuerdo con esta teoría, fue implementado muy tarde; en otros países, los líderes respondieron a presiones políticas antes que a preceptos epidemiológicos y han instituido estas medidas muy temprano, por lo que se verán forzados a retroceder conforme pase el tiempo o mantenerlas al costo de perder derechos civiles. (N.T podría ser el caso del Perú).
¿Por qué las autoridades no han llamado a una cuarentena general, conociendo que el virus se va a expandir en el futuro? La respuesta que López-Gatell es que en un país con un 50 % de pobreza y con 60 % de mano de obra informal, una cuarentena pierde poder en el tiempo, en la medida que la gente es incapaz de sostenerla.
Aquí es útil hacer un contraste con Jair Bolsonaro en Brasil y Donald Trump en los Estados Unidos, quienes, en diferentes grados, han estado opuestos a las cuarentenas totales. Bolsonaro está en contra de cualquier tipo de cuarentena, desestimado el coronavirus como un mito. El presidente brasilero sigue jugando con terminar las medidas de aislamiento, a pesar de que el número de casos continúa subiendo. AMLO ve al país en una fase temprana de lucha rampante, al contrario de Bolsonaro y en contraste con Trump, quiere instituir una cuarentena total precisamente cuando los casos aumenten.
El papel de la prensa local y extranjera ha sido vergonzante e irresponsable al intentar hacer una semblanza de la lógica detrás de la estrategia de México. La mayoría de los artículos circulando en las publicaciones importantes simplemente reciclan a tuiteros que por reflejo son anti-AMLO, una mezcla de reaccionarios y liberales de centroderecha, que expresan su rabia a raíz de declaraciones descontextualizadas. Por ejemplo, cuando AMLO presumió su colección de estampitas de santos que uno de sus seguidos le había regalado, esto fue interpretado como su supuesto “plan para derrotar al virus”. Su decisión de continuar eventos públicos cuando los casos apenas eran docenas fue denunciada como “criminal”. Algunas brechas menores, aunque reales, entre él y otras autoridades del gobierno fueron maximizadas más allá de cualquier proporción razonable.
El reto que México tiene al frente, en cualquier caso, se verá cuando el número de casos aumente y el planeamiento de las siguientes etapas sea puesto a prueba. Como en cualquier otro país, la principal crisis que enfrentar será el colapso económico que seguirá. Hasta ahora, los planes de AMLO para la crisis económica están en el aire. Ha anunciado importantes medidas, como asegurar y adelantar la transferencia de efectivo a los ancianos, estudiantes y otros, extender un crédito millonario para pequeñas empresas y ha expresado con firmeza que se niega a sacar de apuros a las corporaciones.
Pero la limitación central y estructural de su proyecto, que cree que los ahorros provenientes de terminar la corrupción gubernamental pueden compensar la necesidad de aumentar el impuesto a los ricos o incurrir en gasto deficitario, continúa. Incluso en un país donde una reforma fiscal redistributiva ha sido difícil de conseguir en un país donde los fondos han sido sistemáticamente desviados, la severidad de esta crisis puede romper el tabú. En un momento crítico, el proyecto de AMLO tendrá que ser reafirmado.
N.T.: Este último párrafo es crucial porque el meollo del asunto es la salud fiscal mexicana. Con una mezcla mexicana de petróleo que perdió el 70% de su valor desde 2019, un año fiscal 2019 con crecimiento económico 0 y con una urgente necesidad de aumentar el gasto público en medio de la crisis sanitaria, lo más preocupante es cómo quedará la economía luego del COVID-19. AMLO está en una encrucijada típica de la historia latinoamericana, caída de ingresos fiscales + fiscalidad regresiva + necesidad de gasto público, a la que se suma un factor inusitado: el coronavirus. Lo central de su respuesta no son las estampitas ni las lecturas subjetivas, lo que la va a definir es la economía política de la solución, si pasa por el recorte neoliberal o por la reforma fiscal progresista.