Mejor que ayer, futuro incierto

Mejor que ayer, futuro incierto

Ideele Revista Nº 200

Eran las postrimerías del primer Gobierno de Alan García y el Perú era un país destrozado y sin esperanzas. La inflación más alta del mundo, el aparato productivo semiparalizado, la violencia terrorista en todo su esplendor y las violaciones de los derechos humanos eran el pan de cada día. Fue por entonces que pasamos la barrera de los tres mil muertos al año y que conseguimos el dudoso título de ser el país con más desaparecidos por año en el planeta. Todo ello, acompañado de una corrupción desbocada y la desmoralización de la gran mayoría.
Habría que ser muy miope o mezquino para negar que 20 años después el Perú es un país mucho mejor que el de entonces.
¿Cuánto de ese logro en sacarnos del horror del primer García le corresponde al segundo García?
Quisiera mencionar algunos campos en los que, a mi juicio, el actual Gobierno deja un legado positivo. En primer lugar, ha conseguido que continúe el crecimiento económico. El Perú es el país de América Latina que más ha crecido en los últimos años, y eso no es poca cosa. Es verdad que lo que ha hecho el actual Gobierno es mantener un curso establecido por sus predecesores, pero bien pudo haberlo alterado y no lo hizo. En segundo lugar, la pobreza se ha reducido de manera importante. Es verdad que falta muchísimo pero, de nuevo, se ha avanzado en lugar de retroceder. Incluso si nos guiamos por el coeficiente internacional Gini, que mide la desigualdad al interior de los países, ésta habría disminuido algo en el Perú. En tercer lugar, el Gobierno de García deja una obra pública importante, expresada en carreteras, escuelas, hospitales, etcétera.
Pero hay otros campos, ajenos a la economía, en los cuales también es posible encontrarle méritos a este Gobierno. Menciono dos. La política exterior, que ha sido manejada con profesionalismo y eficacia, al punto que hoy en día el Perú es un país que, sin grandes pretensiones de poner agendas internacionales rimbombantes, sabe moverse con inteligencia en los contextos en los que debe actuar. Hoy por hoy mantiene buenas relaciones con casi todos los países de América del Sur, e incluso relaciones difíciles, por distintas razones, como las que tenemos con Chile o Venezuela, se manejan con acierto. Por otro lado, se puede mencionar la política educativa. Creo que se pudo hacer mucho más, pero es un avance significativo la introducción de la carrera pública magisterial, la evaluación y capacitación de maestros, los nombramientos por concurso, etcétera. Ello debiera tener algún impacto en la desastrosa calidad de la educación pública en el mediano plazo.

La política queda, luego de este Gobierno, más desprestigiada incluso que antes.

Ahora bien, hay muchísimo en el debe. De manera evidente, el retroceso significativo en los esfuerzos anticorrupción. Más allá de la retórica, ha sido un campo abandonado, y el Perú tiene hoy día un Estado mucho más corrupto que hace cuatro años, de la cabeza a los pies. En segundo lugar está todo lo vinculado a un discurso, y a veces a una práctica, extremista de derecha, anti-derechos humanos, intolerante con el que ose pensar diferente, que no le hace nada bien a la consolidación democrática. En tercer lugar está el pésimo manejo del tema de seguridad. Malos e improvisados ministros, decisiones erráticas, contradictorias y contraproducentes, falta de visión y de políticas integrales, hacen que el Perú haya retrocedido significativamente en seguridad ciudadana y orden público, así como en la lucha contra el narcotráfico y los remanentes de Sendero Luminoso. El daño en estos campos es muy grave. Baste mirar México, para ver lo que puede ocurrir cuando estos fenómenos se desbocan.
Otra crítica importante a este Gobierno es que no ha hecho nada por mejorar la calidad de la política. Ha preferido la componenda y la cooptación, algo que le ha sido posible al tener al frente a una oposición mediocre, sin ideas y con grandes rabos de paja. El aprismo, a su vez, ha avanzado significativamente en la penetración y control de ámbitos importantes de otras instituciones del Estado, y ha contribuido con ello a su mayor descrédito. La política queda, luego de este Gobierno, más desprestigiada incluso que antes. Los tímidos esfuerzos de reforma institucional, que, hay que reconocerlo, muchas veces vinieron del APRA, no llegaron a ningún sitio, y como tampoco ha habido renovación desde la sociedad, nos vamos a elecciones con la misma pésima política del pasado, que todos detestamos.
¿Qué pesa más: los aspectos positivos o los defectos mencionados? Depende de la valoración y el énfasis de cada quien. Pero lo que sí queda muy claro para mí es que no se necesitaba de lo uno para lo otro. Se pudo haber conseguido los resultados positivos y, a la vez, intentar hacer mejores políticas en otros campos que han sido tan deficitarios. A la vez, creo que son tan graves los asuntos que quedan en el debe, que ponen en cuestión la consistencia y viabilidad de los logros obtenidos.
Si el Perú es hoy un país más vivible para la mayoría que hace 20 años, a la vez los logros han venido a precios a veces demasiado altos y los resultados positivos son aún frágiles y claramente reversibles.

Si el Perú es hoy un país más vivible para la mayoría que hace 20 años, a la vez los logros han venido a precios a veces demasiado altos y los resultados positivos son aún frágiles y claramente reversibles.

Agregar comentario

Réplica