Chorrillos: ¿monumento del perdón?

Recién el 13 de enero pasado, hemos conmemorado los 137 años de la batalla e incendio de Chorrillos durante la Guerra del Pacífico, el 15 otra batalla e incendio asolaron Miraflores y el 17 se inició la ocupación chilena de Lima, que se prolongó hasta junio de 1884. En el imaginario nacional, estos hechos ocupan el primer lugar en el recuerdo de los excesos cometidos por las fuerzas de ocupación en aquel aciago conflicto, sus vívidos relatos alcanzan a retratar escenas dantescas, como es el caso de Jorge Basadre: “El cementerio se volvió un lugar donde soldados beodos celebraron orgías y llegaron a desenterrar cadáveres de sus tumbas para ayudar a sus enloquecidos camaradas. El olor de los muertos y del incendio resultaba irrespirable. Entre aquellos estuvo un médico inglés de 80 años, asesinado delante de la casa del ministro de su país”. (HRP, IX: 152).
La pregunta que queda por hacerse, desde la lógica de reconciliación en la que Perú y Chile se vienen colocando gracias a la integración socioeconómica de las últimas décadas, es cómo abordar estos eventos barbáricos, hay que decirlo, y cuya verdad es indiscutible. De seguro que la primera respuesta, tras leer la cita de Basadre, es que hechos así son imperdonables, lo que nos dejaría en una situación de eterna enemistad con el país vecino, pues no habría manera de superar lo que sucedió hace ya casi 140 años. Luego, si reparamos en que el año 2000 el presidente de Alemania, Johannes Rau, le pidió perdón al pueblo judío por el holocausto nazi y lo hizo nada menos que en el Parlamento de Israel, entonces podremos preguntarnos si acaso nosotros no podríamos compartir un gesto análogo. Ciertamente, los crímenes cometidos por los nazis en la Segunda Guerra Mundial no son comparables con los que se produjeron en ninguna otra conflagración. Más bien, lo que me interesa subrayar es la forma como dos Estados, el alemán y el Israelí, supieron enviarle a sus pueblos un mensaje de reconciliación a través de una disculpa sentida y solemne.
Sé la situación en Perú y Chile, y sé lo difíciles que nos resultan estos temas. Es muy posible que un eventual perdón chileno por el incendio de Chorrillos, simbolizando en este hecho los excesos cometidos en la Guerra del 79, se toparía con el rechazo de un sector de la propia sociedad peruana que se mantiene en la lógica de que “no hay perdón posible”; al otro lado, la generalidad de la sociedad chilena maneja el discurso de que la guerra del Pacífico fue justa y le generó progreso a su país. Inclusive, una gran parte de su población ignora estos excesos.
Ciertamente, el silencio ante eventos del pasado difíciles de asimilar por una sociedad no es una exclusividad chilena. Cualquier historia oficial, de las que suelen difundirse, en primer lugar, en el aula escolar a través del profesor y el libro de textos, suele estar escrita a la medida de las necesidades del Estado por verter en la sociedad un relato del pasado armonioso, que cumpla la finalidad de unir a los ciudadanos alrededor del país, queriéndolo. Esta lógica, que deviene del nacionalismo romántico del siglo XIX, se mantiene aún vigente en dichas narrativas, aunque es verdad que el tenor patriótico ha descendido un poco las últimas décadas.
El 13 de enero de 2021 conmemoraremos los 140 años de la batalla e incendio de Chorrillos. Pero el 8 de septiembre de 2020 conmemoraremos el Bicentenario del desembarco de San Martín en Paracas y el libertador no llegó solo, lo acompañan alrededor de 6000 hombres, la mitad argentinos, la otra mitad chilenos. Esa misma expedición, a la que se sumaron miles de peruanos, y sus éxitos militares, explican que San Martín haya proclamado la independencia del Perú en Lima el 28 de julio de 1821 -cuyo Bicentenario conmemoraremos también en 2021- y explica que, con anterioridad a esa fecha, se hayan proclamado tantas otras en diversas ciudades peruanas que se animaron a emanciparse al conocer la presencia del Ejército libertador, o lo lograron con el apoyo de la expedición de Álvarez de Arenales, compuesta de dos regimientos argentinos y uno chileno, en la sierra central del Perú.
He señalado ya, en algunas notas previas a esta, que la reconciliación comienza por la madurez de nuestras autoridades, y que dicha madurez tiene en las efemérides que se nos vienen una gran oportunidad de acercar todavía más a nuestros pueblos, cerrando las heridas del pasado doloroso, al mismo tiempo que conmemorando las historias que nos unen. Pensémoslo desde ahora: el 13 de enero de 2021 se conmemoran 140 años de la batalla e incendio de Chorrillos. ¿Podremos conmemorarla juntos en sesión solemne y erigir en nuestro viejo y tradicional balneario el monumento del perdón por los excesos y de la reconciliación peruano-chilena?