Discrepancias entre Estados Unidos y China en torno al desarrollo tecnológico

Discrepancias entre Estados Unidos y China en torno al desarrollo tecnológico

Alexander Chahuasoncco Papel Instituto de Estudios Políticos Andinos
Ideele Revista Nº 250

Estados Unidos recientemente ha prohibido la venta de procesadores para servidores de marca Intel hacia China, solicitados para mejorar la supercomputadora Tianhe-2, que en estos momentos es considerada la más poderosa del mundo; ello bajo el argumento que su propósito sería el de efectuar pruebas nucleares. Dichas sospechas, de ser reales, actuarían en contra de la seguridad nacional del país norteamericano, por lo que la decisión del Departamento de Comercio es de naturaleza preventiva. La empresa Intel, sin embargo, parece no haber sido afectada económicamente ya que habría acabado de firmar un acuerdo con el gobierno estadounidense para la construcción de una Supercomputadora de nombre “Aurora”, la cual se planea que sea más poderosa que la actualmente existente en China. Dicha máquina será instalada en el Laboratorio Nacional de Argone en Illinois. Pese a aún ser una presunción, es posible que dicha información se haya obtenido a través de una enorme operación de intrusión, tal como denunció Edward Snowden en su momento.

Desde el año 2001 el ascenso de la economía de China ha ido de la mano con la carrera tecnológica que ha transformado al país, aunque con severos costos ambientales que han desencadenado problemas sociales severos. El poder económico chino actualmente es tal, que importantes empresas de todo el mundo han aceptado las condiciones comerciales exigidas para instalar algunas de sus plantas en el país. Una de ellas es la exigencia de asociarse con una empresa local a través de joint ventures, obteniendo así la autorización para trabajar en el país y gozar de los beneficios que tienen las empresas nacionales. Sin embargo, existen otras regulaciones chinas que son tan restrictivas y diferentes a las de otros mercados, que el solo hecho de aceptarlas puede significar sometimiento.

La economía del país oriental se ha visto muy beneficiada gracias a la inversión extranjera, la cual ha captado más de 53 mil millones de dólares que pueden pertenecer a cualquiera de las cinco categorías siguientes: Sino-Foreign Equity Joint Ventures (EJVs) en donde la empresa distribuye todo de forma equitativa entre el inversionista chino y el extranjero; Sino-Foreign Co-operative Joint Ventures (CJVs) en el que el inversionista extranjero aporta los fondos y la tecnología y el inversionista chino el terreno junto a las construcciones y el equipo de trabajo entre otras cosas; Wholly Foreign-Owned Enterprises (WFOE) el cual es una persona legal que debe obedecer las leyes chinas con capacidad de establecer contratos con autoridades gubernamentales para adquirir derechos de uso de tierras, renta de construcciones y recibir utilidades por servicios; Foreign Investment Companies Limited By Shares (FICLBS) en el que el capital es aportado por cada empresa involucrada; y por último las Investment Companies through Foreign Investors (ICFI) en donde el inversionista extranjero es considerado como negocio de fondos únicos foráneo o unido a un socio chino que se dedican a la inversión directa.

Estos modelos de negocios le generan beneficios a las empresas chinas, al adquirir tecnología extranjera que el país no posee a la vez que genera un riesgo para los inversionistas, ante la capacidad de las empresas locales de hacer copias fácilmente productos de todo tipo de mercado; generalmente de inferior calidad aunque con excepciones en ciertos segmentos específicos, como el militar. Dado que existe el temor permanente al robo de tecnologías, algunas empresas extranjeras que disponen de tecnología de punta han optado por mantener a las fábricas estratégicas en sus países de origen o en socios comerciales confiables; mientras establecen en China fábricas que no comprometan la integridad de la investigación que tienen.

En el caso de Intel, el más reciente, no existen plantas de producción de procesadores pero sí de componentes complementarios a estos, como las placas madre y los circuitos de soporte auxiliar. Aunque algunas de sus tecnologías en el segmento de la movilidad y telecomunicaciones están siendo compartidos con empresas chinas por la necesidad de crecer en ese mercado móvil ante la caída del mercado de las computadoras personales, es un enorme dilema negociar con potenciales empresas competidoras a las que se les tiene que compartir información estratégica ante la inclemencia del mercado de las tecnologías de la información.

Son varios casos en los que se ha acusado tanto a empresas chinas como al gobierno de ese país de estar detrás de este espionaje industrial, del robo tecnológico, de la imitación burda de tecnología de redes, de intrusión a diferentes empresas norteamericanas y europeas (entre ellas las armamentistas) como el presunto robo de los planos del caza F-35, misiles Patriot, helicópteros Black Hawk y otros sistemas de armamento norteamericano; acusaciones que han sido negadas al más alto nivel por el gobierno chino.

En 2012 el Congreso norteamericano acusó a las empresas chinas ZTE y Huawei de posibles labores de espionaje. Desde el otro lado del mundo, China Unicom tomó acciones en contra de la empresa tecnológica estadounidense Cisco, a la vez que los medios estatales hacían acusaciones similares en contra de compañías como Google, Apple, Microsoft, Facebook, entre otras (Agencias, 2014).

En diferentes campos de la tecnología los gobiernos están estableciendo restricciones en cuanto a la participación de investigadores extranjeros en ciertos programas; principalmente aquellos que involucran a la seguridad nacional. Por ejemplo, existe oposición en los EE.UU. a que China participe en la Estación Espacial Internacional; lo que ha provocado la reacción de dicho país a través de otra propuesta, como es la Tiangong-1. Todo parece indicar que no se ha aprendido de experiencias erróneas como la influencia del macartismo, que a mediados del siglo XX logró la expulsión de valiosos científicos, entre ellos Qian Xuesen, quien años después se convertiría en el padre del programa espacial chino.

Internet ha cambiado el escenario del desarrollo mundial. Cada vez es más difícil proteger la información privilegiada obtenida a través de la investigación debido a nuestra dependencia de los sistemas de procesamiento y comunicaciones; a su vez también es más fácil hacer ataques informáticos a organizaciones situadas en naciones extranjeras para robar información. Ante la dificultad de evitar dichos ataques, algunas naciones han implementado mecanismos que permiten aislar al país en caso de emergencias; una de dichas propuestas fue el famoso “botón rojo” para el apagón súbito de las comunicaciones en línea, el cual tarde o temprano termina convirtiéndose en un arma contraproducente, capaz de ser utilizada en perjuicio de la población cuando cae en poder de gente sin buenas intenciones, tal como pasó en Egipto durante el período de la mal llamada “Primavera Árabe”.

Son precisamente las telecomunicaciones y la computación a gran escala los elementos estratégicos para el desarrollo de las tecnologías tanto en el ámbito académico como el comercial a través de gigantescos sistemas de computación distribuida; en primer lugar, para intercomunicar diferentes centros de investigación y realizar simulaciones muchas veces más baratas o imposibles de realizar en un laboratorio físico o para procesar grandes cantidades de datos generados por experimentos científicos con infraestructuras colosales. (por ejemplo, el LHC). En segundo lugar, porque se tienen cada vez a más empresas aprovechando el poder de estas tecnologías para mejorar su competitividad en el mercado o desarrollando nuevos productos que aportan novedad al entretenimiento y competitividad al mercado corporativo.

Los roces entre los gobiernos rivales de China, principalmente el de Estados Unidos, será constante, pero el gobierno de Beijing tiene una desventaja muy seria y es que la mayoría de empresas extranjeras tienen trabajos de investigación con décadas de adelanto con respecto a sus competidores chinos, que si bien tienen grandes progresos es muy difícil que alcancen a las empresas que están en la vanguardia tecnológica, a menos que inventen algo nuevo, propio y diferente. Sin embargo, el secretismo con el que trabajan esas empresas, el apoyo que les da el gobierno chino a través de las universidades, la creciente competitividad de sus profesionales con su producción científica y la posesión de estratégicos recursos económicos, nos dan a entender que tarde o temprano podrán imponer un avance tecnológico aprovechando el enorme mercado interno que poseen. Cabe resaltar la alta tasa de migración de ciudadanos chinos hacia Estados Unidos y Europa por motivos de estudio o trabajo. Muchos de ellos desean acceder a los centros de investigación occidentales, para asimilar los trabajos de investigación y para aprender a comprender las tecnologías con las que trabajan.

No obstante de estos hechos, la probabilidad de que China se convierta en un coloso tecnológico es aún baja, si tomamos en cuenta que las transnacionales tecnológicas no chinas mantienen varias líneas de investigación que les permiten presentar algo innovador cada año. Aún así, mientras exista la posibilidad es factible, y por ello los especialistas del sector han expresado sus temores, afirmando que China está en condiciones de desarrollar su propia tecnología de supercomputadoras capaces de desplazar a las tecnologías predominantes, principalmente norteamericanas.

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