La obligación de cumplir
La obligación de cumplir
Los grandes temores de la mayor parte de peruanos hoy, efectivamente, son si el candidato que gane va a cumplir con lo que ha prometido. No sólo con su Plan de Gobierno, sino con sus ofertas electorales. Y muchos articulistas y analistas dicen que no nos hagamos ilusiones, ya que en el pasado nunca han cumplido. Por desgracia, tienen razón, pero algún día tenemos que comenzar a exigirles que hagan honor a su palabra. No podemos, cínica y pasivamente, quedarnos esperando a que alguien más venga a solucionarnos los problemas, para después quejarnos diciendo que los políticos son unos mentirosos o peor que ‘para ganar las elecciones hay que mentir’, haciendo eco de la lógica ‘pragmática’ de ‘el fin justifica los medios’.
Las circunstancias han sacado a luz algo que estaba olvidado en nuestras costumbres políticas y que hemos venido tratando de rescatar desde el Observatorio de cumplimiento de planes de gobierno: las promesas electorales y los planes de gobierno tienen que ser cumplidos. No tiene sentido dedicarle tanto tiempo desde la prensa y los medios a las ofertas electorales y los planes de gobierno, si después no vamos a exigir su cumplimiento.
Pareciera que en ese aspecto hemos involucionado. En las democracias antiguas era impensable que los políticos electos no ejecutaran las decisiones tomadas en las Asambleas del Pueblo. B. M. W. Knox, en su libro sobre la democracia ateniense1, nos relata nueve ejecuciones de políticos que no cumplieron fielmente los mandatos del pueblo. Aristófanes llegó a poner en boca de un viejo oligarca algo así como “si no los matamos ahora, acabarán meándose encima”. En la obra de Tito Livio, en la primera década, se nos narra el brutal “linchamiento” de dos cónsules que no cumplieron el mandato imperativo de los comitia tributa, en un caso, y de los concilia plebis, en otro2.
En lo que tenemos que ser realistas es en que los políticos por si mismos no van cambiar las leyes y ponerse sus propias cortapisas. Será la sociedad civil con la ayuda de los medios de comunicación, la que al final lo consiga. Esperamos que en este nuevo período de gobierno la oposición también juegue un papel importante en esta tarea.
Algunas personas se congratulan de que ciertas promesas no se cumplan, porque les parecen inconvenientes o simplemente no les gustan. Tenemos que desterrar esa costumbre tan egoísta y cortoplacista. El resultado de estas dos taras —características de nuestra clase dirigente y empresarial— es la situación actual: la mayor parte de la población descontenta y hasta algunos quisieran reivindicar el autoritarismo de los noventa. Es necesario que se deje de mirar sólo los balances de fin de año, para empezar a construir un Perú en que no se repitan las circunstancias que estamos viviendo.
Asimismo, es necesario recordar que la votación de la segunda vuelta convalidaría los cambios que se hagan en los planes de gobierno y ofertas electorales, es más, los hace necesarios, ya que al no alcanzarse los votos suficientes para ganar en primera vuelta, tienen que tener en cuenta a quienes no votaron por ellos y eso es lo mínimo que se exige en una democracia. En resumen, si la mayoría vota por un nuevo plan o por cambios en el primero, lo está aprobando implícitamente.
Es triste pero cierto que los políticos, guiados por sus asesores, dicen lo que el pueblo quiere oír, sin ponerse a pensar si podrán cumplir y muchas veces conocedores de que será imposible. Pero así es como se accede al poder ¡mintiendo! Es un secreto a voces. El problema es que ya es una costumbre aceptada como cierta y la pasividad y el cinismo es total. ‘Así son las cosas. ¡Qué vamos a hacer!’
No creo, empero, en que sea posible penalizarlos, por lo menos en lo inmediato. Este es un trabajo de largo aliento. Hay que crear conciencia del derecho y de la obligación. Lo demás vendrá sólo, pero no será rápido. Este tipo de logros toman décadas, a veces generaciones.
Desafortunadamente, los procesos de maduración de los estados y naciones son mucho más largos, lentos y complejos que los de los seres humanos y con frecuencia sobrepasan a una generación. No creo que sea posible crear en el corto plazo sistemas que penalicen el incumplimiento de las ofertas electorales y planes de gobierno. Estoy convencido que en lo tenemos que trabajar es en educar a la población. La gente más educada no elegirá a quienes ofrecen lo incumplible. Se dará cuenta, como ocurre con todos nosotros. Además, es necesario empezar a construir una cierta institucionalidad –como la que estamos intentando desde el ‘Observatorio de cumplimiento de planes de gobierno’– que haga más fácil que la gente se percate del engaño de que es objeto. Y en esto último, la labor de la prensa y los medios es muy importante. Hasta ahora hacen mucho eco de los ofrecimientos y muy poco o nada de su cumplimiento. ¿Por qué? ¿Eso no vende diarios ni eleva el rating de los programas de radio y televisión? ¿Temen enfrentarse al poder político que es al que tendrían que exigirle el cumplimiento? Supongo que hay esas y otras razones, pero poco a poco se irán cambiando si trabajamos en esto.
1So Mischievous a Beaste? The Athenian Dêmos and its Treatment of its Politicians. (Citado por Martín-Miguel Rubio Esteban en la página web antes mencionada).
2Matar a un cónsul en Roma era una blasfemia, todo un golpe de Estado, y en ambos casos el gobierno resolvió la cuestión ejecutando a algún personaje secundario, como un extranjero y un esclavo, y purificando la ciudad mediante un novenario de sacrificios; pero no incurrió en un castigo ejemplar contra la plebe homicida, porque era consciente que los cónsules habían transgredido la principal regla de juego