No olvidar la tortura y
Enviado por jonnhy fernánde... (no verificado) el
Resulta perturbador, sin duda, hablar de genocidios y masacres tomando la distancia del historiador. Invitamos al lector a hacerlo, golpe a golpe, verso a verso (dibujo a dibujo, en realidad), recordando que esa distancia no implica ni el olvido ni el perdón. Pero ¿cómo mantener esta memoria viva y en movimiento para que no olvide y no se repita?
Más allá de las críticas que ha recibido de distintos sectores, no cabe la menor duda de que el proyecto que asumió la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) es el más importante de cuantos se han realizado en nuestro país en las últimas décadas. Pero estas investigaciones, testimonios, miles de cintas, entrevistas y datos no solo deben quedar en simples cifras o datos: deben ser “masticados” y reproducidos una y otra vez. Porque si dejamos al recuerdo y el pasado de lado, provocamos duras fracturas en nuestro presente. Y quizá la mejor manera de reproducir estos datos y cifras sea mediante la historieta gráfica. El comic como mediador de las historias.
Para entender el comic relacionado con la política debemos saber que su producción y la de la historieta no son percibidas como de la mayor atención. “Ningún trabajo ha alcanzado un tiraje semanal similar al de las decenas de miles que logran los comic de súper-héroes del diario Perú.21, quien realiza esta labor editorial desde el 2008, o el público de la película Cementerio general (2013) no se ha volcado a comprar el comic basado en el film en una cantidad similar a la asistencia de las salas de cine”, afirma Raschid Rabí, filósofo y redactor de diversas publicaciones locales con artículos sobre la historieta contemporánea.
La inexistencia de un mercado para las producciones locales ha generado mecanismos de autogestión y autodifusión a través de colectivos que desarrollan actividades conjuntas como ferias fanzines, material “autopublicado” de bajo costo realizado por aficionados a un tema especial. En este circuito alternativo podemos encontrar las historietas contestatarias, que cuestionan la política o a la sociedad actual pero cuyo eje temático no es éste. Y son estos trabajos gráficos en los cuales nos vamos a centrar.
Rupay, historias gráficas de la violencia en el Perú 1980-1984
Casi como una justificación, el libro empieza con un epígrafe de Walter Benjamin: “Jamás se elabora un documento de cultura que no sea, a la vez, uno de barbarie”. Es que, en los años 80 del siglo pasado, un miembro del Ejército Peruano, Telmo Hurtado Hurtado, quiso argumentar la postura criminal de su comando, que había asesinado en un poblado de Ayacucho a ancianos y a menores de edad: “Los niños en esa zona eran potenciales terroristas”, dijo. De ese tipo de situaciones, en las que un simple relativismo en las perspectivas puede ocasionar miles de muertos, trata Rupay.
Este trabajo es elaborado por Alfredo Villar como guionista y Luis Rossell y Jesús Cossio en los dibujos. Fue publicado en el año 2008 por la editorial “Contracultura”. Recrea los instantes previos de muchos episodios de violencia política ocurridos en los inicios de los años 80. Episodios como la quema de ánforas en Chuschi, la matanza de Lucanamarca, las fosas de Putis y las masacres de Aranhuay o Paccha son presentados con crudeza. Buscan sobrecoger al lector y hacerlo partícipe de escenas que, pese a que puedan parecer una pesadilla, fueron absolutamente reales. Incluye fotografías conocidas por la opinión pública a través de los medios y se reconstruyen los momentos anteriores a la imagen final publicada. Es una obra polémica basada en diversas fuentes (entre ellas, el Informe de la CVR) que cuestionan las distintas versiones sobre algunos crímenes sucedidos en el conflicto interno. Atribuye al Estado peruano la principal responsabilidad por la violencia política.
“Considero que hay memorias parciales e interesadas. De esta manera el Estado tiene su memoria oficial y su conteo oficial de cómo se dieron los diversos sucesos en pleno conflicto armado. Por otro lado, tenemos la memoria de las víctimas, con un enfoque muy distinto al del Estado y las Fuerzas Armadas. De esta manera, apreciamos que hay diversas memorias paralelas. Así, hay que elaborar una memoria del ciudadano limeño, que va a ser muy distinta de la del ciudadano arequipeño o ayacuchano”, nos comenta el ilustrador Cossio, quien no busca crear con sus historietas una memoria homogénea sino admitir diversas voces en torno a la violencia.
El dibujante elige, pues, una estrategia narrativa particularmente interesante: se cambió el registro gráfico —contenido formal, secuenciado, documentado— haciendo uso del estilo de los grabados americanos y europeos de los siglos XVII y XVIII. Esa ruptura, que implica un hecho atroz, inconmensurable —más allá del conteo de las víctimas—, supone otra ruptura hacia el interior del estilo de la historieta, lo cual pone en juego la coherencia misma del relato. Busca que se escuche no solo una voz, sino muchas. Y lo hace mediante recortes de diarios o escenas de pequeños segmentos televisivos que aluden a dichos años, y, además, de los diversos enfoques que busca el artista para, así, varias voces que cuenten una sola historia.
Pero ¿por qué narrar hechos tan cruentos a través de viñetas? “Buscamos llamar la atención sobre esa ceguera deliberada y discriminatoria de lo que pasó en esos años. Cuando algunos políticos y periodistas dicen que no hay que escarbar en el pasado, significa que son ellos quienes no tienen nada que escarbar, que no les importa esa gente de provincias, como Ayacucho”, explica Lucho Rossell. Esta propuesta sigue el patrón del comic documental que hizo Art Spiegelman con Maus —ganadora de un Pulitzer en 1992— y Joe Sacco con Palestina, donde se narran las penurias de los judíos y de los habitantes de la franja de Gaza.
Ahora, Rupay (en castellano, ‘fuego’) podrá leerse en el extranjero con la versatilidad de las historietas. Porque la memoria histórica merece seguir fluyendo. Por nuestro propio bien.
Barbarie: Comics sobre violencia política en el Perú, 1985-1990
Es un trabajo completo de Jesús Cossio, guionista y dibujante. Después de la entrega anterior, Cossio se embarca en este proyecto individual publicado también por “Contracultura” en el 2010. A diferencia de Rupay, aquí los actos de violencia de los terroristas o las fuerzas del orden no se presentan de forma explícita, sino a través de elipsis, lo que afecta aún más al lector, quien termina por recrear los actos de “barbarie” en su imaginación. De esta manera Cossio va más allá, porque, además de su dimensión expresiva, tiene una voluntad explícita de “transmitir memorias”.
Las historietas que componen el libro no trabajan tanto con una realidad imaginada, aunque lo sucedido haya sido inimaginable, y es así cómo, de esta manera gráfico-narrativa, Cossio busca que el lector esté mucho más alerta que en su trabajo anterior. Esta vez en solitario, Cossio deja abiertas las puertas para seguir con otro tomo que tal vez abarque la compleja y vergonzosa década de 1990.
“Este conflicto en el cual vivimos es tan complejo que dividirlo en dos bandos es el acto más simple, conformista y mediocre. Este tomo es menos literal de los testimonios de la CVR, ya que no busco descalificar ni etiquetar cualquier iniciativa que tenga que ver con la violencia política”, añade Cossio, quien busca no satanizar a ninguno de los bandos, ni el de Guzmán, ni el de las víctimas ni el de las Fuerzas Armadas. Solo intenta entenderla y no criticarla.
Sin embargo, en lo que sí coinciden plenamente ambas obras es en expresar y no olvidar los abusos de ambos bandos y en poner en evidencia cómo los sectores subalternos del país terminaron en medio del fuego. Tanto Rupay como Barbarie muestran cómo los pobladores de los pueblos de la sierra fueron objeto de terribles violaciones por parte de grupos que querían imponer su fuerza a como diera lugar. De esa manera también le dan voz a ese parte del país que no fue escuchada durante 10 años.
Por ello, ambas obras son documentos fundamentales de la historia del comic peruano: porque sirven de pastillas para la memoria del país. Pastillas “memorex” que buscan la reproducción cultural mediante los trazos de diversos ‘comiqueros’ o del mismo Cossio para así ayudarnos a procesar nuestra historia, en búsqueda de la justicia, la reparación y por el bien de todos los ciudadanos, para que la historia no se repita.
Enviado por jonnhy fernánde... (no verificado) el
No olvidar la tortura y muerte del periodista Huachano Pedro Yauri Bustamante ocurrido el 24 de junio del año 1992