Yo también me llamo Perú: Parte 2: No gotea dorado

Yo también me llamo Perú: Parte 2: No gotea dorado

Patricia Quiñones Asociación SER
Annie Thériault Investigadora Revista Ideele
Ideele Revista Nº 199

Los ríos rebosantes de oro de Madre de Dios han generado una actividad minera informal. Hay 2.500 denuncios mineros, pero menos de cincuenta tienen su derecho de explotación en regla. Si los mineros pagaran impuestos, el departamento recibiría 40 millones

Huepetuhe, 7 de mayo
Huepetuhe significa huella de tigre en idioma harakmbut, y tan intimidante como su nombre es llegar hasta allí. La osadía puede costar la vida, porque no hay puentes y los ríos se cruzan en camioneta, así estén en crecida.

El bien más preciado es una cuatro por cuatro y doble todo lo demás: la cabina y la tracción. El minero que se precie debe movilizarse en una.

En contraste con estos signos de riqueza exterior, la falta de servicios es clamorosa en este pueblo donde las aguas servidas se mezclan con las de la lluvia formando riachuelos y pozas, el dengue cohabita con la población, la basura se quema o se tira a la calle, los bares de mala muerte proliferan y la prostitución infantil se concentra en el jirón Tailandia.

César Ascorra, de Cáritas-Madre de Dios, ha analizado el agua de Huepetuhe y los resultados producen retorcijones: “En el agua de consumo humano hay desde grasas, coliformes, lubricantes; hasta arsénico, plomo y cadmio. Aparecen sedimentos pero no mercurio, que sí se detectó en las aguas superficiales del río Caychihue”.

El río era estrecho hace veinte años. Pero todo ha cambiado velozmente. El pueblo tuvo que ser reubicado porque la arenilla que botan a montones las explotaciones que están al frente comenzó a cubrirlo, y solo quedan algunas estructuras enterradas, como para el recuerdo.

Ahora en vez de bosque y río cristalino hay un gran arenal atravesado por un riachuelo contaminado de aguas medio anaranjadas y los cerros artificiales adornados con un shute en la punta.

Acá se genera más del sesenta por ciento de todo el oro extraído en el departamento, utilizando el método más destructivo.

La minería en Huepetuhe es nómade. Cortan los árboles, cavan, levantan un cerro, extraen el oro y se van a otro espacio de bosque para repetir la operación. Según el alcalde de este pueblo, Helman Villegas, ambientalista es una mala palabra. “Yo no tengo mucha preocupación por el medio ambiente, le voy a ser sincero. No estoy de acuerdo con un radical ambientalismo que paralice el desarrollo. Hay que salvaguardar el medio ambiente, pero lo principal es el hombre”. (Quién le explica que calidad de vida y cuidado medioambiental van de la mano. En fin…)

Los Baca y los chinos
Los representantes del poder local son los Baca, una familia de mineros, dueños de varios campamentos. Controlan el gremio minero en la zona y, según el alcalde, “son los que impiden a sus asociados aportar voluntariamente para el desarrollo de Huepetuhe, que está dentro del rubro de pobreza extrema”.

En estos momentos, el distrito recibe la irrisoria suma de diez mil soles anuales por el canon minero.

Los Baca son hijos de doña Gregoria Casas, la reina de la minería de Huepetuhe. Es una cusqueña analfabeta que sabe de motores más que nadie. Generalmente se la encuentra en su taller, revisando cada una de las piezas de su flota de cargadores frontales. Ha educado a sus hijos para que sigan sus pasos y cada uno maneja un campamento, con su shute, su maquinaria propia y sus trabajadores que viven en chozas apiñadas.

Si les dieran a escoger, todos los obreros terminarían en el campamento de los chinos, dos asiáticos con cara de pocos amigos que se comunican con señas, duros para pagar, pero que les ofrecen buen alojamiento en carpas decentes y sirven la comida como en restaurante, a diferencia de los campamentos peruanos, donde el almuerzo consiste en dos platos de sopa.

No sabemos cómo tratan a los peones en sus campamentos los coreanos, colombianos, canadienses, israelíes y rusos que han venido a hacer la América y que se ubican en este extenso territorio que continúa en Choque, Tranquera, Delta 1, Delta 2, Delta 3, Delta 4 y Quebrada Nueva.
Los transportistas que van y vienen por esos caminos sin huellas declaran que Delta 1 huele a rata.

Reza por nosotros, Madre de Dios
La avalancha de huaychuleros, como les llaman a los obreros mineros, se ha multiplicado en el 2008, con la crisis internacional y la subida del precio del oro.
Según un estudio de CooperAcción, Madre de Dios está ubicado en el tercer lugar del ranking de productores de oro del país, después de las empresas Barrick en Ancash y Yanacocha en Cajamarca. El monto anual percibido por los mineros es de 120 millones de soles aproximadamente, y se genera empleo para veinte mil trabajadores.

Son tres las provincias donde se concentra esta actividad y en todas reina el caos que no se vislumbraba en los años de 1960, cuando llegaron los primeros migrantes de la sierra contratados por el pérfido sistema del enganche.

Cuarenta años después, los pequeños sobreviven y los medianos y grandes se inflan los bolsillos, mientras el ecosistema agoniza y la población se estanca o se contagia de cierta miseria moral que acompaña a la “actividad dorada”. Liliana Díaz trabaja en la sucursal del MIMDES en Huepetuhe y recibe al mes veintidós denuncias de violencia familiar. “Las prioridades cambian. Acá, por ejemplo, hay puesto de salud y colegio, a diferencia de Delta 1, donde tienen Internet y cable pero no hay colegio primario ni secundario”, nos cuenta.

BBVA adelante, no funciona en esta zona. La entidad financiera es el comerciante que le adelanta insumos o préstamos al titular de la concesión. Lo usual es que la devolución sea en oro contante y sonante.

Las tiendas que compran el oro y que proliferan en el área comercial de estos poblados son las mismas que lo trasladan al Cusco y lo venden a los diez centros de refinamiento que funcionan en Lima. Al final el oro termina en las bolsas de Nueva York y Londres, siendo el mejor de los business.

Para Óscar Zevallos, de la Asociación Huarayo, cada cadena y pulsera están manchadas de prostitución, de trata, de depredación de bosques, de extinción de especies. “Los países como Suiza y Estados Unidos, adonde se dirige el oro peruano, no quieren ver lo que está detrás”, añade.

Hay poderosos intereses en juego. Los vendedores de alfombras plásticas, mangueras y mallas; los de mercurio y los de combustible que hacen su agosto en estos poblados (donde se consume más gasolina que en la ciudad del Cusco, a pesar de que les cobran 60% más por galón). Los transportistas y comerciantes que los abastecen de productos comestibles (gaseosa chica: S/. 3,00, tarro de leche: S/. 3,30).

Y los grandes negociantes: los vendedores de camionetas y los fabricantes y distribuidores de maquinaria pesada. Motobombas, cargadores y volquetes FIAT, Caterpillar, Volvo, Komatzu. Sus representantes callan en siete idiomas.

Formaliza, pe
Hay superposición de denuncios mineros en trámite y titulados, de denuncios mineros y comunidades indígenas, de denuncios mineros y zonas para el ecoturismo. Y lo que es de locos: denuncios mineros en áreas protegidas y en tres zonas de amortiguamiento: Tambopata, Amarakaere y Madre de Dios.

César Ascorra sostiene que la corrupción está presente a todo nivel. Autoridades, funcionarios y proveedores de insumos a los que les conviene el desorden: “Hay un porcentaje de las ganancias del minero que se va en regalías, es decir, coimas. Debe pagar un alce por semana, esto es, el equivalente a todo un día de trabajo semanal, para que lo dejen en paz”.

Por eso el decreto 012 remeció el gallinero al establecer zonas de exclusión minera. Humberto Cordero es el solitario representante del Ministerio del Ambiente en Puerto Maldonado. Para él, en las zonas de amortiguamiento de las áreas naturales protegidas no debe haber explotación minera y, por lo tanto, no se deben entregar certificaciones ambientales a los cientos de solicitantes que están en lista de espera. Pero no sabemos si opinan lo mismo los funcionarios del Ministerio de Energía y Minas, que son los responsables directos de este pandemonio y que, además, tendrán a su cargo el proceso de formalización (qué miedo).

“Cuando se acabe el oro o baje su precio, la gente se va a ir. Por eso el proceso de formalización debe ser rápido. Hay que cerrar los espacios donde se han concentrado los mineros y formalizarlos, vigilar su seguridad y ofertarles otras posibilidades, como las del oro ecológico”, sostiene Óscar Zevallos.

No se trata de estigmatizar la actividad minera, sino de que se integre a un plan de desarrollo sostenible. Se le debe regular para que Madre de Dios no pierda muy pronto su título de capital de la biodiversidad. Pero, después de ver tanto entripado, queda la duda:


¿Será posible poner orden en la tierra de nadies?

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