Las elecciones en Francia, la crisis y la búsqueda de alternativas

Las elecciones en Francia, la crisis y la búsqueda de alternativas

Ideele Revista Nº 219

El candidato socialista François Hollande ganó las elecciones presidenciales en Francia al vecer a Nicolás Sarkozy (Foto: Lefigaro.fr)

Algunos datos pueden ayudarnos a comprender lo ocurrido en Francia en las recientes elecciones presidenciales, ganadas en la segunda vuelta por Francois Hollande, del Partido Socialista (PS), y sus implicancias en una Europa sumergida en la crisis financiera.

Primero, la fuerza cobrada por la ultraderecha nacionalista: Marine Le Pen, del Frente Nacional (FN), obtuvo aproximadamente el 17% de votos. Ella, hija de Jean-Marine Le Pen, anterior presidente del partido, consiguió un gran caudal de votos de los jóvenes y obreros, como había ocurrido ya en la época de su padre.

Igual de importante es la votación obtenida por el Frente de Izquierda (Front de Gauche-FG), una coalición del Partido Comunista Francés (PCF), el Partido de Izquierda y otros espacios más. Considerada como la propuesta izquierdista radical, con su candidato Jean-Luc Mélenchon, obtuvo el 11% de los votos. Su pretensión era recuperar el sufragio obrero de manos de la derecha nacionalista y ganar el de las clases medias con una propuesta antineoliberal, republicana y ecologista.

¿Qué factores contribuyeron al triunfo del candidato socialista en estas elecciones? ¿Por qué los “extremos” cobran fuerza en medio de la crisis financiera que sacude a Europa?

Es importante mencionar las características de la crisis económica y financiera que atraviesa Europa. En el contexto de la Unión Europea, podemos citar las siguientes: una grave crisis generada por el sector financiero y la especulación; el desmontaje de los Estados de bienestar y los derechos sociales; la destrucción del empleo por las políticas de liberalización y ajuste; las consecuencias de la deslocalización económica producto de la globalización y sus efectos expansivos en el contexto de un mercado común.

Por otra parte, como resultado de la globalización, las viejas potencias coloniales viven cambios culturales inevitables con la llegada de migrantes de origen árabe y africano que están cambiando la fisonomía, los valores y las formas de ser en Europa. Políticamente, se vive un creciente descrédito de la democracia liberal en vista de su sometimiento a los poderes financieros, y de la clase política convertida en una aristocracia alejada de los ciudadanos. La política se convierte en un espectáculo de marketing monopolizado por quienes pueden movilizar grandes recursos, con lo que se cierran las puertas a las demandas ciudadanas. Basta observar la gran movilización social de rechazo en el año 2011 que generaron las leyes que ampliaban la edad de jubilación y que, sin embargo, no tuvieron efecto alguno en el desenlace. La democracia parece sufrir un vaciado de sentido.

En este escenario, la prédica de la ultraderecha tiene asidero entre jóvenes, trabajadores e incluso migrantes integrados. Con un pretendido rechazo a la mundialización, la ultraderecha pareciera emparentar su discurso con el de la izquierda. Reclama cerrar el país para salvar a la nación y recuperar la soberanía nacional; denuncia a la fracción financiera de la burguesía que busca mantener el estado de cosas, y cuestiona la colaboración con el sistema tanto por parte de la derecha liberal (identificada con el UMP) como del socialiberalismo (PS).

Pero las diferencias saltan a la vista: objetan a la izquierda haber abandonado a las clases trabajadoras; estar más preocupada por veleidades como el ecologismo, la diversidad sexual y la liberación femenina, y haber fracasado en su intento de incluir, a través del multiculturalismo, a los migrantes. También el haberse hecho funcionales a los poderes financieros que destruyen el empleo de los franceses a través de la explotación de los migrantes. Esta situación ocasiona la reducción de los salarios y la dilapidación de los recursos de lo que queda del Estado de bienestar debido a las políticas de “discriminación positiva”.

En su discurso y en sus acciones, la ultraderecha utiliza una estrategia similar a la del fascismo del siglo pasado: para evitar la adhesión de los trabajadores a los comunistas, se invoca a la nación sobre la base de valores tradicionales, a una forma de antiimperialismo que reclama la grandeza de la nación, y se señala a los migrantes como chivos expiatorios causantes de los problemas sociales y culturales del país, además de rechazar a la burguesía sionista y transnacionalizada.

La derecha sarkozista ha utilizado varios de estos mensajes y aplicado propuestas antiinmigrantes en su gobierno y en su campaña, pero, a diferencia de la derecha nacionalista, pone el énfasis en salvar a la Unión Europea sobre la base de una “Francia fuerte” aliada a los alemanes, y exige sacrificios al pueblo francés a través de políticas de austeridad. En este sentido, y como lo denunciara el candidato del FG, se ha producido una “ultraderechización de la derecha”, que responsabiliza a los migrantes de la crisis en todos los aspectos.

La política se convierte en un espectáculo de marketing monopolizado por quienes pueden movilizar grandes recursos, con lo que se cierran las puertas a las demandas ciudadanas. Basta observar la gran movilización social de rechazo en el año 2011 que generaron las leyes que ampliaban la edad de jubilación y que, sin embargo, no tuvieron efecto alguno en el desenlace.

Sin embargo, desde el otro lado del espectro político no han sido menores los esfuerzos de resistencia. Hay una ciudadanía atrapada en la paradoja de aceptar salvar el Estado de bienestar aun consintiendo para ello la aplicación de medidas que lo van desmontando y destruyendo. El Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) obtuvo en las anteriores elecciones un 6% de los votos, y en éstas casi ha desaparecido del panorama electoral. Pero la lucha contra la reforma que amplía la edad de jubilación y el éxito electoral del FG, que ha llevado a que la votación del PCF de 2% junto a la coalición llegue al 11%, parecen indicar la existencia de un deseo de cambio hacia la izquierda.

Se busca pues una salida a la crisis por la izquierda. El repunte de la izquierda radical tiene que ver con que muchos sectores están también tras opciones que vayan más allá del social-liberalismo, que se convirtió en administrador de los ajustes neoliberales en países como España o Grecia. En esos países la izquierda socialdemócrata, convertida al neoliberalismo, aceptó y aplicó, sin más, estas políticas y fracasó en su intento de salir de la crisis, con lo que deslegitimó, además, a la izquierda en su conjunto. Otros sectores, a su vez, votaron por el PS porque era la única posibilidad de ganarle a Sarkozy en un sistema de dos ruedas, porque subsiste una tradición de izquierda en Francia o porque una parte del electorado se pretende responsable y no quiere aventuras, aunque sí anhele el cambio.

El FG ha cumplido una tarea importante en confrontar abierta y directamente a la ultraderecha. Ha recordado que ante la ausencia de una izquierda revolucionaria (transformadora) en medio de una crisis, la ultraderecha cosecha el orden y la estabilidad a cualquier costo. De esta manera, con la candidatura carismática de Jean-Luc Mélenchon, ha articulado un discurso que agrupa, por una parte, la reivindicación de la tradición comunista de resistencia frente al nazismo en la guerra, la de la Revolución francesa, las revueltas latinoamericanas de las últimas décadas contra el modelo neoliberal y las multilaterales; y, por otra, la defensa del trabajo, la ecología y el feminismo. De esa manera se ha declarado a favor de la lucha contra las políticas de austeridad, el incremento de los salarios mínimos y la limitación de los salarios máximos, el control de los poderes financieros, la disminución del presidencialismo, la concesión de derechos a todos los migrantes y a todos los ciudadanos, y el impulso de la planificación ecológica recuperando la soberanía nacional en Europa.

Mientras tanto, ya en el Gobierno, Hollande anuncia políticas alternativas que, aunque asumen la austeridad como un componente inevitable, se proponen mezcladas con una mayor inversión pública para inyectar recursos en el aparato productivo; políticas que, además, ha planteado como alternativa a la Unión Europea para salir de la crisis.

Dentro de poco serán las elecciones legislativas. La ultraderecha intentará ganar el espacio de la derecha sarkozista radicalizando la oposición a un Gobierno socialista que ha aceptado, dentro de su moderación, muchos compromisos. La izquierda “radical”, por su parte, tiene la tarea de mantenerse en el escenario acrecentando su fuerza, articulando a otros bloques políticos como a los anticapitalistas y los ecologistas, evitando asumir cualquier pasivo del Gobierno socialista.

Veremos si, finalmente, Francia y Europa empiezan a encontrar rutas de cambio más allá de gobiernos que se han dedicado a administrar la crisis y salvaguardar los intereses de los más ricos, mientras el peligro de la xenofobia, el ultraconservadurismo y el autoritarismo que alienta la ultraderecha aparecen como solución para los desesperados. Este contexto es un desafío para que esa izquierda, catalogada como extrema, se convierta en una fuerza revolucionaria (creativa, combativa y transformadora), radical (si se atreve a ir a la raíz de los problemas), que contribuya a encontrar salidas a una crisis que no solo es económica sino también civilizatoria y que reclama una democracia más sustantiva, mayor justicia social, cultural y ecológica, así como la solidaridad entre los pueblos del mundo.

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Excelente artículo. Las

Excelente artículo. Las elecciones parlamentarias (que culminan mañana) parecen ampliar la victoria del PS y sus aliados y evitarían así el riesgo de cohabitación con la derecha; ratifican el debilitamiento de los ecologistas (quienes sin embargo obtendrán un número importante de parlamentarios, gracias a su alianza con el PS); desinflan a Melanchon; y rompen las barreras que separaban a la derecha de la ultraderecha. Holande y el PS han querido proteger a los sectores populares y medios más golpeados por la crisis. Pero su electorado es compartido parcialmente con la derecha, la ultraderecha y la izquierda radical. Su tarea será muy ardua y su éxito dependerá en buena medida de la evolución europea. No veo por el momento una evolución extra-parlamentaria. Pero las opciones socialdemócratas son estrechas. Su principal aliado es Obama, preocupado por las repercusiones de la crisis europea que Hollande pretende afrontar acelerando la economia.

Un interesante artículo que

Un interesante artículo que explica las diferencias de las posiciones políticas de la diferentes partidos en Francia, pero hace falta más información sobre la profundidad de la crisis en ese país y en Europa, que al parecer no es fácil solución y frente a la cual se puede polarizar las posiciones entre una derecha fascista y la Izquierda radical, que tendría más posibilidades de atraer a la mayoría de los trabajadores y clases medias, sin embargo en la medida de la institucionalidad democrática restringida esta muy entronizada, solo una profundización de la crisis podría alterar el panorama actual.

Los electores han votado por

Los electores han votado por una opción institucionalizada. El programa socialista (moderado pero aportante de soluciones parciales interesantes) y la dirección del PS (un candidato "normal", deseoso de consenso anti-sarkosista), han sido respaldados por un partido relativamente unificado (las eleccions primarias fueron escasamente conflictivas) y por las precedentes victorias socialistas en el Senado (que ahora preside el PS) y en la mayoría de las regiones. Habiendo alcanzado la mayoría absoluta en el Parlamento, Hollande cuenta con instrumentos de gobierno muy valiosos. Si los Jefes de Estado son convencidos de la necesidad de su propuesta de Pacto Europeo por el Crecimiento, sus posibilidades de éxito aumentarán. Ya lo han hecho con la reciente victoria conservadora en Grecia. Pero la coyuntura es muy difícil. Esperemos la "rentrée" después de las vacaciones estivales para opinar con mayor conocimieno de causa. A menos que los sindicatos de los transportes decidan manifestar su descontento durante aquellas.

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